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Es Que No Me Comprenden!


Enviado por   •  21 de Abril de 2013  •  3.094 Palabras (13 Páginas)  •  208 Visitas

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“¡Es que no me comprenden!”

A medida que el hijo se acerca a la adolescencia adquiere más independencia. Es indispensable mantenerse emocionalmente cercano a él, pues ya no es el niño de siete años que corría a las faldas de la mamá y jugaba con el papá.

El preadolescente está buscando un poco de independencia, está buscando entender y ver la vida de forma distinta.

El hecho de que sea difícil estar emocionalmente cercano al hijo en esta etapa no quiere decir que no sea importante. Es igualmente importante que en los años anteriores, incluso más importante todavía; ellos están por llegar a una etapa de la vida que tiene sus complejidades y por eso, más que nunca, debemos estar cerca de ellos y ser sus amigos.

Cuando eran niños esto era muy fácil, el papá era el todo para ellos; pero al llegar a la pre adolescencia, lo que quieren es tener amigos, ser socialmente aceptados e identificarse con algún grupo. Esto torna la relación padre-hijo un poco más difícil y el preadolescente comienza a pasar más tiempo solo en su cuarto. Esto vuelve la comunicación más difícil.

En la medida en que las actividades de la escuela, los nuevos intereses y la vida social exitosa se vuelven más importantes, el hijo va a buscar mayor privacidad y, en su mente inmadura, considerará la relación con usted como menos importante. Sin embargo, usted sigue representando la base en el hogar y la principal fuente de protección, amor y paciencia que él necesita.

No debemos tomar como algo personal el hecho de que nuestro hijo adolescente busque estar a solas durante algún momento; es normal que se aparte, debemos aprender a respetarlos. Los niños en esta edad necesitan mucho más amor y comprensión, pero llegan a un punto en que difícilmente se comprenden ellos mismos, sus valores cambian un poco y empiezan a identificarse a sí mismos ante la vida.

Si la conexión entre el padre y el hijo permanece a esta edad, el hijo tendrá más seguridad, la cual fortalecerá su entereza, necesaria para salir adelante en los retos de la vida.

Más que nunca, los padres de familia debemos ingeniárnosla para tener una comunicación cercana con nuestros hijos y al mismo tiempo aceptar que ya no hay una dependencia absoluta del hijo hacia el padre.

Hay que saber respetar sus momentos de privacidad, pero también hay que tener la sagacidad y sabiduría para estar cerca de ellos, para que el día de mañana no sean unos desconocidos para nosotros, ni nosotros alguien lejano a ellos.

Muchos padres cometen este gravísimo error y les dicen a sus hijos: “Ya no eres un niño, arreglártelas tú solo. Vete a jugar con tus amigos, no te quiero cerca de mí. Debo atender a tu hermano más chico.” Nunca debemos dejar solos a nuestros hijos.

El hijo preadolescente puede actuar como si el deseo del padre de guiarlo, no fuera bienvenido ni necesario, e incluso, al percibirlo puede sentirse avergonzado. En ese momento, los niños comienzan a confiar más en sus compañeros y solicitan tener espacio y privacidad.

Por ello, usted puede esperar que la puerta de la habitación de su hijo permanezca cerrada más tiempo, lo cual no significa que se deba perder la conexión emocional por completo.

Si usted, como padre, pierde la conexión emocional con su hijo en esta etapa, no va a ser ninguna influencia en su vida, lo cual es un error que podría lamentarse gravemente.

La búsqueda de independencia en la preadolescencia es natural, así sucede con todo ser humano; hay que dar cierta independencia, pero no hay que perder ese lazo emocional que debe permanecer en los años posteriores.

El padre y la madre deben ser la mejor y principal influencia para los hijos, no puede ser posible que los amigos de sus hijos ocupen el primer lugar en influencia para tomar decisiones.

Son los padres los que naturalmente aman a los hijos, los que desean que les vaya bien en la vida; son los padres los que deben guiarlos.

Entonces, como padres, debemos aprender a otorgar independencia, pero al mismo tiempo debemos seguir siendo una influencia emocional afectiva muy fuerte para ellos, para que cuando lleguen los años difíciles de la adolescencia él no vaya a imitar la mala conducta de los compañeros.

Usted debe de ser una poderosa influencia en la vida de su hijo, pero ¡ojo!, el preadolescente puede incrementar más su reacción al ejemplo que usted le dé que a sus sermones.

Cuando los hijos tienen hasta 8 años, la voz del padre y de la madre son la principal influencia, pero cuando llegan a los 10 u 11 años la mayor influencia que usted puede tener sobre ellos es su propio ejemplo.

Esto no quiere decir que la comunicación verbal deba perderse o que los consejos no deban darse, pero usted debe estar consiente que su ejemplo tiene mucha más influencia que sus palabras. Si usted es una persona buena para sermonear a los hijos, debe comprender que si su hijo tiene 10 años será más efectivo su propio ejemplo.

Impartir con su ejemplo las cualidades que usted quiere que sus hijos pongan en práctica en su vida es mucho más eficaz que repetírselo a cada rato con sus palabras. Si usted quiere que sus hijos aprendan a tener una comunicación respetuosa, a tener un trato gentil con los demás, a llevar una alimentación sana o a cumplir con sus deberes y responsabilidades sin quejarse y con amabilidad, ¡dígalo con su ejemplo! no con sus palabras.

Si usted es un hombre gruñón o una mujer gritona, si no sabe tratar a su vecino o a su familia, si usted tiene pésimos hábitos alimenticios; puede enseñarle a su hijo mil cosas con palabras, pero créame, sus enseñanzas van a fallar.

Usted ya no está ante niñitos que se creen todas las palabras de papá, sino ante personas que tienen cierto desarrollo de sus juicios y que, en cuanto entren a la adolescencia, sus juicios serán más claros y más certeros. Por lo tanto, no minimice el ejemplo que les da a sus hijos, mantenga la comunicación con ellos, pero entienda que lo más importante es el ejemplo.

Es triste ver las estadísticas alarmantes de niños adictos al alcohol o a las drogas, o de niños que tienen relaciones sexuales.

Usted puede pensar: “Fue muy fácil cuando eran niños, pero ahora viene la adolescencia; yo sé que mi vecina tiene un hijo de 12 años que es adicto a las drogas y sé que aquella jovencita de 13 años ya está embarazada.” Y tiene razón: en nuestro país, 500 mil jovencitas adolescentes se embarazan cada año.

Algunas personas podrán no estar de acuerdo con esto y decir: “Eso es querer vivir la vida de otro.” Esto es falso. Cuando su hijo empezó a ir a la primaria

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