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Espiritualidad En Las Empresas


Enviado por   •  20 de Agosto de 2013  •  8.957 Palabras (36 Páginas)  •  366 Visitas

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ESPIRITUALIDAD Y MANAGEMENT: UN EJEMPLO A PARTIR DE LAS ENSEÑANZAS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ

El objetivo de este artículo es presentar un ejemplo concreto de cómo la espiritualidad de las personas influye en su actuación profesional. El ejemplo que utilizaremos es el de Rafael Escolá, fundador en 1957 de IDOM, una empresa española de ingeniería. Nuestro estudio, basado principalmente en el documento de "la Filosofía de IDOM" y en el "testamento" que Rafael Escolá dirigió a los miembros de IDOM con motivo de su jubilación, concluirá que los aspectos más característicos del modo cómo Rafael Escolá entendía lo que significa dirigir una empresa, así como algunas de las políticas y de las prácticas concretas de IDOM, están iluminados por la Doctrina Social de la Iglesia así como de las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

En primer lugar, justificaremos nuestra hipótesis a partir de un análisis de la espiritualidad, en sentido general, y su influencia en la acción humana. A continuación presentaremos los hechos, describiendo los rasgos más destacables del espíritu del Opus Dei. También describiremos brevemente las principales características de cómo IDOM está organizada y gestionada. En tercer lugar, intentaremos confirmar la hipótesis viendo cómo algunas de las características de IDOM se explican mejor a la luz de las enseñanzas de San Josemaría Escrivá, bien a través del espíritu que transmitió, bien a través del fenómeno organizativo que manifiesta ese espíritu. Por último, dando como cierta la hipótesis, formularemos algunas recomendaciones generales para el futuro de IDOM.

Si aceptamos que la espiritualidad influye en la vida ordinaria de las personas, hay que concluir que influye también en un aspecto importante de su vida como es el trabajo y la actividad profesional. Como corolario de este razonamiento, puede justificarse que determinados modos de organización o de funcionamiento de empresas pueden tener su explicación en el modo peculiar de vivir la vocación cristiana de quienes las crean o las dirigen. Se trata, por tanto, de algo más que una afinidad entre dos conductas: la empresarial y la ascético-religiosa. La unidad de vida pone de manifiesto cómo las creencias religiosas modulan la actuación de las personas e influyen en su actividad profesional. Impedir –directa o indirectamente– que la fe se refleje en el comportamiento social y profesional de las personas supone atacar la radical unidad del ser humano y establecer una confusa separación entre lo privado y lo público, que acaba por deteriorar la conducta personal.

Aunque cada persona sea responsable de sus actos, el conjunto de sus tareas, decisiones y aspiraciones encuentra su sentido a la luz de la espiritualidad que le ilumina. La vocación vivida fielmente por cada uno tiene necesariamente que manifestarse en su conducta social y en sus relaciones profesionales. Es de esta manera cómo los fieles católicos, desde nuestro compromiso personal a la fe de Cristo, dentro de las múltiples espiritualidades que enriquecen a la Iglesia, podemos contribuir a que las estructuras sociales sean cada vez más humanas y más cristianas.

1. Formulando la hipótesis

Se entiende por espiritualidad cristiana la manera de vivir íntegra y plenamente las exigencias radicales del cristianismo. En el sentido estricto de la palabra hay una sola espiritualidad: aquella que consiste en la participación en el misterio de Cristo (Aumann 1989, pp. 17-18; Const. Gaudium et Spes, 1993, n. 22), que se realiza a través de la vida de la gracia, actuada por la fe, la caridad y las demás virtudes cristianas. Por eso, el Concilio Vaticano II ha recordado que todos los cristianos están llamados a tener una vida espiritual intensa, dicho de otro modo, que existe una llamada universal a la santidad (Const. Lumen Gentium, 1963, n. 40).

Pero desde el punto de vista existencial la espiritualidad es vida, y la vida humana es algo personal, concreto, único e irrepetible. La vida sobrenatural de la gracia respeta la personalidad de cada uno, de modo que habría que hablar de tantas espiritualidades como hombres la viven. La vocación universal a la santidad acontece siempre como vocación personal, como llamada a cada ser humano. Todo hombre es llamado por Dios a vivir una determinada vida, con una vocación personal e irrepetible, que es determinación de aquella llamada común a la santidad. La vocación personal es una “modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor” (Juan Pablo II, 1989, n.55).

Para que la llamada universal a la santidad se concrete es necesario afirmar que todas las situaciones y circunstancias de la vida ordinaria pueden y deben ser lugar y medio de comunión con Dios. En otras palabras, la vocación cristiana comporta la tarea de “poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas” (San Josemaría, 2002, n. 183. Const. Gaudium et Spes, 1993, n. 39). Como consecuencia, cada cristiano debe imitar a Cristo según la situación que, por voluntad divina, ocupa en el Pueblo de Dios, adaptando –como advierte San Francisco de Sales en la Introducción a la vida devota– sus prácticas de devoción a sus capacidades, tareas y responsabilidades. "Mandó Dios en la creación llevasen las plantas sus frutos, cada una según su género; así manda también a los cristianos, que son las plantas vivas de su Iglesia, produzcan frutos de devoción, cada uno según su calidad y estado. Diferentemente han de ejercer la devoción el hidalgo y el labrador, el vasallo y el soberano, la viuda y la doncella, la soltera y la casada; y no sólo esto, pero es necesario acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los negocios y a las obligaciones de cada uno" (Francisco de Sales, 1980, cap. 3, p. 37). Por su parte, A. Luciani (1992, p. 16) señala una diferencia sustancial entre San Josemaría Escrivá y S. Francisco de Sales que viene muy a propósito para lo que se quiere tratar. “Sin embargo, en algunos aspectos, Escrivá supera a Francisco de Sales. También éste proponía la santidad para todos, pero parece que enseña solamente una espiritualidad de los laicos, mientras que Escrivá ofrece una espiritualidad laical. Es decir, Francisco sugiere casi siempre a los laicos los mismos medios utilizados por los religiosos, con las oportunas adaptaciones. Escrivá es más radical: habla incluso de materializar –en el buen sentido- la santificación. Para él, lo que debe transformarse en oración y santidad es el trabajo material mismo”.

Entre vocación, misión y estilo de vida espiritual existe, pues, un nexo profundo. “Vocación y actividad, vocación y misión

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