Tu Hijo,tu Espejo
zelvaa18 de Marzo de 2013
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Introducción
En mi ciudad natal vivían una mujer y su hija que caminaban dormidas.
Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto en un velo de niebla.
Y la madre habló primero:
—¡Al fin! ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti que destrozaste mi juventud y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía! ¡Tengo deseos de matarte!
Luego la hija habló, en estos términos:
—¡Oh, mujer odiosa, egoísta y vieja! ¡Te interpones entre
mi libérrimo ego y yo! ¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida marchita! ¡Desearía que estuvieras muerta!
En aquel momento cantó el gallo y ambas mujeres despertaron. La madre dijo, amablemente:
—¿Eres tú, tesoro?
Y la hija respondió con la misma amabilidad:
—Sí, soy yo, querida mía.1
1 Gibrán Jalil Gibrán, "Las sonámbulas", en El Loco, Editorial
Orion, México, 1972, pp. 37-38.
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Recuerdo todavía el impacto que este relato causó en mí cuando en la adolescencia lo leí. ¿Sería eso posible? Me pregunté: "¿Podían existir sentimientos como esos entre una madre y una hija o entre un padre y un hijo?". Pero dentro de mi asombro sabía que ese relato mostraba en su más dramática expresión una realidad que de una forma visceral yo intuía.
Luego me convertí en madre y después en psicoterapeuta, y en estos diez años en que he acompañado a tantas madres y padres en un tramo de su andar por la vida he constatado muchas veces que hay una "parte
oculta" en la relación padres-hijos, conformada por una variedad de facetas de la vida de los padres,
proyectadas de manera inconsciente en la vida de sus hijos, proyecciones que se desconocen y se niegan, porque descubrirlas a veces asusta y casi siempre avergüenza.
¿Qué caso tendría entonces adentrarnos en este laberinto? ¿Para qué leer este libro y correr el riesgo de sentir culpa, dolor o vergüenza? La respuesta es simple: de todas maneras sentimos esto en muchos momentos de la relación con nuestros hijos, sobre todo después de esas explosiones donde surgen los sentimientos reprimidos y negados, donde nos agredimos mutuamente y dejamos la marca de esas ofensas que el tiempo casi nunca borra, y que se van acumulando una
sobre otra dañándonos profundamente, tanto a nosotros como a nuestros hijos.
¿No es mejor entonces conocer esa "parte oculta" de nuestra relación? ¿No es mejor saber por qué ese hijo, específicamente él, te saca tan fácil de tus casillas, por qué te desagrada tanto, por qué te es tan difícil amarlo,
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por qué estás empeñado en cambiarlo, por qué lo presionas con tal insistencia para que haga o deje de hacer?
Darte cuenta de qué te pasa con tu hijo te abre la puerta a la posibilidad de un cambio profundo en tu relación con él y a veces, mucho más frecuentemente de lo que te imaginas, darse cuenta transforma, casi en segundos, estos sentimientos de rechazo, rencor y culpa, que pueden resultar devastadores. Muchas veces he sido testigo del profundo cambio de percepción y sentimientos de los padres respecto a sus hijos con el solo hecho de descubrir y reconocer esa "parte oculta". Mientras no la reconozcamos, difícilmente podremos solucionar los problemas de forma real, profunda y permanente, ya que
aun cuando llevemos a cabo cambios de comportamiento, de relación o de comunicación, la sombra de esa "parte oculta" seguirá contaminando y eclipsando cualquier intento de solución.
Vivimos en un mundo con muchos problemas y en el fondo de ellos hay una enorme carencia de amor. Si
quieres aportar algo trascendente a la sociedad y al mundo en el que vives, ofréceles hijos amados, inmensamente amados, porque estarás ofreciendo personas honestas, productivas, buenas y felices.
Te invito pues, únete a todos nosotros, padres y madres que, como tú, estamos dispuestos a descubrir esa "parte oculta" de la relación con nuestros hijos, a correr el riesgo de incomodarnos por un rato si esto nos lleva a vivir mejor y amarnos más. Exploremos esto juntos y divirtámonos mientras lo hacemos.
Mi deseo es que este trabajo contribuya a cultivar y fortalecer el amor entre padres e hijos. Bienvenido seas a
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este libro, escrito para padres valientes como tú. Porque para reconocer la verdad es necesario ser valiente, pero vale la pena, pues la recompensa es enorme. Basta ya de mentirnos, de voltear la cara cada vez que vislumbramos una realidad desagradable. La verdad da sosiego, abre puertas; la verdad nos hace libres.
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1. Las defensas
Para comprender todo este asunto de la "parte oculta" de la relación padres-hijos necesitamos hablar primero de los mecanismos de defensa. Éstos son medios que utilizamos inconscientemente para afrontar las situaciones difíciles, distorsionando, disfrazando o rechazando la realidad y así reducimos la ansiedad. Existen alrededor de trece mecanismos de defensa, sin embargo, para los fines de este libro nos enfocaremos en tres de ellos: la proyección, la negación y la formación reactiva. De esta última hablaré en el capítulo 5.
Si bien todos, en ciertos momentos, utilizamos algún mecanismo de defensa, esto sucede en mínimo grado en las personas psicológicamente sanas y maduras, ya que tienen un muy buen grado de autoconocimiento y manejo de sus propios procesos. De tal manera que mientras más sana es una persona, menos utiliza los mecanismos de defensa y, cuando lo hace, casi siempre es consciente de ello.
Debido a que en este libro revisaremos las diferentes formas de proyección que los padres activamos con nuestros hijos y cómo la negación nos impide reconocerlos, a
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continuación explicaré en qué consisten estos dos mecanismos de defensa que son además muy interesantes.
La proyección es el proceso de atribuir a otros lo que pertenece a uno mismo, de tal forma que aquello que percibimos en los demás es en realidad una proyección de algo que nos pertenece; puede ser un sentimiento, una carencia, una necesidad o un rasgo de nuestra personalidad. Si bien la proyección es un mecanismo que puede ser activado ante cualquier persona, en este libro nos enfocaremos específicamente en la proyección en las relaciones con nuestros hijos.
Pero, ¿es posible que exista una relación donde la proyección no ocurra? La respuesta es no. Mientras vivamos en un cuerpo físico en el planeta Tierra estaremos proyectando. Sin embargo, este mecanismo de defensa no está mal en sí mismo, ya que puede ser un eficaz medio de autoconocimiento, pues los demás funcionan como espejos de cuerpo entero que nos permite ver nuestros rasgos funcionales y disfuncionales, lo cual sería muy difícil identificar de otro modo. Por eso se dice que las personas que nos caen mal son una maravillosa fuente de información para detectar lo que no hemos solucionado dentro de nosotros mismos.
Es importante mencionar que la proyección no sólo aparece en un sentido negativo, es decir, no sólo proyectamos en los otros nuestros conflictos de personalidad, sino también nuestras áreas de luz, de manera que todo eso que te gusta de otra persona es también una proyección de los aspectos bellos y sanos de ti mismo.
Las personas que critican constantemente, que en todo y en todos encuentran un motivo de queja, que perciben
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siempre el punto negro en el mantel blanco, tienen un gran desprecio por sí mismos, una sombra2 tan grande que constantemente la proyectan a su alrededor. Asimismo, quienes ven belleza, bondad y luz en otros están proyectando su propia belleza, bondad y luz.
Otro mecanismo de defensa del que es indispensable hablar es el de la negación. Ésta se refiere a la no aceptación de una realidad que puede ser externa, por ejemplo algo que está sucediendo en la vida de las personas, o interna, como una necesidad, un sentimiento, un deseo o un rasgo de personalidad, los cuales resultan amenazantes y difíciles de reconocer.
Lo primero que necesitas hacer, si quieres cambiar algo, es salir de la negación, ya que es imposible manejar lo que no aceptas ni reconoces. ¿Cómo buscas soluciones a un problema si te aferras a la idea de que dicho problema no existe?
Salir de la negación y reconocer que hay algo que no funciona, que necesita ser cambiado, e incluso reconocer que a veces no puedes solo y que necesitas ayuda, es el primer gran paso, sin el cual no son posibles la curación y el cambio. Después de este paso, por cierto quizás el más difícil, todo lo demás viene casi por añadidura. Pero, ¿por qué es tan difícil reconocer nuestros sentimientos mal llamados "negativos" (los sentimientos no son negativos o positivos, simplemente son), como la envidia, el resentimiento, la ira o el miedo? ¿Por qué es tan difícil aceptar que tenemos un problema, que no
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2 Sombra: término propuesto por Cari G. Jung para referirse a los aspectos indeseables de la personalidad que están fuera de nuestra conciencia.
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bemos cómo resolverlo y que tal vez estemos equivocándonos? Porque casi todos nosotros crecimos dentro de sistemas familiares, escolares y sociales en los que aprendimos que cometer un error es vergonzoso, así como tener un problema y no saber cómo enfrentarlo o necesitar ayuda; todo esto lo vemos como signo de ignorancia, debilidad y por lo tanto preferimos ocultarlo para no sentirnos tontos,
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