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Doctrina Social De La Iglesia


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  3.167 Palabras (13 Páginas)  •  285 Visitas

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INTRODUCCIÓN Doctrina Social de la Iglesia: una visión de conjunto

La expresión Doctrina Social de la Iglesia, de uso frecuente hoy, no es entendida ni valorada de la misma manera por todos. Por eso ha parecido conveniente iniciar este libro ofreciendo respuesta a las prin- cipales preguntas que se pueden hacer a propósito de ella, de su origen, evolución, alcance y características. Las páginas de esta Introducción podrán ser, entonces, una base instrumental útil para el manejo y mejor comprensión de los textos que se han recogido en el presente volumen1.

Doctrina Social de la Iglesia y pensamiento social cristiano

No es raro ver estas dos expresiones empleadas en sentido casi equivalente. Quizás conviene decir desde el comienzo que sería mejor restringir el concepto de Doctrina Social de la Iglesia, entendiendo por ella sólo una parte del pensamiento social cristiano. ¿Cuál es el sentido y cuáles las razones de esta restricción? Las diferencias son de dos órde- nes, que se refieren al alcance temporal y al contenido: • El pensamiento social cristiano puede entenderse como toda la reflexión que se ha hecho a lo largo de los veinte siglos de historia de la Iglesia sobre las cuestiones relativas a la sociedad en cada época, integrando incluso la herencia recibida de la etapa anterior (contenido en los libros del Antiguo Testamento). La Doctrina Social de la Iglesia se restringe a la etapa que comienza con la industrialización en el marco más amplio de la modernidad: sus orígenes no se remontan, por tanto, más allá del siglo XIX.

1. Una exposición más completa puede verse en I. CAMACHO, Creyentes en la vida públi- ca. Iniciación a la Doctrina social de la Iglesia, San Pablo, Madrid 1995, especialmen- te en 43-94; para un estudio detenido de los documentos: I. CAMACHO, Doctrina social de la Iglesia. Una aproximación histórica, San Pablo, Madrid 1998, 3ª edición.

• En la Doctrina Social de la Iglesia tienen una importancia muy destacada los documentos oficiales de la jerarquía eclesiástica: durante muchas décadas fueron encíclicas o textos de rango parecido, siempre firmados por el Papa; más recientemente se añaden documentos conci- liares o sinodales, así como otros procedentes de conferencias episco- pales o de obispos particulares. El pensamiento social cristiano, en cambio, se debe directamente a otros sujetos no jerárquicos que, desde su reflexión o desde su acción, han contribuido a elaborar la postura oficial de la Iglesia ante los problemas sociales. Probablemente estas dos formas de distinción no son independien- tes. En todo caso el estudio que sigue de los orígenes y desarrollo de la Doctrina Social nos dará luz para explicar su relación y las razones que explican cómo se ha configurado ese núcleo más limitado dentro de la amplia tradición del pensamiento social.

El origen de la Doctrina Social de la Iglesia

Es común relacionar los comienzos de la Doctrina Social de la Iglesia con los nuevos problemas nacidos de la industrialización en el marco más amplio de los cambios que están en la génesis de la socie- dad moderna. Pero las relaciones de la Doctrina Social con la industria- lización y con la modernidad tienen sentido y alcance muy diferente que conviene distinguir: porque es ahí donde radica una de las princi- pales claves para entender las posibilidades y las limitaciones de la Doctrina Social de la Iglesia. La industrialización es, en sí misma considerada, un fenómeno téc- nico, pero con fuertes connotaciones económicas y sociales. La revolu- ción industrial hubiera sido impensable sin el desarrollo del capitalis- mo, el cual a su vez se desarrolló, en su primera etapa, bajo la inspira- ción y el impulso de la ideología liberal. La convergencia de todos estos factores explica las profundas transformaciones que se van consoli- dando en Europa desde mediados del siglo XVIII. El rápido crecimien- to económico va unido a amplios movimientos de población desde el campo hacia los grandes centros urbanos industriales, donde se va for- mando una nueva clase obrera que acude en busca de mejores condi- ciones de vida. Esta afluencia masiva de mano de obra, en cantidad muy superior a lo que puede absorber la industria naciente, se une a la fiebre de ganancia económica típica del capitalismo liberal: todo ello da

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lugar a una explotación alarmante de esta nueva clase obrera indus- trial, que se hunde progresivamente en una situación de miseria extre- ma y de malestar creciente. Ahí queda descrito en sus rasgos más relevantes lo que se conocerá como la cuestión social. Esta situación nueva suscita una fuerte inquie- tud en toda la sociedad, especialmente en los sectores más acomoda- dos. La Iglesia, por su parte, tampoco permanece indiferente ante un cambio tan sustancial de las condiciones sociales. Es ahí donde nace la Doctrina Social de la Iglesia, como un esfuerzo para dar respuesta a los nuevos problemas de esta sociedad emergente. El primer gran docu- mento de la Doctrina Social (la encíclica Rerum novarum de León XIII, publicado en 1891) es una excelente muestra de esta preocupación que invade a la Iglesia en Europa y en los restantes países industrializados. Que el primer gran documento social de la Iglesia no se publicara hasta 1891 puede interpretarse como signo de su retraso en reaccionar ante esta nueva problemática. Este retraso podría explicarse por el retra- so de la industrialización en Italia, con respecto a Inglaterra o Centro- europa. Pero no debe interpretarse como ausencia total de reacción, porque el siglo XIX es fecundo en iniciativas eclesiales como respuesta a la cuestión social. El catolicismo social englobaría ese conjunto de ini- ciativas, sin las cuales no hubiera sido posible la Rerum novarum. Esta interrelación entre la vida de la Iglesia y sus documentos oficiales debe ser siempre destacada para captar mejor el alcance de los textos mismos. El nacimiento de la Doctrina Social de la Iglesia puede interpretar- se también como el reconocimiento de la insuficiencia de la moral tra- dicional para responder a estos problemas nuevos. Este es otro dato esencial para explicar por qué nace esta nueva corriente de pensamien- to sin apenas conexión con esa otra tradición rica en contenido cuyos frutos se habían venido recogiendo en los manuales clásicos de moral, dentro de lo que se llamaban los tratados sobre la justicia o sobre el séptimo mandamiento (De iustitia o De septimo precepto). Si se intenta buscar una razón a esta insuficiencia de los tratados más tradicionales habría que señalar, en primer lugar, el carácter indi- vidual de la moral contenida en éstos. Una moral entendida casi exclu- sivamente desde la relación

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