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Tu Hijo Tu Espejo

karlotac28 de Enero de 2014

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1. Las defensas

Para comprender todo este asunto de la "parte oculta" de la

relación padres-hijos necesitamos hablar primero de los

mecanismos de defensa. Éstos son medios que

utilizamos inconscientemente para afrontar las

situaciones difíciles, distorsionando, disfrazando o

rechazando la realidad y así reducimos la ansiedad.

Existen alrededor de trece mecanismos de defensa, sin

embargo, para los fines de este libro nos enfocaremos en

tres de ellos: la proyección, la negación y la formación

reactiva. De esta última hablaré en el capítulo 5.

Si bien todos, en ciertos momentos, utilizamos algún

mecanismo de defensa, esto sucede en mínimo grado en

las personas psicológicamente sanas y maduras, ya que

tienen un muy buen grado de autoconocimiento y manejo

de sus propios procesos. De tal manera que mientras más

sana es una persona, menos utiliza los mecanismos de

defensa y, cuando lo hace, casi siempre es consciente de

ello.

Debido a que en este libro revisaremos las diferentes

formas de proyección que los padres activamos con

nuestros hijos y cómo la negación nos impide

reconocerlos, a

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continuación explicaré en qué consisten estos dos

mecanismos de defensa que son además muy

interesantes.

La proyección es el proceso de atribuir a otros lo que

pertenece a uno mismo, de tal forma que aquello que

percibimos en los demás es en realidad una proyección

de algo que nos pertenece; puede ser un sentimiento,

una carencia, una necesidad o un rasgo de nuestra

personalidad. Si bien la proyección es un mecanismo

que puede ser activado ante cualquier persona, en este

libro nos enfocaremos específicamente en la proyección

en las relaciones con nuestros hijos.

Pero, ¿es posible que exista una relación donde la

proyección no ocurra? La respuesta es no. Mientras

vivamos en un cuerpo físico en el planeta Tierra estaremos

proyectando. Sin embargo, este mecanismo de defensa

no está mal en sí mismo, ya que puede ser un eficaz

medio de autoconocimiento, pues los demás funcionan

como espejos de cuerpo entero que nos permite ver

nuestros rasgos funcionales y disfuncionales, lo cual sería

muy difícil identificar de otro modo. Por eso se dice que

las personas que nos caen mal son una maravillosa fuente

de información para detectar lo que no hemos

solucionado dentro de nosotros mismos.

Es importante mencionar que la proyección no sólo

aparece en un sentido negativo, es decir, no sólo

proyectamos en los otros nuestros conflictos de

personalidad, sino también nuestras áreas de luz, de

manera que todo eso que te gusta de otra persona es

también una proyección de los aspectos bellos y sanos

de ti mismo.

Las personas que critican constantemente, que en todo y

en todos encuentran un motivo de queja, que perciben

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siempre el punto negro en el mantel blanco, tienen un gran

desprecio por sí mismos, una sombra2 tan grande que

constantemente la proyectan a su alrededor. Asimismo,

quienes ven belleza, bondad y luz en otros están

proyectando su propia belleza, bondad y luz.

Otro mecanismo de defensa del que es indispensable

hablar es el de la negación. Ésta se refiere a la no

aceptación de una realidad que puede ser externa, por

ejemplo algo que está sucediendo en la vida de las

personas, o interna, como una necesidad, un sentimiento,

un deseo o un rasgo de personalidad, los cuales resultan

amenazantes y difíciles de reconocer.

Lo primero que necesitas hacer, si quieres cambiar algo, es

salir de la negación, ya que es imposible manejar lo que

no aceptas ni reconoces. ¿Cómo buscas soluciones a un

problema si te aferras a la idea de que dicho problema no

existe?

Salir de la negación y reconocer que hay algo qug no

funciona, que necesita ser cambiado, e incluso reconocer

que a veces no puedes solo y que necesitas ayuda, es el

primer gran paso, sin el cual no son posibles la curación

y el cambio. Después de este paso, por cierto quizás el

más difícil, todo lo demás viene casi por añadidura.

Pero, ¿por qué es tan difícil reconocer nuestros

sentimientos mal llamados "negativos" (los sentimientos

no son negativos o positivos, simplemente son), como

la envidia, el resentimiento, la ira o el miedo? ¿Por qué

es tan difícil aceptar que tenemos un problema, que no

sa-

2 Sombra: término propuesto por Cari G. Jung para referirse a los

aspectos indeseables de la personalidad que están fuera de nuestra

conciencia.

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bemos cómo resolverlo y que tal vez estemos

equivocándonos? Porque casi todos nosotros crecimos

dentro de sistemas familiares, escolares y sociales en los

que aprendimos que cometer un error es vergonzoso, así

como tener un problema y no saber cómo enfrentarlo o

necesitar ayuda; todo esto lo vemos como signo de

ignorancia, debilidad y por lo tanto preferimos ocultarlo

para no sentirnos tontos, débiles o ignorantes. Estos

sentimientos "negativos", que todos tenemos, son tan mal

vistos socialmente, que aprendemos a reprimirlos,

negarlos o distorsionarlos para ser aceptados por quienes

nos rodean.

Entonces, poco a poco nos convertimos en expertos en

negación y vamos por la vida, a veces durante años,

mintiéndonos a nosotros mismos, porque la negación es

eso, una gran mentira que apuntalamos y sostenemos a

costa de lo que sea para no enfrentar una realidad que

nos resulta sumamente amenazante.

Otras importantes razones para mantener la negación

son el miedo o la comodidad, ya que si reconoces que hay

un problema debes hacer algo al respecto. Aunque

parezca increíble, muchas personas continúan en

negación aún después de ver evidencias clarísimas del

problema. Por ejemplo, ven a su hijo consumir drogas o a

su cónyuge tener una relación extramarital, o bien que su

hija es víctima del abuso sexual de un familiar:

reconocer esto implica tomar decisiones muy drásticas;

un divorcio tal vez, una ruptura en las relaciones

familiares, una confrontación o, en pocas palabras, entrar

en un proceso difícil para el cual no siempre se está

preparado.

Recuerdo casos drásticos a propósito de la negación,

como el de una madre que, teniendo frente a ella a su hijo

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visiblemente drogado y alcoholizado, repetía sin cesar:

"No está pasando nada, todo está bien". O aquel joven

adolescente que presentaba comportamientos

verdaderamente alarmantes, como robar en las casas de

los vecinos, hurtar motocicletas y artículos en las tiendas;

al ser confrontado con esto, su padre argumentaba: "Son

cosas propias de la adolescencia". Y la madre de una

niña de cinco años que era víctima de abuso sexual por

parte de su padrastro; aun cuando la niña había informado

sobre esto repetidas veces a su madre, ella le respondía:

"No puede ser, seguramente estás equivocada".

Así es la negación; no es que estas personas estuvieran

intencionalmente evadiendo la realidad, sino que en verdad

no son capaces de verla. Porque reconocerla implicaría

tocar cargas enormes de miedo, de culpa, de impotencia y

tener que tomar decisiones drásticas y difíciles al respecto.

En ocasiones lo que negamos no son realidades que

están sucediendo, sino sentimientos o necesidades que por

cualquier razón no podemos afrontar. Decimos entonces

cosas como: "Claro que no me molesta, no me duele, no

me importa, etcétera".

Otra razón por la cual nos aferramos tan fuertemente a la

negación es que creemos que no ver un problema o un

sentimiento significa que éste se va, desaparece.

Frecuentemente escucho a personas aconsejar a alguien

que está pasando por alguna situación difícil: "Ya no

pienses en eso, o no hables de eso". Pero las cosas no

funcionan así: voltear la cara, no querer reconocer un

sentimiento, un problema, una realidad, no significa que

se va, al contrario crecerá y echará raíces y se ramificará,

hasta que sea tan grande que resulte imposible no verlo.

Entonces, sólo

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hasta entonces, la solución o el cambio se harán

inminentes, aunque tal vez serán más complicados y

difíciles. Existen problemas que empezaron como pequeñas

y débiles ramitas y de tanto negarlos, de tanto no querer

verlos, terminaron convirtiéndose en gigantescos árboles.

Así pues, para seguir sosteniéndonos en la negación,

hacemos cosas como justificar, evadir o descalificar la

fuente que nos está informando sobre esa realidad que

no queremos ver; esa fuente puede ser una persona

cercana, un libro, un conferencista, un terapeuta, un

médico, a los cuales

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