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EL CAMINO DE LA PROSPERIDAD


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2022  •  Monografías  •  17.262 Palabras (70 Páginas)  •  72 Visitas

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EL CAMINO DE LA PROSPERIDAD

JAMES ALLEN

PUBLICADO: 1901

FUENTE: PROJECT GUTENBERG

TRADUCCIÓN: ELEJANDRÍA

CONTENIDO

La lección del mal      2

El mundo es un reflejo de los estados mentales      6

La salida de las condiciones no deseadas      11

El poder silencioso del pensamiento: Controlar y dirigir las propias fuer zas      20

El secreto de la salud, el éxito y el poder      27

El secreto de la felicidad abundante      35

La realización de la prosperidad      40

LA LECCIÓN DEL MAL

El malestar, el dolor y la pena son las sombras de la vida. No hay corazón en todo el mundo que no haya sentido el aguijón del dolor, no hay mente que no haya sido sacudida en las oscuras aguas de los problemas, no hay ojo que no haya llorado las calientes y cegadoras lágrimas de una angustia indecible.

No hay hogar en el que los Grandes Destructores, la enfermedad y la muerte, no hayan entrado, separando corazón de corazón, y arrojando sobre todo el oscuro manto de la tristeza. En las fuertes y aparentemente indes tructibles mallas del mal todos están más o menos atrapados, y el dolor, la infelicidad y la desgracia esperan a la humanidad.

Con el objeto de escapar, o de mitigar de algún modo esta penumbra que los ensombrece, los hombres y las mujeres se precipitan ciegamente en in numerables artimañas, senderos por los que esperan cariñosamente entrar en una felicidad que no pasará.

Así son el borracho y la ramera, que se deleitan en las excitaciones sen suales; así es el esteta exclusivo, que se aparta de las penas del mundo, y se rodea de lujos enervantes; así es el que tiene sed de riqueza o de fama, y subordina todas las cosas a la consecución de ese objeto; y así son los que buscan consuelo en la realización de ritos religiosos.

Y a todos parece llegarles la felicidad buscada, y el alma, durante un tiempo, se ve arrullada por una dulce seguridad y un embriagador olvido de la existencia del mal; pero al final llega el día de la enfermedad, o alguna

gran pena, tentación o desgracia irrumpe repentinamente en el alma no for talecida, y el tejido de su supuesta felicidad se hace jirones.

Así, sobre la cabeza de toda alegría personal pende la espada Damocle tiana del dolor, lista, en cualquier momento, para caer y aplastar el alma de quien está desprotegido por el conocimiento.

El niño llora por ser hombre o mujer; el hombre y la mujer suspiran por la felicidad perdida de la infancia. El pobre se resiente de las cadenas de la pobreza con las que está atado, y el rico a menudo vive con miedo a la po breza, o recorre el mundo en busca de una sombra esquiva que llama felicidad.

A veces, el alma siente que ha encontrado una paz y una felicidad segu ras al adoptar una determinada religión, al abrazar una filosofía intelectual o al construir un ideal intelectual o artístico; pero alguna tentación abrumado ra demuestra que la religión es inadecuada o insuficiente; la filosofía teórica

se revela como un puntal inútil; o en un momento, la estatua idealista en la que el devoto ha estado trabajando durante años, se rompe en fragmentos a sus pies.

¿No hay, entonces, ninguna forma de escapar del dolor y la pena? ¿No hay medios para romper los lazos del mal? ¿Es la felicidad permanente, la prosperidad segura y la paz duradera un sueño insensato?

No, hay un camino, y lo digo con alegría, por el cual el mal puede ser matado para siempre; hay un proceso por el cual la enfermedad, la pobreza, o cualquier condición o circunstancia adversa puede ser puesta a un lado para no volver nunca más; hay un método por el cual una prosperidad per manente puede ser asegurada, libre de todo temor del retorno de la adversi dad, y hay una práctica por la cual la paz y la dicha ininterrumpidas e inter minables pueden ser participadas y realizadas.

Y el comienzo del camino que conduce a esta gloriosa realización es la adquisición de una correcta comprensión de la naturaleza del mal.

No basta con negar o ignorar el mal; hay que comprenderlo. No basta con rezar a Dios para que elimine el mal; hay que averiguar por qué está ahí, y qué lección tiene para ti.

No sirve de nada preocuparse y quejarse de las cadenas que te atan; debes saber por qué y cómo estás atado. Por lo tanto, lector, debes salir de ti mis-

mo y comenzar a examinarte y comprenderte.

Debes dejar de ser un niño desobediente en la escuela de la experiencia y empezar a aprender, con humildad y paciencia, las lecciones que se han es tablecido para tu edificación y perfección final; porque el mal, cuando se entiende correctamente, se encuentra que no es un poder o principio ilimita do en el universo, sino una fase pasajera de la experiencia humana, y por lo tanto se convierte en un maestro para aquellos que están dispuestos a aprender.

El mal no es una cosa abstracta fuera de ti; es una experiencia en tu pro pio corazón, y examinando y rectificando pacientemente tu corazón serás conducido gradualmente al descubrimiento del origen y la naturaleza del mal, que será seguido necesariamente por su completa erradicación.

Todo mal es correctivo y reparador, y por lo tanto no es permanente. Tie ne sus raíces en la ignorancia, la ignorancia de la verdadera naturaleza y re lación de las cosas, y mientras permanezcamos en ese estado de ignorancia, seguiremos sujetos al mal.

No hay ningún mal en el universo que no sea el resultado de la ignoran cia, y que no nos llevaría, si estuviéramos preparados y dispuestos a apren der su lección, a una sabiduría más elevada, y luego se desvanecería. Pero los hombres permanecen en el mal, y éste no desaparece porque los hom bres no están dispuestos o preparados para aprender la lección que vino a enseñarles.

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