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ASAMBLEA IGLESIA

coromotogonzalez28 de Marzo de 2014

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ASAMBLEA

Por ser Jehová Dios el Soberano universal, tiene el derecho de decretar que sus siervos se congreguen y de fijar el tiempo y lugar para hacerlo. Toma medidas como estas con la intención de favorecer a sus siervos. En tiempos pasados, las asambleas del pueblo de Dios cumplieron cometidos diferentes, si bien todas contribuyeron a unificarlo, pues todos los presentes escucharon simultáneamente lo mismo. Aquellas asambleas redundaron en muchos beneficios espirituales y con frecuencia fueron ocasiones de gran regocijo.

Términos en hebreo y griego. En la Biblia se emplean diversas expresiones hebreas y griegas para referirse a una reunión. Una muy común en el texto hebreo es `e•dháh, que proviene de la raíz ya•`ádh, cuyo significado es “nombrar; designar”, y por lo tanto se refiere a un grupo de personas reunidas por designación. (Compárese con 2Sa 20:5; Jer 47:7.) Es frecuente que el término `e•dháh se use con referencia a la comunidad israelita en expresiones como “la asamblea” (Le 8:4, 5; Jue 21:10), “la asamblea de Israel” (Éx 12:3; Nú 32:4; 1Re 8:5) y “la asamblea de Jehová” (Nú 27:17).

La palabra hebrea moh•`édh procede asimismo de la raíz `e•dháh y significa “tiempo señalado” o “lugar señalado” (1Sa 13:8; 20:35); se emplea 223 veces en las Escrituras Hebreas, como, por ejemplo, en la expresión “la tienda de reunión” (Éx 27:21) y en relación con las fiestas estacionales. (Le 23:2, 4, 37, 44.) También se utiliza en Isaías 33:20, donde a Sión se le llama “el pueblo de nuestras ocasiones festivas”.

El vocablo hebreo miq•rá´, cuyo significado es “convocación”, procede del verbo raíz qa•rá´ (llamar). Se emplea en Isaías 4:5 con referencia al monte Sión, llamado en este caso “lugar de convocación”. Además, su uso es frecuente por hallarse en la expresión “convocación santa”. (Éx 12:16; Le 23:2, 3.) En dichas convocaciones no se permitía realizar ningún trabajo cotidiano.

Para referirse a reuniones, también se emplea la palabra qa•hál, relacionada con un verbo que significa “convocar; congregar”. (Éx 35:1; Le 8:4.) Suele usarse para designar a la congregación como grupo organizado. A veces se emplea la forma sustantiva qa•hál (congregación) conjuntamente con `e•dháh (asamblea). (Le 4:13; Nú 20:8, 10.) Formas de ambas palabras aparecen en la expresión “congregación de la asamblea de Israel” (heb. qehál `adhath-Yis•ra•´él). (Éx 12:6.)

Entre estos términos hebreos ha de mencionarse también `atsa•ráh, traducido por “asamblea solemne”. Se usa en relación con la fiesta de las cabañas y la Pascua. (Le 23:36; Dt 16:8.)

Para designar reuniones íntimas de diversa índole, se empleaba la palabra hebrea sohdh, que significa “habla confidencial; intimidad”. (Sl 83:3; Job 29:4.) En el Salmo 89:7 se traduce por “grupo íntimo” en el siguiente contexto: “A Dios ha de tenérsele respetuoso temor en medio del grupo íntimo de santos; él es grande e inspirador de temor sobre todos los que están a su alrededor”.

La palabra griega ek•kle•sí•a (de ek, “fuera de”, y kle•sis, “llamada”) se suele utilizar en la Septuaginta para traducir el término hebreo qa•hál (congregación) y a veces `e•dháh (asamblea), aunque para esta última también se emplea la voz griega sy•na•go•gue (“juntamiento”; de syn, “juntamente”, y á•go, “traer”). Por lo general, en las Escrituras Griegas Cristianas ek•kle•sí•a se traduce por “congregación”, y es así como se vierte en Hechos 7:38, donde se usa con referencia a la congregación de Israel. La palabra sy•na•go•gue aparece en Hechos 13:43 (“asamblea de la sinagoga”) y en Santiago 2:2 (“reunión”). Finalmente, la palabra griega pa•ne•gy•ris (de pan, “todo”, y a•go•rá, que designa a cualquier clase de asamblea), se traduce en Hebreos 12:23 por la expresión “asamblea general” (NM; BAS; Mod; Str, 12:22).

En las Escrituras hay bastantes referencias relacionadas con asambleas de carácter constructivo en sentido espiritual, aunque también se habla de asambleas con una intención inicua o injusta. Por ejemplo, para denominar a los partidarios del rebelde Coré se usó la expresión “su entera asamblea”. (Nú 16:5.) En una de sus oraciones a Jehová, David dijo: “La mismísima asamblea de los tiránicos ha buscado mi alma”. (Sl 86:14.) También, cuando Demetrio el platero instigó a la gente de Éfeso para que se opusiese a Pablo, “unos gritaban una cosa y otros otra; porque la asamblea estaba en confusión, y la mayoría de ellos no sabía por qué razón se habían reunido”. (Hch 19:24-29, 32.)

Por otra parte, debe decirse que el orden era la nota predominante durante las reuniones del pueblo de Jehová; eran asambleas que gozaban de un apoyo masivo, así como ocasiones de provecho espiritual que solían proporcionar gran regocijo.

En armonía con las instrucciones que Dios les había dado, Moisés y Aarón reunieron en Egipto a todos los ancianos de Israel, les expusieron todas las palabras de Jehová, ejecutaron señales y el pueblo creyó. (Éx 4:27-31.) Más tarde, como había ordenado Dios, el pueblo se reunió al pie del monte Sinaí (Horeb) y allí vivió una impresionante experiencia, pues llegó a ser testigo de la presentación de la Ley. (Éx 19:10-19; Dt 4:9, 10.)

Jehová le mandó a Moisés en el desierto que hiciese dos trompetas de plata que se usarían para convocar a la asamblea y para levantar el campamento. Si se tocaban ambas, toda la asamblea acudiría a la convocación, mientras que si solo se hacía tocar una, acudirían únicamente los principales de Israel. El lugar concertado para reunirse era a la “entrada de la tienda de reunión”. (Nú 10:1-4; Éx 29:42.) Tiempo después, por voluntad de Jehová, los israelitas se reunieron con regularidad en el templo de Jerusalén con motivo de las tres grandes fiestas anuales. (Éx 34:23, 24; 2Cr 6:4-6.)

Asambleas representativas. En ciertas convocatorias, al pueblo de Israel podían representarlo “los principales de la asamblea” (Éx 16:22; Nú 4:34; 31:13; 32:2; Jos 9:15, 18; 22:30), o los “ancianos”. (Éx 12:21; 17:5; 24:1.) Cuando había que dirimir casos judiciales, un determinado grupo de personas se reunía a la entrada de la ciudad. Una vez reunidos, allí o en cualquier otro lugar, la decisión no se tomaba por procedimientos democráticos, sino, más bien, ancianos respetados imbuidos de un espíritu teocrático sopesaban los hechos a la luz de la ley divina y entonces exponían su decisión. (Dt 16:18; 17:8-13.) De modo parecido, cuando se producían casos de igual naturaleza, a la congregación cristiana primitiva la representaban aquellos a quienes el espíritu santo había colocado en puestos de responsabilidad. (Hch 20:28.) En Israel toda la asamblea podía tomar parte en la ejecución de la pena capital si el mal cometido exigía su aplicación. (Le 24:14; Nú 15:32-36; Dt 21:18-21.)

Asambleas generales. Las asambleas generales celebradas en Israel solían ser fiestas religiosas, asambleas solemnes (2Cr 34:29, 30; Joe 2:15) o acontecimientos de importancia nacional sobre los que en ciertas ocasiones informaban al pueblo corredores que iban anunciando la convocación. (1Sa 10:17-19; 2Cr 30:6, 13.) El sábado semanal era un día de “descanso completo, una convocación santa” (Le 23:3), un día dedicado a la consideración de la Palabra de Dios, como más tarde se hizo en las sinagogas, donde ‘Moisés era leído en voz alta todos los sábados’. (Hch 15:21.) También se conmemoraban la observancia de la luna nueva (Nú 28:11-15), el día del toque de trompeta (Nú 29:1-6), el Día anual de Expiación (Le 16), la Pascua (en conmemoración de la liberación de Israel del cautiverio egipcio; Éx 12:14) y, tiempo después, la fiesta del Purim (en conmemoración de la liberación de los judíos de la amenaza de aniquilación en el Imperio persa; Est 9:20-24), así como la fiesta de la dedicación (en recuerdo de la rededicación del templo, celebrada el 25 de Kislev del año 165 a. E.C.; Jn 10:22, 23). Aparte de estas, había otras tres “fiestas periódicas de Jehová” de carácter anual: la fiesta de las tortas no fermentadas, la fiesta de las semanas (después llamada Pentecostés) y la fiesta de las cabañas. (Le 23.) Sobre estas tres fiestas, Dios había decretado: “En tres ocasiones del año se presentará todo varón tuyo delante del rostro del Señor verdadero, Jehová”. (Éx 23:14-17.) En reconocimiento del gran valor espiritual de estas celebraciones, muchos varones israelitas procuraban asistir a ellas con toda su familia. (Lu 2:41-45.) Además, Moisés especificó que cada siete años, los hombres, las mujeres, los niños y los residentes forasteros de Israel debían congregarse durante la fiesta de las cabañas en el lugar que Dios escogiese, ‘a fin de que escucharan y a fin de que aprendieran, puesto que tenían que temer a Jehová su Dios y cuidar de poner por obra todas las palabras de la ley’. (Dt 31:10-12.) Por consiguiente, se ve que se dispusieron medios para que los israelitas se reunieran con mucha frecuencia y examinaran juntos la Palabra de Dios y sus propósitos. (Véase FIESTA.)

Terminada la construcción del templo, Salomón convocó una gran asamblea en Jerusalén con el objeto de dedicar aquel impresionante edificio. La asamblea se extendió por varios días, y cuando se dio por terminada, el pueblo se marchó gozoso y “sintiéndose bien en el corazón por el bien que Jehová había ejecutado para con David y para con Salomón y para con Israel su pueblo”. (2Cr 5:1–7:10.)

Para las multitudes que se congregaban en el templo con objeto de celebrar las fiestas

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