La Doctrina Social De La Iglesia Y El Trabajo

El trabajo

El trabajo ha sido un tema transversal en la historia de la humanidad, desde el nacimiento de la sociedad, éste ha acompañado al hombre incluso hasta el día de hoy. El trabajo es toda actividad humana destinada a producir bienes y/o servicios. La Iglesia enseña el valor del trabajo no sólo porque es siempre personal, sino también por el carácter de necesidad. Con este, el hombre gana sustento para sí mismo y para su familia, contribuye al continuo progreso de la ciencia y de la técnica, y a la elevación cultural y moral de la sociedad. Es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. Debido a esto, el hombre es sujeto del trabajo, y el trabajo le sirve para realizarse como persona consciente y libre.

Esta temática es de gran relevancia para la sociedad actual ya que la vida del ser humano gira en torno al trabajo, este define no sólo la vida de un individuo sino que además, es un factor determinante en la dinámica social. En 1995, Juan Pablo II, en su discurso a los trabajadores de las diócesis de Campobasso-Baiano y Trivento expuso que: “todo debe subordinarse a la realización de la persona humana: el capital, la ciencia, la técnica, los recursos públicos e incluso la propiedad privada. Hay que garantizar concretamente este primado del hombre en toda situación, evitando que la lógica capitalista y económica introduzca formas abiertas o latentes que subordinan el trabajo a la ganancia”.

Contrariamente a lo que plantea la Iglesia Católica, el trabajo no es lo que debería ser, en medio de la sociedad capitalizada la prioridad en el ámbito laboral no es el desarrollo humano, por el contrario, tristemente la prioridad pasa a ser la remuneración económica.

En la actualidad, en lugar de fomentar las capacidades del hombre el trabajo reprime al ser humano y lo lleva a una degradación de sus capacidades, por lo tanto, en cierto sentido, resultan ser esclavos de su propio trabajo. En tal caso, el hombre deja de ser importante y cuenta el valor material de lo que hace, el mismo ya no es tratado como artífice, como el que crea, sino como instrumento de producción. No nos podemos olvidar de que el trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo. Estos procesos han significado una reducciòn de la seguridad social con el fin de lograr mayor competencia en el mercado global, con ganancias a corto plazo sin importar como se consiguen, corriendo peligro los derechos de los trabajadores y los derechos fundamentales del hombre. Es asì como, en esta sociedad capitalista, para mantenerse competitivamente en el mercado, la mayoría de las empresas se olvidan de los derechos del hombre.

“El trabajo es uno de los elementos fundamentales tanto de la persona como de la sociedad. Las difìciles o precarias condiciones de trabajo hacen difìciles y precarias las condiciones de la sociedad misma, las condiciones de un vivir ordenado segùn las exigencias del bien comùn” (Benedicto XVI, discurso a una pregrinaciòn de la diòcesis de Terni-Narni-Amelia, 26/3/2011). Es por ello que un trabajo mal remunerado o la falta del mismo tienen un alto impacto en las familias y en sus integrantes, debido a que se ve impedido el mantenimiento de esta y la esperanza de un futuro digno. Como consecuencia de esto se produce un debilitamiento de los vìnculos familiares sumados a la angustia, la depresiòn, la frustraciòn, el desgaste del matrimonio, el deterioro de la imagen

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