JESUCRISTO TRANSFIGURADO EN LA LITERATURA
Alex2646Ensayo26 de Julio de 2020
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JESUCRISTO TRANSFIGURADO EN LA LITERATURA
José Carlos De Nóbrega
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Cristo de Botero
INTROITO
La vida de Jesús en la ficción literaria (1982) de Theodor Ziolkowski (1932).
Este trabajo, publicado por la Universidad de Princeton en 1972, es una valiosa aproximación a las Transfiguraciones ficcionales de Jesús en el campo novelístico. Las coordenadas de este revelador ensayo, comprenden el Evangelio como fuente primordial, la Biblia como patrimonio cultural universal y la Transfiguración ficcional como género literario dinámico y complejo.
Antes de glosar el estimado libro de Ziolkowski, es menester definir desde el punto de vista religioso judeo-cristiano el término Transfiguración: Es un estado sobrenatural de iluminación que se realiza en el diálogo con Dios. El episodio de la Transfiguración de Jesucristo se encuentra reseñado en los Evangelios de Mateo (17: 1-13), Marcos (9: 2-13) y Lucas (9: 28-36). Nos extraña que en el evangelio según Juan no se reseñe tal portento. No sólo le ocurrió a Jesús, sino también a Moisés cuando hablaba con Yaveh y recibió de Él los diez mandamientos (Éxodo: 34: 27-35).
En el pasaje neo-testamentario, la Transfiguración acontece en el encuentro y el convivio entre Jesús y los profetas Moisés y Elías, siendo testigos Pedro, Jacobo y Juan. El portento obnubiló a Pedro quien hizo una proposición práctica que no tenía lugar (las tres enramadas). Los profetas, no obstante sus explosiones de ira, indignación y –por qué no- neurosis, son solicitados por Dios como críticos o guías del momento histórico que les tocó vivir.
Regresando a Ziolkowski, tenemos que este crítico define la Transfiguración ficcional como categoría operativa y provisional: “Es una narración ficcional en la cual los personajes y la acción, sin importar el significado del tema, están prefigurados en medida notoria por figuras y acontecimientos popularmente asociados con la vida de Jesús tal como se la conoce por los Evangelios” (Ziolkowski, 1982, p. 20). No se trata, pues, de extrapolar ni establecer analogías gratuitas con ingenio o ingenuidad, sino de construir una visión de mundo – apóstata o apologética- partiendo del diálogo dinámico con la Cosmovisión judeo- cristiana.
Entre sus antecedentes, se cuentan la novela pos-figurativa, las biografías ficcionalizantes, el Jesús redivivo y las imitaciones y seudónimos de Cristo. Ello comprende títulos como “La Montaña Mágica” de Thomas Mann, “El Gran Inquisidor” de Fedor Dostoievski, “Jesucristo en Flandes” de Honorato de Balzac, “La Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis, “Historia de Cristo” de Giovanni Papini, “Cristo, el socialista” de Archibald Mc Cowan y “Lord Jim” de Joseph Conrad, por ejemplo.
Establecidas estas coordenadas, Ziolkowski propone una tipología de la Transfiguración ficcional de Jesús: Socialista cristiano, los cristomaníacos, Jesús mítico, Camarada Jesús y Quinto Evangelio. A tal fin, el docente e investigador de Princeton se dedicó a la lectura y el estudio de veinte novelas “de acuerdo a (los) cinco grupos en los cuales, tanto cronológica como temáticamente, parecen encajar” (p. 10).
He aquí la descripción de cada tipo de Transfiguración Ficcional:
- Socialista cristiano, pp. 75-121, referido no sólo a un afán de redención y reforma social, sino en especial a la renovación de la Iglesia cristiana. Nos encontramos entonces con una preocupación sociológica, política e histórica. Destaca el tratamiento crítico de “Nazarín” y su secuela “Halma” (1895) de Benito Pérez Galdós: “Nazarín es la primera novela escrita por un escritor europeo de importancia consistentemente concebida y ejecutada de principio a fin como una transfiguración ficcional de Jesús” (p. 101). No se puede perder de vista el contexto ni la coyuntura histórica que conciernen al Modernismo católico de Loisy, Blondel, Tyrrell y Buonaiuti que se había planteado una reforma sustancial de la Iglesia Católica.
- Los cristomaníacos, pp. 123-168, responde a una motivación y aplicación psicologista (psico-crítica) que trasciende incluso la historicidad de Jesucristo. No sólo la identificación del héroe novelístico con Jesús raya en lo psico-patológico, sino también en el personaje-masa que lo sigue. Como muestras bastan “El loco en Cristo Enmanuel Quint” (1910) de Hauptmann y “La Pasión griega” (1954) de Nikos Kazantzakis.
- Jesús mítico, pp. 169-180, en cambio, desdice la historicidad de Jesucristo para abordarlo en una lectura heterodoxa desde el Mito. Se trata más bien del Cristo predicado, kerigmático y teologizado. El mito involucra también su recepción en la comunidad. En este caso hay una notable consideración de “Demian” de Hermann Hesse, la primera novela con la que Ziolkowski trabajó la Transfiguración Ficcional.
- Camarada Jesús, pp. 213-258, vincula la militancia política y religiosa con el redescubrimiento del Prójimo, sea el camarada o el hermano en la fe. El
Partido y la Iglesia son los instrumentos propiciatorios de la justicia social y la redención espiritual y / o de la conciencia individual y de pueblo. A tal respecto, Ziolkowski argumenta “que el entusiasmo por el Partido no era a menudo sino la transferencia de la alianza de la religión a la política (…) tanto la institución política como la religiosa comparten una organización parecida y un fin parecido –satisfacen, en realidad, una parecida necesidad espiritual” (p. 224). “El Poder y la Gloria” (1940) de Graham Greene es un caso paradigmático cabal.
- Quinto Evangelio, pp. 259-307, implica un tratamiento respetuoso, neutral en lo moral y sobrio de la figura de Jesús. Tal es la estatura del personaje histórico y mítico que dotó “un modelo figural” para los protagonistas novelísticos. Las novelas “El gato y el ratón” (1961) de Günter Grass y “Mesías” (1954) de Gore Vidal, son casos ilustrativos de este tipo o sub- género de la Transfiguración Ficcional.
Este referente hermenéutico, nos ha facilitado el desarrollo de nuestra propia propuesta ensayística, Jesucristo transfigurado en la Literatura. Además de las diez novelas y once cuentos seleccionados, consideramos también la lectura lúdica de trece poetas, dos crónicas y tres ensayos relacionados con la categoría descubierta por Ziolkowski. Claro está, nuestro universo autoral escogido, comprende la literatura española, latinoamericana [lo cual incluye a Brasil], portuguesa [José Saramago] e inglesa [Graham Greene]. Una pléyade plural de escritores que desde la adolescencia nos han tocado sensiblemente el corazón lector mestizo.
I.- NOVELÍSTICA:
0.- Un par de antecedentes: El gran inquisidor (1880-1881) de Fedor Dostoyevski y El Judío Errante (1845) de Eugéne Sue.
Le Juif Errant, de 1845, no es más que la secuela exitosa y fiel de aquella empresa de la consolación utópica y de las inconsistencias literarias e ideológicas, que Sue inició el 19 de junio de 1842 con el título de Los misterios de París. La trama de este folletín refiere la confrontación maniqueísta y reveladora entre el judío Samuel, émulo de los afanes justicieros y filo-socialistas del Rodolphe de Los misterios…, y el jesuita Rodin, cuyo papel se reduce a eliminar, apelando a los más impíos medios, a los herederos de una pingüe hacienda –como paso tendiente a aniquilar “toda voluntad, todo pensamiento, toda inteligencia latente en los pueblos, para entregarlos embrutecidos e inermes al despotismo de los reyes” (Poliakov, 1982)- escamoteándosela para financiar terribles conjuras. El planteamiento de fondo, además del vulgar anti-jesuitismo, consiste en una mediocre transfiguración ideológica de Jesús como el precursor del socialismo, lo cual entraña la vindicación del cristianismo primitivo meramente como antinomia fácil del catolicismo romano. Nos dice Umberto Eco, como complementación, “Le juif es un libro místico (y también patético) que exhala una religiosidad laica y un misticismo humanista según la mejor tradición del socialismo utópico, y en el que la jerarquía católica ha perdido ya el papel mediador que desempeñaba en Los Misterios” (Eco, 1970).
Podemos afirmar que el texto de Sue es la correspondiente dramatización del libelo antijesuita por excelencia: los Monita Secreta. Sus líneas pretendían
desgajar con esmerado detalle los secretos del espíritu expansionista de los jesuitas; fue la retaliación del señor Zahorowski por su expulsión de la Compañía debida al hecho de hacerse recopilar por sus alumnos unas cartas anónimas. Fue publicado sin firma en Cracovia, en 1614, adeudando su título –además- a las cartas enviadas para velar por todos los jesuitas llamadas Monita Generalia (avisos generales). Llama la atención que varios capítulos se explayen en las maneras jesuitas para tomar testamentos de viudas ricas, lo cual determinaría el pobrísimo abrevadero esencial del Judío Errante. La reedición de los Monita Secreta en 1824, y la publicación por entregas de Le Juif Errant en el diario Le Constitutionel veinticinco años después, fueron la contribución francesa a la vigorosa reacción de la grey antijesuítica en contra de la bula “Sollicitudo ómnium ecclesiarum” promulgada en 1814 por el Papa Pío VII, en la que se restituye a la entonces suprimida Compañía.
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