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Hermeneutica

klinik20 de Febrero de 2015

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Hay unas ciertas guías que cada uno debemos seguir respecto a la Palabra de Dios. Les garantizo que si ustedes siguen estas guías, gozarán de mucha bendición en sus corazones y vidas. Ciertamente deben de haber estas guías en el estudio de la Palabra. Hoy en día un frasco de remedio por lo simple que sea, un tónico o algo para un resfrío, lleva sus indica¬ciones. Cualquiera cosita que se compre en una de esas tiendas “Todo a Real” lleva instrucciones para su empleo. Si es que las cosas de este mun¬do han de llevar indicaciones para su uso, ciertamente la Palabra impor¬tantísima de Dios debe de llevar unas guías para el estudio de ella. Qui¬siera mencionar 7 declaraciones muy sencillas que a la vez son fundamen¬tales y preliminares, las cuales servirán de guías para el estudio de las Escrituras.

1. Empiece con oración,

2. Lea la Biblia,

3. Estudie la Biblia,

4. Medite en la Biblia,

5. Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia,

6. Obedezca la Biblia,

7. Particípela a otros.

Bien pueden añadir otras más a la lista pero yo creo que estas son las fundamentales y principales. Alguien lo ha dicho en una manera muy breve y persuasiva: “La Biblia —apréndela de memoria; guárdela en su corazón; muéstrala por su vida; siémbrala en el mundo”. Esa es la manera de expresar algo que presentaremos aquí.

1. EMPIECE CON ORACION

Como ya vimos al tratar del tema de la iluminación, la Biblia es diferente de cualquier otro libro en que es el Espíritu Santo sólo, el que puede abrir nuestro entendimiento para que la entendamos. Ustedes pueden coger un libro sobre la filosofía y puesto que un hombre lo haya escrito, un hom¬bre lo puede entender. Es igual en cuanto a la matemática superior, o de cualquier otra materia. No ha habido ningún libro que haya sido escrito por hombre que otro no puede entender. Pero la Biblia es diferente. No se puede entender la Biblia a menos que el Espíritu Santo sea el instructor. El desea enseñarnos. Es un hecho positivo que nuestro Señor nos dijo, “El os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Al abrir la Palabra de Dios debemos de orar con el salmista:

“Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.” (Salmo 119:18).

Cuando el salmista escribió estas palabras, claro que él estaba pen¬sando en el sistema moisíaco. Hoy día lo extendemos para incluir los 66 libros de la Biblia, y podemos decir, “Abre mis ojos, y miraré las mara¬villas de Tu Palabra.”

Cuando el apóstol Pablo oraba por los efesios en Efesios, el capítulo 1, no oraba que tuviera la buena salud física (él podría haberlo orado en otro tiempo), ni oraba que se enriquecieran (no sé si jamás orara por aquello), mas la primera oración a favor de los efesios se apunta en su epístola es¬crita a ellos:

Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis ora-ciones:

Ahora, ¿para qué oraría Pablo? Aquí está:

Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la glo¬ria de su herencia en los santos. (Efesios 1:17, 18).

No ven, que la oración de Pablo es que tengan una sabiduría y enten¬dimiento de la revelación del conocimiento de él, y la revelación está aquí en el libro. Deseaba que conocieran la Palabra de Dios; deseaba que sus ojos y entendimiento fueran alumbrados. Quería que supieran algo de la esperanza del llamamiento que tenían en Cristo. Esta es la oración del apóstol Pablo, y si alguien se acuerda de mí en la oración, esta es la oración que quiero que eleve —que mis ojos espirituales sean abiertos. Me gustaría recordar a ustedes en oración así. Creo que la cosa más importante para ustedes y para mí hoy día es saber la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la Palabra de Dios. No nos es posible conocer la Palabra de Dios a menos que el Espíritu de Dios sea nuestro Maestro. Eso es lo que dice Pablo en su primera epístola a los corintios:

Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Es¬píritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (I a Co¬rintios 2:12-14).

La razón por la cual tantos no entienden nada de la Biblia es simplemente porque no dejan que el Espíritu de Dios les enseñe. La Pala¬bra de Dios es diferente que cualquier otro libro porque el hombre natural no puede percibir estas cosas, y le son locura. Dios nos ha dado el Espíritu para que sepamos las cosas que nos son dadas libremente de Dios. El sólo es nuestro Maestro; El sólo puede tomar la Palabra de Dios y darle sig¬nificado.

Dios quiere comunicársenos por medio de Su Palabra escrita. Pero es un libro sobrenatural, y no nos comunicará por la razón sencilla de que sólo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas de Cristo y revelárnoslas. Fíjense en este versículo de Escritura, el cual es muy interesante:

Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el Espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Cristo, sino el Espíritu de Dios. (I a Corintios 2:11). extensión extensión

En una manera muy breve y comprensible este versículo expresa la razón por la cual el Espíritu de Dios ha de ser nuestro Maestro. Ustedes y yo nos entendemos, pero no entendemos a Dios. Creo que hoy día es pura tontería hablar acerca de una generación con la cual no podemos comunicarnos, y que hoy existe una brecha entre generaciones. Reconozco que siempre ha existido una brecha hasta cierto punto. Siempre ha sido difícil que una persona mayor y un joven estén enteramente de acuerdo. Pero sí podemos comunicarnos porque todos somos seres humanos. Francamente, no puedo entender a Dios a menos que se me revele. Solía pre¬guntarme cómo se sentiría Dios en un funeral. Hallo que Jesús asistió al funeral de Lázaro y que lloró. Yo sé cómo se siente Dios en cuanto a mu¬chas cosas hoy en día porque el Espíritu de Dios por medio de la Palabra de Dios me las ha revelado.

Al servir yo de pastor en Nashville, Tennessee, me levanté una ma¬ñana y daba un vistazo a unas 5 pulgadas de nieve que había caído durante la noche. Cubría toda la fealdad con una manta blanca y bella. Me sentaba en mi estudio en el piso de arriba admirando la vista cuando me fijé en que uno de los ancianos de la iglesia que vivía al lado, salió al porche llevando dos cubos para carbón llenos de cenizas, las cuales el anciano iba a descargar en el fondo. Lo vi detenerse un momento para mirar la vista, y yo simplemente me sonreía porque sabía como se sentía él —exactamente como yo me sentía al mirar la nieve que había caído durante la noche. Pero al avanzar él, se resbaló. No queriendo esparcir las cenizas, aguantó los cubos a un lado y dio contra la escalinata y se golpeó duro. No podía aguantar yo la risa. Supongo que si aún se hubiera desnucado, me habría reído. Me fijé en que miró a su alrededor y al estar satisfecho de que nin¬guno lo hubiera visto, se levantó con gran satisfacción y empezó su ca¬minito de nuevo. A medio camino, volvió a caerse y esta vez se golpeó aún más duro cayendo hasta la calzada. Esta vez miró de veras a su alrededor. No ven, que no quería que alguien viera lo que le había sucedido. Y yo sabía cómo se sentía él. Pues, me sentiría igual. El anciano se levantó de nuevo; y llegó al fondo y descargó las cenizas. Al regresar al porche miró la vista de nuevo. No creo que esta vez fuera para admirar la vista sino para asegurarse de que ninguno lo hubiera visto caer. No dije ni una palabrita hasta el domingo en la mañana. Cuando entré en la iglesia, fui por donde estaba sentado él, me inclinaba y le dije, “Tu sí te veías muy cómico ayer llevando las cenizas”. Me miró pasmadamente y me dijo, “¿Me veías” Le contesté que sí. “Pues,” me decía, “Yo creía que ninguno me vio.” Y luego le dije, “Yo pensaba eso. Yo sabía exactamente cómo tú te sentías.” No ven, que él tiene un espíritu humano y yo también tengo un espíritu humano, y nos entendemos. No creo que haya tanta brecha entre generaciones en ninguna parte, porque creo que los seres humanos nos entendemos. Mas, ¿quién es capaz de entender a Dios? El Espíritu de Dios. Por eso es preciso que el Espíritu de Dios nos enseñe, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

Renan, el escéptico francés, lanzó un ataque sobre la Palabra de Dios, como bien saben. Sin embargo, escribió un libro sobre la Vida de Cristo. Su libro se divide en dos secciones. Una es la sección histórica, y la otra es su interpretación de la vida de Cristo. En cuanto a la Primera sección, es probable que nunca haya escrito ningún hombre una historia de la Vida de Cristo más excelente que esta. Pero su interpretación de ella es positivamente absurda. Podría haberla interpretado mejor un niño de 12 años que asiste con regularidad a una escuela dominical. ¿Cómo se lo explica? Pues, el Espíritu de Dios no les enseña la historia ni les revela los hechos que ustedes por su

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