El Desafío De Los Migrantes: Una Respuesta Desde Aparecida

El Desafío de los migrantes: una respuesta desde Aparecida

Por José Ignacio Maritano, 5to año Derecho, P.Universidad Católica

Quien haya estado en el centro de Santiago, en especial la Plaza de Armas y sus alrededores, habrá notado algo que ya parece ser un hecho evidente: nos hemos transformado en un país de migrantes. Y probablemente cada vez lo seremos más. El “boom” migratorio que hemos apreciado en Chile es un gran desafío, ciertamente en las políticas públicas, pero ante todo es un gran desafío humano. Nuestras respuestas ante esta realidad serán la vara para entender como entendemos conceptos como el desarrollo nacional, tantas veces vinculado sólo a un aspecto económico.

Pues bien, las cifras de hace diez años nos dicen que la mayoría de los inmigrantes que llegan a nuestro país son sudamericanos (en especial peruanos, ecuatorianos, colombianos y bolivianos), son jóvenes (33% entre 15 y 29 años), mujeres (55%), se encuentran en Santiago (63%), y vienen a Chile como empleados u obreros (48%) o a trabajar en servicio doméstico (34%). Estas son las cifras oficiales, y hemos de pensar que en diez años esta realidad se ha acentuado.

La realidad de los inmigrantes la mayoría de las veces implica grandes esfuerzos personas y familiares, separaciones físicas y afectivas para conseguir mejores oportunidades que no siempre están a la mano, y como si no hubiera suficiente drama en estas situaciones, habría que agregar la discriminación a la cual son sometidos muchas veces, la estigmatización alimentada por algunos medios de comunicación social y una severa política de Estado. Como decía un funcionario de gobierno hace unos días en televisión, la sanción para cualquier inmigrante que haya ingresado al país de forma irregular, es la expulsión inmediata.

Ante esta realidad humana, que por eso no nos es ajena, ¿cómo nos interpela la fe en Cristo? ¿Cómo se integra a un orden social cristiano? ¿Qué nos dice nuestra Iglesia?

El año 2007 los obispos latinoamericanos y del Caribe se reunieron en el Santuario de Aparecida, Brasil, en el contexto de la V Conferencia del CELAM, para discernir nuestra respuesta a los tiempos que vivimos y sus actuales desafíos. En el documento magisterial que de allí surgió, y que me parece que a cinco años de su existencia aún no ha sido recibido y aplicado en plenitud, se dan claves importantes en esta materia.

En el capítulo 8, titulado “Reino de Dios y promoción de la dignidad humana”, y dentro de éste en el epígrafe “Rostros sufrientes que nos duelen”, se trata en específico el tema de la migración y los migrantes. Reconociendo el aumento de la migración como un hecho “nuevo y dramático”, y apuntando a la necesidad de acompañamiento, señalan nuestros obispos:

“Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los migrantes. Hay millones de personas concretas que, por distintos motivos, están en constante movilidad. En América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas económicas, políticas y de violencia.”

También se alude al hecho de que nuestra propia Iglesia no reconoce fronteras, y que, en su universalidad, debe atender a la realidad de la migración de una forma decidida, incorporándola en los lineamientos diocesanos y nacionales, debiendo desarrollar para ello una mentalidad y espiritualidad al servicio de los migrantes:

“La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores.

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