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Violencia escolar. Aportes del psicoanálisis


Enviado por   •  11 de Febrero de 2019  •  Trabajos  •  2.602 Palabras (11 Páginas)  •  115 Visitas

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Violencia escolar

Introducción

La violencia, instalada como conducta cotidiana, es uno de los problemas que atraviesan a la institución escolar. La conceptualizamos como toda conducta que lleva al sometimiento, control y/o destrucción del semejante, quien queda impotente ante la agresión sufrida. En este sentido podemos inferir que en la conducta violenta la relación entre agresor y agredido es asimétrica, siendo el agresor el que se posiciona en el lugar de poder (lugar de goce) sometiendo al agredido quién queda en posición deshumanizada, como objeto ( del goce del Otro). Esta particular relación vincular entre agresor y agredido se muestra en una amplia variación de conductas que se manifiestan desde una simple incomodidad y fastidio del agredido, hasta la destrucción física o simbólica del mismo. Y en esta escena que involucra al agresor y al agredido hay alguien que mira…

Presentación del tema

El objeto del presente ensayo es centrar la mirada no solo en los actos violentos protagonizados por los sujetos, sino también en la posición que asumen los espectadores de dichos actos en el ámbito escolar. Muchos niños y adolescentes observan actos crueles de agresión física o psicológica de algún compañero contra un semejante y la reacción muchas veces es fotografiar o filmar esas escenas para hacerlas circular por las redes sociales. Pareciera que esto que obsevan despierta curiosidad y convoca la atención, pero solo para registrar ese hecho curioso. No intervienen para modificar la escena, solo observan, registran y comparten. Por algunos comentarios que hacen se puede inferir que esas escenas no les generan angustia; las sienten naturales y parecen que experimentan cierta satisfacción en poder sacudir la monotonía de lo cotidiano. Para pensar esta cuestión utilizaremos los aportes del psicoanálisis y la sociología.

Aportes del psicoanálisis.

La escena que muestra a alguien como espectador de una agresión hacia otro nos remite al texto freudiano “Pegan a un niño”. Freud escribió ese artículo en 1919 para analiza la génisis de las perversiones sexuales. Describe una secuencia de tres escenas en las que un adulto golpea a un niño. El texto, complejo y rico en contenidos teóricos, aborda conceptos sobre masoquismo y sadismo, perversión, pasaje de lo pasivo a lo activo, Edipo, culpa, superyó, y describe las distintas posiciones identificatorias del espectador de las escenas quién puede ser, alternativamente, el agresor, el agredido y el que mira. Y también analiza los sentimientos del relator de la fantasía en cada una de las escenas.

En el mencionado artículo, Freud relata la fantasía que sus pacientes, tanto hombres como mujeres, expresan en sus terapias: contemplar a un adulto pegando a un niño.

Por las asociaciones de los pacientes Freud logra desplegar esta fantasía en tres escenas. En la primera un adulto le pega a un niño: el paciente no identifica ni al adulto ni al niño y no experimenta angustia ni sentimientos de piedad ante la escena. Casi se diría que solo despierta curiosidad. Las elaboraciones posteriores durante el análisis muestran que ese adulto es un sustituto de la figura paterna y el niño alguien “odiado” por el paciente ( posiblemente por rivalidad o celos por hermanos reales o fantaseados). Esta elaboración lleva a la segunda escena en la que el adulto (padre) es quién pega al niño que esta vez sí es el paciente. Es acá donde Freud señala el cambio de lo sádico de la escena primera a lo masoquista de la segunda en la que el sujeto goza con el castigo que siente merecido. Se opera una vuelta de la pulsión sobre sí mismo, defensa propia del aparato psíquico cuando no se ha establecido la represión primaria. Y continuando con el trabajo elaborativo se llega a la tercera escena, similar a la primera: un adulto pega a un niño. Pero la diferencia fundamental entre la primera y la tercera escena es que en esta última el espectador experimenta angustia y culpa.

Podemos inferir que entre la primera escena y la tercera el sujeto ha atravesado el Edipo y se ha instalado el superyó. Por lo tanto la primera escena está atravesada por el proceso primario, mientras que la tercera es posedípica regida por el proceso secundario, con aparición de la culpa como indicador del superyó. La escena segunda marca el proceso elaborativo entre lo primario y lo secundario.

Entonces la primera escena muestra predominio del proceso primario sin estructuración superyoica en la que se despliega la pulsión de dominio (del agresor) y la pulsión escópica (del espectador) con la satisfacción de la descarga pulsional sin evaluación ética de lo bueno o malo de la escena. En la segunda escena el superyó empieza su estructuración y presenta los momentos primitivos de la formación, teñidos del sadismo manifestado en la primera escena de manera tal que el sujeto goza de ser “castigado” y la agresión recae sobre sí mismo. En la tercera escena el superyó está instalado y el espectador puede sentir angustia, culpa, piedad, necesidad de reparación ( posición neurótica), o puede identificarse con el agresor y experimentar el goce del dominio del semejante, o con el agredido y sentir el goce del sufrimiento ( ambas posiciones perversas).

Esta apretada síntesis nos permite rescatar los momentos constitutivos del aparato psíquico: en la primera escena el aparato está atravesado por la lógica narcisista, por lo pre-genital, momento estructurante en el que prevalece la función materna de sostén libidinal, mientras que en la tercera el psiquismo ha transitado el Edipo y predomina la función paterna que permite la simbolización y el acatamiento a las normas éticas. Y en esta tercera escena el sujeto puede acatar las normas superyoicas y estructurarse como neurótico, o renegar de dichas normas y estructurarse como perverso.

Si analizamos lo elucidado hasta acá podemos pensar que la posibilidad de protagonizar hechos violentos solo va a estar determinada por la historia individual y por las vicisitudes que cada sujeto transita en su singularidad. Pero al hablar del superyó como internalización de normas éticas podemos preguntarnos cuál es el grado de influencia del entorno social y cultural en este proceso de estructuración del sujeto?

Recordemos algunos conceptos psicoanálicos que nos pueden ayudar a pensar esta cuestión.

La función paterna, determinante para la aparición del superyó, permite el acceso a lo simbólico dando sentido al sinsentido de la pulsión, ligando la misma a un objeto que brinde la satisfacción sin producir daño ni al sujeto ni a los semejantes, con lo que dicho objeto empieza a ser “cultural” y no determinado por

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