Día de muertos y Halloween
andreaalvarezrosTesis25 de Octubre de 2012
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Día de muertos y Halloween
Introducción
Durante el mes de octubre todo México se ve invadido por un ambiente que nos invita a
una extraña celebración: festejar la muerte. El mercadeo nos llena de imágenes de
muertos, vampiros, brujas, calabazas y altares de muertos. Los mercados están llenos de
mercancía que sólo se encuentra en ésta época: calaveras, ataúdes, velas, máscaras. Se
aproxima el Halloween, y los “Días de Todos los Santos y Los Fieles Difuntos”.
Es una extraña celebración, pero en México es una de las celebraciones más importantes
del año de acuerdo al calendario católico. Según los datos del INEGI relativos al censo
del 2000, el 92% de la población de 5 y más años es católica1, por lo que podemos
inferir que no sólo es una fiesta muy importante, sino definitiva en la idiosincrasia y la
identidad cultural y religiosa de nuestro país.
Objetivo
Como mexicanos, no rechazamos la tradición, pero como cristianos tenemos un Dios
que nos instruye sobre la dualidad de nuestra estancia en esta mundo: estamos en él,
pero no le pertenecemos [Evangelio según San Juan 15.19], lo que nos obliga a
investigar las costumbres y tradiciones que forman parte de nuestra cultura para no
seguirlas como a “guías ciegos” y caer en los abismos a los que nos llevan [Evangelio
según san Mateo 15.14]. Este es el propósito del presente ensayo.
El día de muertos en perspectiva
Las celebraciones mortuorias en México tienen casi 4,000 años de antigüedad. Con tan
largo historial, es natural que haya varios factores y actores involucrados, y por ende,
varios puntos de vista que considerar.
Según la Iglesia Católica
En el año 835 el Papa Gregorio IV instituye la fiesta de Todos los Santos para
celebrarse el 1º de noviembre. En cuanto a la celebración de los Fieles Difuntos, parece
que ésta se introduce en el rito católico-romano hasta el siglo X. Ésta última tiene el
propósito de conmemorar a las almas en el purgatorio, pidiendo a los Santos que
intercedan por ellos para alcanzar la paz. También se pide a las almas que están en el
cielo que intercedan por los vivos.
Según la tradición popular
Según la creencia popular, el 1º de noviembre se dedica a los “muertos chiquitos” o
“angelitos”, es decir, a los que murieron siendo niños. El día 2 de noviembre, a los
fallecidos en la edad adulta.
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Fuente: INEGI. Estados Unidos Mexicanos. Censos Generales de Población, 1950 al 2000
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En algunos lugares del país el 28 de octubre corresponde a las personas que murieron a
causa de un accidente. En cambio, el 30 de octubre se espera la llegada de las almas de
los “limbos”, o niños que murieron sin haber recibido el bautizo católico.1
Según la tradición prehispánica
La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos se ha mezclado con la
conmemoración del día de muertos que los indígenas celebraban desde tiempos
prehispánicos. Los antiguos mexicanos, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas,
totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus
muertos al calendario cristiano.
Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto
y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los
productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda.
El Día de Muertos, como culto popular, es un acto que lo mismo lleva al recogimiento
que a la oración o a la fiesta; sobre todo esta última en la que la muerte y los muertos
deambulan y hacen sentir su presencia cálida entre los vivos.
La ofrenda que se presenta los días primero y dos de noviembre constituye un homenaje
a un visitante distinguido, pues el pueblo cree sinceramente que el difunto a quien se
dedica habrá de venir de ultratumba a disfrutarla.
El día de muertos en retrospectiva
La cultura mexicana tiene su más añeja festividad en la celebración de día de muertos.
Se reconoce que lo particularmente mexicano no radica en el desprecio sino en su
valoración. Ahora sigue asombrando el símbolo, pero más que por sus contenidos por su
abrumadora presencia en diferentes esferas sociales, rurales y urbanas.
Época prehispánica
En México, las ceremonias rituales dedicadas a los muertos se practican desde antes de
la llegada de los españoles a tierras mesoamericanas, el culto data por lo menos desde
1800 antes de nuestra era. Dentro de la cosmogonía de las culturas del centro de
México, se encontraban las fiestas para la celebración de los muertos. La muerte fue,
para muchos de los pueblos mesoamericanos, de gran importancia dentro de su sistema
de creencias. Al respecto algunas fuentes como Fray Durán, Torquemada, Sahagún y
Krickeberg, señalan que en el calendario mexica el cual constaba de 18 meses, los
meses noveno y décimo denominados Tlaxochimaco y Xocolhuetzi respectivamente,
estaban dedicados a la celebración del día de los muertos chiquitos, el primero y de los
grandes, el último.
Jurado y Camacho en su tesis de 1995 sobre el Xantolo, nos dicen que son 8 los meses
en el calendario azteca que estaban relacionados con festividades en honor a los
muertos. De entre ellas, el treceavo mes, o Quecholli, era el mes que se festejaba a los
dioses del "infierno", en estas fiestas hay referencias de rituales sobre los sepulcros.
Cabe mencionar que esta festividad coincide en fecha con la de Todos Santos y los
Fieles Difuntos del calendario católico.
El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional presidida entonces por Joseph Ratzinger publicó un documento
subrayando que la existencia del “Limbo de los Niños” no es una verdad dogmática, sino una hipótesis teológica, dejando como un
misterio el destino de los niños sin bautizar.
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Los mexicas suponían que había tres lugares a donde se dirigían los difuntos según el
tipo de muerte y no por la conducta en esta vida. Así, tenemos que el lugar
denominado Mictlán, lugar de los muertos descarnados o inframundo, era concebido
como un lugar poco favorable donde se iban las almas no elegidas por los dioses, quizás
por eso los españoles le dieron la traducción de infierno. Este lugar estaba conformado
por nueve planos o pisos terrestres los cuales eran recorridos por los difuntos para poder
llegar al noveno y último piso que era el lugar de su eterno reposo denominado
obsidiana de los muertos. El segundo lugar llamado Tlalocan o paraíso de Tlaloc. El
tercer lugar estaba conformado por Cihuatlampa, también conocido como cielo, ya que
los difuntos iban donde se encuentra el sol.
El viaje al Mictlán era largo, por eso los muertos necesitaban comida y diversos objetos
en sus tumbas: cruzaba un río, atravesaban dos cerros que chocaban entre sí y luego el
camino de la culebra, el de la lagartija verde, los ocho páramos, los ocho collados, el
lugar del viento de navajas de obsidiana y el río Chiconauapan, hasta llegar al noveno
nivel del inframundo, el Mictlán. Un perro guiaba el alma del muerto, al cabo de unos
años, el alma, como el recuerdo de los vivos, se disolvía.
El México colonial
En el año de 1521, México fue conquistado por los españoles. Nuevas ideas acerca de la
muerte se implantaron. La ideología de los conquistadores, sustentada en el catolicismo,
modificó ritos y cosmovisiones.
La idea de una prolongación de la vida más allá de la muerte se mantuvo pero
sustancialmente distinta. Las dos regiones a las que iban los muertos en la mitología
mexica fueron sustituidas por los conceptos del cielo y el infierno. El destino del alma
se determinó respecto a las obras en vida, no de acuerdo al tipo de muerte. Apareció un
nuevo dios que premiaba o castigaba estas obras.
De los ritos funerarios mexicas, la cremación y el entierro, sólo sobrevivió el entierro, y
se prohibió cremar los cuerpos, debido a que se destruía el cuerpo, tan necesario para el
juicio final.
Con los españoles llegaron también las nuevas fechas para los rituales de la muerte: el
1º y 2 de noviembre, que venían a sustituir a las dos fiestas indígenas dedicadas a los
muertos: la Miccahitontli o Fiesta de los Muertecitos, celebrada el noveno mes del
calendario náhuatl; y la Fiesta Grande de los Muertos, del décimo mes del año.
Pero si bien es cierto que la nueva concepción se impuso, muchos de los ritos antiguos
se mantuvieron, otros se amalgamaron a los hispanos y esta mezcla de elementos
culturalmente distintos, dio origen a un nuevo culto, a una ceremonia mortuoria
derivada del sincretismo.
El México actual
El sincretismo entre costumbres españolas e indígenas dio origen a lo que actualmente
constituye la Fiesta de Día de Muertos. Las variantes rituales son muchas, sin embargo,
todas ellas giran alrededor
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