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FE Y MUNDO CONTEMPORÁNEO


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2019  •  Tutoriales  •  2.530 Palabras (11 Páginas)  •  436 Visitas

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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA PARA EL DESARROLLO

ALUMNO:

 LAVANDEROS ORTEGA LUIS ADRIAN

ASIGNATURA:

 FE Y MUNDO CONTEMPORÁNEO

RESUMEN

El presente artículo es una reflexión acerca de la universalidad de la salvación en el cristianismo. Comienza definiendo la salvación como comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. A continuación, se refiere a Cristo como el único mediador entre Dios y los hombres, porque es Dios mismo hecho hombre, plenitud insuperable de la revelación. Esta salvación, por sus características de definitivita y absolutos, llega a ser escatológica y universal. Por otra parte, si bien la humanidad entera ha quedado transformada (divinizada) por la venida de Cristo, al mismo tiempo, está toda entera llamada a acoger consciente y libremente esta salvación universal. Es el reino de Dios que ya ha irrumpido en la tierra. Luego, el artículo trata del papel de la Iglesia en esta salvación universal: a partir de la encarnación, que ha hecho a lo concreto camino de salvación, la Iglesia ha quedado constituida como sacramento, es decir, como signo e instrumento universal de salvación. Ella es la presencia de Cristo en la historia perduran de la salvación. Ella, aunque es un pequeño rebaño, al mismo tiempo es germen segurísimo de salvación, ya que ella es, a la vez, sacramento del reino de Dios, sacramento de Cristo muerto y resucitado, sacramento del Espíritu, y realidad escatológica. Posteriormente, el autor reflexiona acerca del hecho de la sacramentalidad de la Iglesia: lo eclesial pertenece a la esencia de la relación del hombre con Dios, y lo simbólico-sacramental pertenece a la esencia de la comunicación humana. Por eso, el Verbo, en la encarnación, ha asumido la realidad humana y se ha hecho el sacramento del Padre; y la Iglesia ha devenido el sacramento de Cristo. Dios mismo se da, como tal, en el signo finito y pecador que es la Iglesia. El artículo termina con el tema de la necesidad de la Iglesia. Como sacramento de Cristo, la Iglesia es necesaria para la salvación en cuanto objetivación de la voluntad de Dios, para seguimiento de los hombres; y como instrumento de la gracia, que intercede por todos. A ella se vinculan todos los hombres de diversos modos. El autor concluye afirmando que la realidad de la Iglesia muestra que Dios asume lo finito y lo hace lugar e instrumento de salvación para los hombres.

La Iglesia y la universalidad de la salvación

El objeto del presente trabajo es una reflexión acerca de la universalidad de la salvación en el cristianismo. Se trata de describir cómo se comprende que Cristo sea el único mediador y que su salvación sea universal, y la relación que adquiere la humanidad toda con el Resucitado. Este tema, sin embargo, desde un punto de vista católico, no puede ser separado de otra verdad fundamental: la necesidad de la Iglesia para la salvación. Y este último argumento significa reflexionar sobre la Iglesia como sacramento, esto es, sobre "la cuestión de la mediación institucional de la salvación. En otras palabras, la cuestión de saber si y en qué medida la Iglesia no solamente es comunidad, lugar y espacio de salvación, sino también, en nombre de Jesucristo, sea causa instrumental, mediación de salvación. El tema, entonces, ha de ser abordado en cuatro grandes aspectos: Qué significa salvación; quién trae la salvación; cómo esta puede ser universal; y qué papel juega la Iglesia en esta salvación universal, en cuanto sacramento universal de salvación.

EL CONCEPTO DE SALVACIÓN

Comencemos explicando qué significa salvación. Podemos decir que "la salvación es la cuestión humana primordial". Esta noción habla del ser y del sentido último de lo humano, intenta describir conceptos como integridad, trascendencia, plenitud, futuro mejor, afirmación de la propia existencia, dignidad, presente sano, etc.

Ahora bien, la idea de salvación supone que en el hombre existe la necesidad, aunque sea en forma implícita, de una tal salvación. Y así ocurre efectivamente. Es evidente que la experiencia humana universal se encuentra con la necesidad de superar ciertas cosas negativas que padece, además busca realizar ciertas aspiraciones profundas de felicidad y plenitud que experimenta, y se siente también inclinada "a saciar el anhelo de lo absolutamente sano y santo, que no es la prolongación de lo que nosotros somos, sino de algo totalmente Otro, en el encuentro con el cual somos transformados": ese es Dios. Lograr esas tres cosas es lo que entendemos por salvación.

Sin embargo, la realización de esto supone la "transformación de nuestra realidad actual, el tránsito a otra forma de vida". Y "el hombre sabe que todo eso no lo puede alcanzar por sí mismo, que no se puede consumar por su esfuerzo". De ahí que la salvación, por ahora, sea realidad alcanzada solo en forma fragmentaria y objeto de esperanza futura. Así entendida, la salvación solo puede venir de Dios que reconoce como valiosa y capaz de transformación la vida del hombre; que libera al hombre de su culpa moral; y que acoge sanando y santificando al hombre ofreciéndole un futuro de plenitud y de amor.

Esta salvación ha sido explicitada a lo largo de la historia con diversos conceptos, según el aspecto que más se haya querido destacar: divinización, justificación, sacrificio, expiación, redención, satisfacción, sustitución, reconciliación, liberación, etc. En nuestro contexto actual, la salvación puede ser bien comprendida con el concepto bíblico de comunión. En efecto, ya en el relato de la creación encontramos a Dios que dice: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gén 2,18) y por eso le hace una ayuda adecuada, de los huesos de sus huesos y de la carne de su carne (Gén 2,23), es decir, de su igual condición y dignidad. Y da a nuestros primeros padres el mandato de ser fecundos y multiplicarse (Gén 1,28). Así, Dios, al haber formado al género humano a su imagen y semejanza (Gén 1,26) y con su Espíritu de vida (Gén 2,7), lo ha creado como una familia llamada a participar de la vida divina (LG 2). Y tras la caída en el pecado, no lo ha abandonado a su miseria, impotencia y ruptura de la comunión. Por el contrario, en Cristo Redentor ha devuelto a la humanidad a la comunión con Dios y entre sí. Pero esto Dios lo llevó a cabo santificando y salvando a los hombres "no individualmente y aislados, sin conexión entre sí" (LG 9), sino que constituyéndolos como "un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa" (LG 9) y haciendo de la humanidad una familia de Dios (Ef 2,19; LG 6). Por eso, bien podemos definir la salvación como la unión íntima de los hombres con Dios y la unidad de todo el género humano entre sí (LG 1), con lo que ello significa de liberación de todo mal y plenitud de todo anhelo y posibilidad del hombre.

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