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Evangelio y moral cristiana

11041992Tutorial26 de Noviembre de 2013

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MORAL CRISTIANA

La Moral es la ciencia teológica, o parte de la Teología, que estudia la bondad o malicia de los actos y actitudes humanos a la luz de la fe. Se diferencia de la Etica, que es una rama de la Filosofía, la cual estudia el mismo objeto desde la perspectiva de la razón.

Estudiar los actos humanos es no sólo analizar las acciones externas, sino explorar también las intenciones y las actitudes que los originan. Es descubrir la libertad con la que actúa la voluntad de la que proceden. Es explorar las circuns-tancias que los rodean. Es examinar la conciencia que los consiente o promo-ciona. Es comparar su contenido con las normas o leyes divinas y humanas a las que se ajustan o de las que se separan.

1. Evangelio y moral cristiana

La Teología moral se formula a sí misma el interrogante de su razón de ser como ciencia o rama teológica. Hay, o puede haber, una Teología, o Teodicea, natural o Filosofía religiosa. Y existe una rama de la Filosofía, la Etica, que estu-dia la conducta humana a la luz de la razón. Puede parecer superfluo hablar, además, de una Moral como ciencia, visión o planteamiento diferentes.

La respuesta a ese interrogante varía notablemente según la actitud filosófica y religiosa desde la que se adoptan los criterios en que se funda. Mientras unos miran la Moral como superflua, otros la juzgan imprescindible.

En la Catequesis y en la Pedagogía religiosa se deben asumir posturas de aprecio. No cabe duda de que, a la luz de la fe, es preciso recordar que Dios ha elevado al hombre a un fin sobrenatural y su conducta no puede ya juzgarse sólo desde perspectivas naturales. Se requiere explorar lo que Dios ha querido y revelado a los hombres, seres inteligentes, pero también sobrenaturales; y lo que, desde esa revelación, implica su comportamiento.

No quiere ello decir que los aspectos racionales de la Etica no sean buenos y necesarios. Pero no son suficientes para quien tiene la inteligencia y la voluntad iluminadas y movidas por la gracia divina a la que no llegan las explicaciones de la razón.

En esta perspectiva de fe es donde hay que situar la visión del Catequista, cuya misión es educar la conciencia desde la revelación y enseñar a valorar la conducta humana a la luz de la fe.

Además, es preciso enseñar al creyente a vivir por encima de la razón, pues tal es el alcance del evangelio y de muchos de sus postulados.

La base de la moral cristiana es la revelación llevada a la plenitud por Jesucris-to, Dios encarnado. Es su palabra y su persona las que hacen entender la moral. El mismo se proclama "Camino, Verdad y Vida" (Jn. 14. 6) y en sus enseñanzas se apoya la conducta del seguidor del Evangelio.

En consecuencia, sólo desde la fe y desde la imitación de Cristo, y la atención a sus consignas, se puede definir y entender la moral cristiana.

Revelación del Padre

Las actitudes, las preferencias y los sistemas morales son muchos. Todos coinciden en la preocupación por diferenciar el bien del mal y en el deseo de marcar a los hombres el camino mejor para conseguir la rectitud en el obrar. Pero los criterios y las preferencias son diferentes y, a veces, opuestos del todo, sin que sea fácil discernir cuáles son los mejores.

La moral cristiana no se reduce a ser uno más de los sistemas morales exis-tentes. Se presenta ante todo como el estilo de vida que se apoya en la Palabra de Dios: en la que comunicó a los hombres en el Sinaí (Antiguo Testamento); y en la que llegó a la plenitud con la predicación terrena de Jesús (Nueva Alianza).

La moral cristiana no es sólo un conjunto de normas. Más bien es el modo de vivir en conformidad con las enseñanzas de Jesús, el Hijo de Dios. La conciencia es la fuerza motriz de la moral. Y la conciencia, iluminada por la fe, por la Palabra de Dios, es el alma de la moral cristiana.

Esta moral no se detiene en el Antiguo Testamento, pero tampoco lo ignora. El mismo Jesús proclamó que no había venido a destruir la Ley de Moisés: "No penséis que he venido a destruir la Ley de Moisés y las enseñanzas de los Profe-tas. No he venido a destruirlas, sino a darlas su verdadero significado. Antes pasará el cielo y la tierra que deje de cumplirse una jota o acento de ellas." (Mt. 5. 17-18)

La voz que tenemos en nuestro inte¬rior nos dice lo que es bueno y lo que es malo. Pero cuando se ilumina por las enseñanzas de Jesús, se vuelve más exi-gente y desconcertantemente benévola: manda perdonar a los enemigos, ofrecer la otra mejilla, hacer bien a los que se portan mal. La conciencia cristiana debe ser educada a luz de esas demandas, pues no realizaría su función iluminadora si sólo se apoyara en postulados naturales o sociales.

La moral de la Iglesia, más allá de los avatares históricos (guerras, pena de muerte, propiedad) o de las sensibilidades diversas provocadas por variaciones geográficas (sentido de la familia, valoración de la mujer, limosna y justicia), tie-ne el fundamento en la Revelación progresiva de Dios, desde la primitiva deposi-tada en el pueblo elegido, hasta la plena palabra divina traída por Jesús.

2. Enseñanzas de Jesús

Se centra en las virtudes y valores que la misma naturaleza humana reclama: libertad, dignidad, honradez, sinceridad, justicia, paz, abnegación, valentía, por una parte. Además añade desinterés, altruismo, caridad, incluso cuando debe asumir estos valores en grado heroico y en ocasiones extraordinarias.

La moral evangélica se desarrolla en conformidad con los criterios de Jesús y con las consignas del Evangelio. Jesús añadió ciertos reclamos al comporta-miento humano que no podríamos entender por solas fuerzas naturales: genero-sidad y desprecio de las riquezas, perdón a los enemigos, humildad para ocultar las propias obras buenas, etc.

La Iglesia sigue esas consignas y perfila su moral en normas precisas que no quedan en meros recuerdos de las exigencias naturales. Añade, como medio de vivir conforme al estilo de Jesús, criterios generosos y audaces. Es aleccionador el mensaje que encontramos en el Evangelio de Mateo: "Habéis oído que se os dijo... Yo os digo más:

- Se os dijo: no matarás. Yo os digo más: el que mira mal a su hermano, es condenado...

- Se os dijo: no adulteres. Yo os digo más: el que mira a mujer mal, ya pecó.

- Se os dijo: el que repudia, que dé acta... Yo os digo más: el que se casa con la separada, peca.

- Se os dijo: no jures... Yo os digo más: decid sólo sí o no.

- Se os dijo: ojo por ojo, diente por diente. Yo os digo más: si os dan bofetada en una cara, ofreced la otra...

- Se os dijo: amad al prójimo y odiad al enemigo. Yo os digo más: amad a los enemigos." (Mt. 5. 21-48)

Con la luz de estas superaciones, es como encontramos el sentido verdadero de la moral cristiana, la de la nueva Ley, que es más exigente y es diferente de la

antigua.

Cristocentrismo

Ante tantos sistemas morales como existen, el cristiano se pregunta si su mo-ral no es uno más de ellos. ¿Cuál es el rasgo que define la moral cristiana? Esta es una pregunta clave; de su respuesta depende en gran manera la actitud moral del creyente.

Es preguntarse si bastan los sentimientos, la razón, la intuición, la opinión de la mayoría o las demandas del cuerpo, para decidir si algo es bueno o malo.

La moral cristiana sitúa a Jesucristo como centro de todo juicio moral. Para clarificar lo que es evangélicamente bueno o malo, es preciso dilucidar tres cuestiones básicas:

- ¿Cuál es la verdadera enseñanza de Jesús respecto a la conducta humana?

- ¿Cómo habla Jesús de las intenciones y de las actitudes humanas?

- ¿Qué postura adopta Jesús ante la ley y ante la comunidad?

Un torrente de hechos significativos hacen posible hallar respuestas son deci-sivas a tales demandas.

- Jesús valora las acciones, no sólo las palabras: "No el que dice Señor, Señor, entra en e los cielos, sino el que cumple la voluntad del Padre". (Mt. 7. 21).

- Jesús resalta la importancia del corazón y de sus designios: "Del interior del corazón es de donde salen los malos pensamientos: adulterios, hurtos, homici-dios..."(Mt. 15.19).

- Jesús inicia una nueva ley, la del amor (Jn. 15.12), y proclama una nueva auto-ridad que no es la del templo, sino "la del Espíritu y la verdad". (Jn. 4.23).

Estos y otros similares planteamientos hace a los cristianos juzgar con fre-cuencia los actos y las intenciones por encima de la razón. No se quedan en los hechos, para no caer en el pragmatismo; y no se limitan a las propias opiniones para no incurrir en el subjetivismo.

Lo más desconcertante de la moral que Jesús ofrece, según el testimonio de los evangelistas, es la novedad de sus enseñanzas comprometedoras. Las gen-tes decían al oírle: "Jamás nadie ha hablado como este hombre habla... Es un nuevo modo de enseñar. ¿De dónde le viene a este la doctrina?" (Jn 7. 46; Mc. 1. 27; Lc. 4.31)

Sus mensajes morales pedían lo más difícil a los seguidores. "Bendecid a los que os maldicen, perdonad a los

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