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Terapia Estructural Y Anorexia


Enviado por   •  1 de Febrero de 2012  •  2.651 Palabras (11 Páginas)  •  695 Visitas

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Terapia Estructural y Anorexia

La anorexia tiene algo de espectacular y de incomprensible. Es la posición ajena y distante de las anoréxicas lo que las hace tan irritantes y turbadoras. Ante la demanda creciente, la Psicología y la medicina suelen responder, quizás como una autodefensa frente a la impotencia terapéutica, con un amplio despliegue de datos de la psicopatología, de las manifestaciones clínicas y la evolución de la anorexia como “enfermedad”, descrita dentro del DSM-4-TR dentro del capítulo de Trasntornos de la Conducta Alimentaria.

Desde esta perspectiva, la condición de enferma, paradójicamente, pone en marcha un engranaje discursivo en la red social y asistencial que termina teniendo a estas mujeres cautivas en una identidad de “anoréxicas”, aquella mágica etiqueta que diluye su capacidad y su potencialidad de asumir responsabilidad por sus actos y de constituirse en sí mismas socialmente como agentes de sus propias vidas. Esta conceptualización del problema de la anorexia, está acarreando desastrosas consecuencias que se hacen evidentes en los fracasos terapéuticos.

Y es que si no empezamos a poner la mirada del problema en su totalidad, en el contexto en el que aparece y se mantiene, va a resultar muy difícil construir alternativas de cambio y éxito en el tratamiento. En algunos casos, la anorexia, el síntoma anoréxico, es el equivalente de un rechazo radical: de la comida, del cuerpo, de sí mismo, del “otro”... Como modo de permanecer estáticas, en una actitud que atenta contra la misma naturaleza, lo que equivale a la autodestrucción.

Desde esta posición la anoréxica rechaza doblegarse a las exigencias de un entramado social (gobernado por la opulencia-saturación y el papel nutricio de la mujer) que acarrea su aniquilación como persona, al igual que su cuerpo rechaza la ingestión de comida. En definitiva, es en esta posición donde la salud está gravemente amenazada.

Existe un tipo de anorexia en el que el síntoma anoréxico no equivale tanto a un rechazo, cuanto a una problematización: de la comida, de la imagen corporal, de las relaciones familiares y sociales. En un discurso social basado en la competitividad, el individualismo y el éxito, el único objetivo es ser distinta, transformar sus condiciones de vida, por una tendencia a sobrevalorar a los demás y despreciar lo que ellas son. Desde esta posición la anoréxica se revela contra su aspecto físico, de lo único que se siente dueña es de su propio cuerpo y hacia él encamina todos sus esfuerzos tanto de creación como de destrucción.

Aunque la anorexia es, fundamentalmente, un cuadro que afecta a la población femenina, casi un cinco por ciento de los pacientes son varones. El anoréxico presenta una especie de rechazo a encarnar la imagen tradicional del varón fuerte y musculoso impuesta por la sociedad y persigue una imagen de delgadez fina y delicada. Por el contrario, como en la ortorexia y vigorexia, otros varones jóvenes viven exclusivamente pendiente de su físico sobredimensionado y súper fuerte y de su peso, las restantes cuestiones pasan a ser secundarias, provocando un deterioro de su salud y de su vida social.

En un mundo donde no hay lugar para otra cosa que no sea la competitividad y el éxito, muchas personas se sienten a sí mismo despreciables. Todas las comparaciones se transforman en una mortificación, conformando un autoconcepto y una autoestima muy deteriorados. En definitiva, desde esta posición, la anoréxica (como ya se ha mencionado, la inmensa mayoría son mujeres) buscaría con su actitud una especie de autodefinición, construir un modo de verse a sí misma distinto que autoafirme su propia existencia individual. Para estas mujeres lo importante, en el fondo, no es estar delgadas, sino llegar a ser ellas mismas.

La paciente anoréxica, antes del inicio del trastorno, que actualmente se da en etapas muy tempranas del desarrollo, suele ser considerada como especialmente buena, responsable y cumplidora. Con la aparición del cuadro, la joven se vuelve hostil, irritable, negativista y desconfiada. No debería sorprender que el trastorno aparezca, en la mayoría de los casos, en un momento “virulento” del desarrollo, lleno de cambios que generan tensión y angustia. La joven se ve amenazada por una intensa preocupación: ser rechazada. Siente una desesperada necesidad de aprobación, de agradar al otro. Crecer, al menos en el terreno emocional, se le hace difícil, a medida que va creciendo siente que no puede afrontar y encarar las nuevas experiencias del mundo adulto, la inunda un fuerte temor al fracaso y una gran desvalorización.

La cuestión es: ¿cómo seguir el propio camino encontrándose a sí misma despreciable?, ¿cómo construir una vida propia sin traicionar o ser desleal a los que nos lo han dado todo? Presa del atrapamiento de esta alternativa, donde la elección se sitúa entre responder al deseo de los otros (en la mayoría de los casos se puede constatar una relación particular con la madre) o al suyo propio, no encuentra más salida que replegarse en un mundo interior, en practicar la huida hacia “dentro” que supone la anorexia. La exteriorización del malestar, la hace sentirse más vulnerable y débil.

¿Qué tiene, qué hace en el mundo y en la vida? La respuesta viene por sí sola. Nada de nada. Se siente llena de decepciones y la inunda un inmenso sentimiento de soledad. El vacío se deposita en sí misma, en su persona.

Es el inicio del desafío. Desafío contra ella misma, contra su cuerpo, contra los otros, como mecanismos de salvación contra la soledad. El rechazo a la comida es la batalla de la anoréxica por controlar su cuerpo, para así controlar su vida. Es una manera de bloquear el crecimiento, de dominar su cuerpo, de controlarse absolutamente. Protestando desde una situación límite, convirtiéndose así en un poderoso revulsivo de su contexto.

Así, querer ver la obsesión por adelgazar sólo en un intento de adecuación a los modelos estéticos imperantes o en un trastorno auto perceptivo es una falacia: la anorexia es la respuesta a un cuerpo invadido de sufrimiento y soledad que exige ser reconocido, ser valorado, ser amado. Pero, ¿cuál es la función del rechazo a la comida? Rebelarse. Controlar el resto de su vida en el empeño de construirse como “otra mujer”, queriendo sobrevivir sólo en sus propios términos.

En palabras de Mara Selvini: “los trastornos alimenticios serían un intento de la mujer por ser ella la creadora de su propio cuerpo y una manera de afirmar su cuerpo y su vida”. Lo terrible es que ese esfuerzo, que esa batalla, paradójicamente, se hace estéril cuando la paciente anoréxica

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