CULTURA AFRICANA
feduardos3 de Febrero de 2014
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CULTURA AFRICANA:
La historia de África y su evolución económica y social no es unitaria. Los contactos entre pueblos han sido escasos debido a la dificultad de las comunicaciones, especialmente entre el norte y el sur.
Tanto el desierto del Sáhara como la selva ecuatorial, este hecho ha supuesto importantes barreras para los pueblos.
En el norte, en la costa mediterránea, hubo grandes imperios, entre los que destacamos el de Egipto, Cartago, Roma y el Islam, en contacto con las civilizaciones occidentales.
En el Sahel hubo, también, grandes imperios que dominaron parte de la zona, aunque no fueron simultáneos, y cuando lo fueron no hubo frontera común. Fue en la región del Níger donde se dio una mayor continuidad de imperios.
El norte fue dominado por fenicios, egipcios, cartagineses, romanos y el islam, con lo que su cultura entra plenamente dentro de la órbita europeo-mediterránea.
Al sur del Sáhara, en el Sahel, se desarrollan los imperios de:
Ghana, en la región occidental de Sudán; entre el río Senegal y el lago Chad. Ghana era un reino rico que se beneficiaba de un clima más húmedo que el actual.
Otra característica de este reino es que disfrutaba de la paz que suponía estar aislado de las grandes potencias europeas.
Este imperio se mantuvo desde el siglo VIII hasta el siglo XIII.
Los momentos de mayor plenitud corresponden a los siglos IX y X.
Sus ciudades más importantes son Tomboctú y Gao.
Otro gran imperio es el de Malí, que se desarrolla aproximadamente en la misma zona desde el siglo XI hasta el siglo XIV. Su apogeo fue en el siglo XIII.
Tras la caída del imperio de Malí aparece en la misma región el imperio de Songhay. Su dominio va desde el siglo XV hasta el siglo XVI.
Además de estos grandes imperios, hay otros reinos estacados como: el de Kanem-Bornu en el Sudán central hacia el siglo VII, el reino de Benín en la costa de Guinea a la derecha del Níger, en el siglo XII, el reino del Congo en la desembocadura del río Congo, hacia el siglo XIV, el reino de Zimbabue-Monomotapa al sur del río Zambeze, cerca de la costa índica, desde el siglo XI al XVII y algún otro menos importante.
Sin embargo, estos reinos e imperios no lograron imponer su cultura en toda la región, y mientras ellos tenían florecientes civilizaciones, e incluso conocían la escritura, otros pueblos vecinos estaban aún en el neolítico, y así permanecieron hasta el siglo XX.
Teniendo como premisas la convivencia y la integración, descubrimos el arte africano en su contexto y observamos que sustenta una religión primitiva que es al mismo tiempo fe y cultura. Sus fundamentos son el respeto a la naturaleza como madre que nos alimenta y a los antepasados como garantía de pervivencia.
CULTURA AFRICANA:
África está dividida en una multitud de culturas variadas, en las que cada una tiene su religión, sus cultos y su estilo artístico propio.
Los antepasados son un poco la base de la familia y de la sociedad africana. Toda África subsahariana está dividida en grupos: las etnias. Éstas tienen en común una cultura y un idioma.
Aún así, podemos destacar una serie de elementos que son comunes a muchas de ellas como, por ejemplo, el culto a los antepasados mediante tallas y la utilización de máscaras en rituales, etc.
Para entender bien un objeto de arte tradicional hay que entender que el arte africano no es decorativo sino funcional, por lo que sirve para algo en concreto.
Desde un punto de vista estilístico, la mayoría de los objetos de arte tradicionales de África tienen elementos en común, como son las representaciones frontales y las formas geométricas. Además, las proporciones en las figuras no suelen ser realistas ya que la cabeza suele ser muy grande en relación con el cuerpo.
Hay que tener en cuenta que un objeto de arte tradicional es el resultado de un trabajo muy cuidadoso, realizado por un escultor experto.
Los artesanos africanos trabajan sin bocetos, desde el principio, tienen una percepción completa del objeto acabado.
Al terminar su largo aprendizaje, saben como hacer para no eliminar nada que pudiera servir, ni siquiera por accidente.
Además, como la mayoría de las esculturas son monolíticas, es decir talladas en un único trozo de madera, sería poco lógico tener que añadir una pieza de madera a este bloque.
Uno de los objetos más importantes en el arte africano es la máscara. Una máscara no es solo una escultura de madera. La máscara cumple el papel de un personaje completo que se mueve, baila, se comporta de una manera peculiar y tiene su propio carácter.
De forma general, no se ve el cuerpo de la persona que baila.
Para entender bien el significado de cada máscara debemos conocer su contexto original, el fin para el que ha sido creada.
- Unas se encargan de mantener el buen desarrollo de las ceremonias, llegando incluso a ser violentas y castigar a una persona que no cumple con su deber ritual o a otra persona que no tiene derecho a estar en la asamblea.
- Otras máscaras cumplen la función de divertir, son graciosas.
- La función de una máscara puede también ser la de tranquilizar a la gente. Por ejemplo, en la etnia Dan de Liberia tiene una máscara que es utilizada en la “escuela del bosque” para tranquilizar a los niños que están a punto de ser iniciados.
Gran parte del arte africano es religioso, por lo que es muy común rodear la actividad del escultor de un ritual. En África, el árbol suele ser considerado un elemento vertical que sirve de transición entre el mundo terrestre y el mundo celeste. Por este motivo, se piensa que los árboles son la residencia de los espíritus. Cuando la escultura está destinada a ser habitada por un espíritu, como una máscara o una figura de un antepasado, hay que evitar que las dos fuerzas entren en conflicto. Esto se logra mediante un ritual que puede cambiar según las etnias.
La población de ancestro africano, descendiente de los esclavos traídos por los comerciantes ingleses, franceses, holandeses, portugueses y españoles durante la colonia, se concentra principalmente en el Caribe y Brasil, pero es también importante en México, Centroamérica, Venezuela, las Guayanas, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. Los esclavos trabajaban fundamentalmente en las minas o en las plantaciones de azúcar y algodón, y como empleados domésticos en todas las grandes casas coloniales. Su presencia tiene hasta hoy un papel central en las formaciones culturales de América Latina.
Por su claro conflicto de intereses con los colonizadores, los esclavos participaron activamente en los procesos de independencia de los siglos XVIII y XIX, pero fueron luego menospreciados como "incultos" por los gobiernos criollos, que no hicieron mucho por mejorar la situación social de los descendientes de esclavos, aunque poco a poco declararon la libertad oficial durante el siglo XIX. Es necesario destacar la importancia de la independencia haitiana en 1791-1804, como antecedente de todas las revoluciones de independencia del resto de América Latina en el siglo XIX. En todas las colonias ibéricas hubo también importantes movimientos de rebelión de esclavos desde el siglo XVI, que contribuyeron a crear el clima independentista posterior. Un caso paradigmático fue el establecimiento del primer pueblo libre de América en México, "San Lorenzo de los negros". En 1609, esta ciudad se convirtió en enclave de esclavos libertos gracias a la rebelión liderada por Yanga, cuyo espíritu y energía son tan respetados que el pueblo recibió su nombre (hoy se llama "Yanga", en el estado de Veracruz). Tales movimientos hicieron que en México se declarara la libertad de los esclavos desde 1829, más de treinta años antes que en los Estados Unidos. Además, generales clave en la lucha independentista mexicana, como José María Morelos y Vicente Ramón Guerrero, eran de ancestro africano. [1]
Desde el siglo XIX, las constituciones nacionales de los países hispanoamericanos decretaron la igualdad de todos los habitantes sin importar su origen étnico. Muchos de estos países eliminaron las clasificaciones raciales poniendo a toda la población bajo un solo rótulo oficial: todos los habitantes eran mestizos. El cubano José Martí, por ejemplo, en su influyente ensayo titulado "Nuestra América" (1891), afirmaba que aquí: "no hay odio de razas porque no hay razas". La percepción del racismo, entonces, es bastante diferente entre Estados Unidos y América Latina, como lo evidencia Peter Winn en su libro Américas (Berkeley: U of California P. 1999):
Esta mezcla marca una diferencia fundamental en las relaciones entre grupos étnicos en estos países, y muchos latinoamericanos afirman con orgullo que no son racistas. Sin embargo, la mentalidad hispanista o europeizante, que privilegia los valores, costumbres y tipos fisionómicos caucásicos, ha mirado con desprecio las tradiciones africanas y las poblaciones de piel oscura. Como dice Winthrop R. Wright en Café con leche : Race, Class, and National Image in Venezuela (Austin: University of Texas Press, 1990):"café con leche, sí, pero con más leche que café", es decir, se celebra la mezcla de razas y pigmentaciones de la piel, pero se prefieren los colores claros.
Establecer una identidad nacional mestiza fue un medio útil para eliminar prácticas segregacionistas como las que hubo en la América anglosajona hasta mediados del siglo XX, pero hizo invisible la marginación práctica que había
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