Terapia Familiar
Asimus22 de Octubre de 2014
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ESPONTANEIDAD
El libro comienza advirtiéndonos sobre los peligros de la técnica y nos menciona: la técnica sola no asegura eficacia. Si el terapeuta permanece apegado a la técnica, si se limita a ser un artesano, su contacto con los pacientes será objetivo, desapegado, limpio, pero también superficial, manipulador en beneficio del poder personal y, en definitiva, no muy eficaz.
Sólo alguien que ha dominado la técnica y ha conseguido olvidarla después puede llegar a ser un terapeuta competente. También nos describe de una manera muy clara lo que es el arte de la terapia familiar: entrar en coparticipación con una familia, experimentar la realidad como sus miembros la vivencian y envolverse en las interacciones repetidas que dan forma a la estructura familiar y plasman el pensamiento y la conducta de las personas. Convirtiéndonos así en agentes de cambio para la familia con la que trabajamos, usando técnicas adecuadas a ella.
Espontaneidad terapéutica
Para ser eficaz como miembro de este sistema, debe responder a las circunstancias en armonía con las reglas del sistema, al tiempo que se utiliza a sí mismo de la manera más amplia posible. Es lo que se entiende por espontaneidad terapéutica.
Un terapeuta espontáneo es el que ha sido entrenado para emplear diferentes aspectos de sí mismo en respuesta a contextos sociales diversos.
La espontaneidad, aun la espiritual, está siempre limitada por el contexto. El terapeuta, cuyo papel es influir sobre la gente y cambiarla, está en el interior del campo que observa y sobre el cual hade influir. Sus acciones, aunque reguladas por las metas de la terapia, son el producto de su vínculo con la familia cliente.
Si el terapeuta produce intervenciones dentro de la gama tolerable, es justamente porque experimenta la realidad de la familia y porque las reglas de la familia lo estructuran desde dentro del campo. Las intervenciones ineficaces no se vuelven caóticas ni destructivas; la familia simplemente las asimila sin producir cambio.
Métodos de formación
El terapeuta aprende los pequeños movimientos de la terapia y los aplica a un proceso de construcción pieza por pieza en sesiones repetidas, con supervisión. Con el tiempo, aprende a generalizar. Por este camino el terapeuta entra en posesión de dos diferentes haces informativos:
Uno es la dinámica de la situación humana. El otro, las operaciones específicas del encuentro terapéutico.
El método para enseñar el difícil arte de la terapia de familia tiene que guardar una relación armoniosa entre los conceptos y las prácticas que transmite. Lo que necesita el terapeuta es matizar su estilo de contacto y de intervención a fin de poder adaptarse a una diversidad de familias. Su objetivo es adquirir la pericia que le permita cuestionar una diversidad de sistemas.
La formación tiene dos fases:
una está dedicada a la observación y la otra a la práctica.
En la primera fase, los maestros enseñan su estilo terapéutico en sesiones en vivo, que los discípulos observan. Etimológicamente, la palabra educación designa el acto de extraer; y la formación en terapia de familia es en muchos sentidos una educación. El discípulo necesita de algunos años para obtener pericia, pero de muchos más para alcanzar la espontaneidad.
FAMILIAS
La familia es un grupo natural que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción. Estas constituyen la estructura familiar, que a su vez rige el funcionamiento de los miembros de la familia, define su gama de conductas y facilita su interacción recíproca. Los miembros de la familia no se suelen vivenciar a sí mismos como parte de esta estructura familiar. Y cuando interactúa en el seno de su familia, experimenta el mapa que ésta traza del mundo.
La familia como totalidad se asemeja a una colonia animal, entidad esta compuesta por formas de vida diferentes, donde cada parte cumple su papel, pero el todo constituye un organismo de múltiples individuos, que en sí mismo es una forma de vida. El terapeuta aspirante no necesita aceptar esta idea de una fisiología conjunta. Pero tiene que ver en la familia algo más que un mero agregado de subsistemas diferenciados: un organismo.
Arthur Koestler creó un término nuevo «para designar aquellas entidades de rostro doble en los niveles intermedios de cualquier jerarquía»: la palabra “holon”,
del griego holos (todo) con el sufijo on (como en protón o neutrón), que evoca una partícula o parte.
El holón individual
El holón individual incluye el concepto de sí mismo en contexto. Contiene los determinantes personales e históricos del individuo. Pero va más allá, hasta abarcar los aportes actuales del contexto social. Hay un proceso circular y continuo de influjo y refuerzo recíprocos, que tiende a mantener una pauta fijada.
Al mismo tiempo, tanto el individuo como el contexto son capaces de flexibilidad y de cambio.
La variedad de las conductas que se pueden incluir en el programa de la familia depende de la capacidad de ésta para absorber e incorporar energía e información de ámbitos extra-familiares. La interacción constante dentro de diferentes holones en tiempos distintos requiere de la actualización de los respectivos segmentos del sí-mismo. Contextos diferentes reclaman facetas distintas. La quiebra o la ampliación de contextos puede permitir el surgimiento de nuevas posibilidades.
El terapeuta, especialista en ampliar contextos, crea un contexto en que es posible explorar lo desusado. Confirma a los miembros de la familia y los alienta a ensayar conductas antes coartadas por el sistema familiar. A medida que surgen posibilidades nuevas, el organismo familiar se vuelve más complejo y elabora alternativas más viables para la solución de problemas.
El holón conyugal
El comienzo de la familia es el momento en que dos adultos, hombre y mujer, se unen con el propósito de formarla. Para que la vida en común sea posible, es preciso que estos dos conjuntos de valores se concilien con el paso del tiempo. Cada cónyuge debe resignar una parte de sus ideas y preferencias, esto es, perder individualidad, pero ganando en pertenencia.
En este proceso se forma un sistema nuevo. Las pautas establecidas gobiernan el modo en que cada uno de los cónyuges se experimenta a sí mismo y experimenta al compañero dentro del contexto matrimonial. Siempre existirán puntos de fricción y el sistema se deberá adaptar para hacer frente a demandas contextúales modificadas. Una de las más vitales tareas del sistema de los cónyuges es la fijación de límites que los protejan procurándoles un ámbito para la satisfacción de sus necesidades psicológicas sin que se inmiscuyan los parientes políticos, los hijos u otras personas. El subsistema de los cónyuges es entonces un poderoso contexto para la confirmación y la descalificación.
El subsistema de los cónyuges puede ofrecer a sus miembros una plataforma de apoyo para el trato con el universo extra familiar, y proporcionarles un refugio frente a las tensiones de fuera. El subsistema de los cónyuges es vital para el crecimiento de los hijos. Constituye su modelo de relaciones íntimas, como se manifiestan en las interacciones cotidianas.
En situaciones patógenas, uno de los hijos se puede convertir en chivo emisario o bien ser cooptado como aliado de un cónyuge contra el otro.
El holón parental
Las interacciones dentro del holón parental incluyen la crianza de los hijos y las funciones de socialización. Aquí el niño aprende lo que puede esperar de las personas que poseen más recursos y fuerza. Dentro del subsistema parental, vivencia el estilo con que su familia afronta los conflictos y las negociaciones. El holón parental puede estar compuesto muy diversamente.
El subsistema parental tiene que modificarse a medida que el niño crece y sus necesidades cambian. Dentro del subsistema parental, los adultos tienen la responsabilidad de cuidar a los niños, de protegerlos y socializarlos; pero también poseen derechos. Los problemas de control son endémicos en el holón parental. Es esencial que el terapeuta esté atento a la participación de todos los miembros en el mantenimiento de la interacción disfuncional, por un lado, y por el otro en la eventual solución del problema, con los recursos que ellos mismos puedan poseer.
El holón de los hermanos
Los hermanos constituyen para un niño el primer grupo de iguales en que participa. Dentro de este contexto, los hijos se apoyan entre sí, se divierten, se atacan, se toman como chivo emisario y, en general, aprenden unos de otros. En las familias numerosas, los hermanos se organizan en una diversidad de subsistemas con arreglo a etapas evolutivas.
Pero reunirse con los hermanos solos, organizar momentos terapéuticos en que ellos debatan ciertos temas mientras los padres observan o promover «diálogos» entre el holón de los hermanos y el holón parental pueden ser recursos eficacísimos para crear nuevas formas de resolver cuestiones relacionadas con la autonomía y el control.
El modo en que la familia cumple sus tareas importa muchísimo menos que el éxito con que lo hace. Los terapeutas deben recordar que las familias son holones insertos en una cultura más amplia, y que la función de ellos es ayudarlas a ser más viables dentro de las posibilidades existentes en sus propios sistemas culturales y familiares.
El desarrollo y el cambio
La familia no es una entidad estática. Está
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