La Nueva Alianza
ms.l905 de Noviembre de 2013
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“Alianza”
Dios quiere llevar a los hombres a una vida de comunión con él. Esta idea, fundamental para la doctrina de la salvación, es la que expresa el tema de la alianza. En el AT dirige todo el pensamiento religioso, pero se ve cómo con el tiempo se va profundizando. En el NT adquiere una plenitud sin igual, pues ahora tiene ya por contenido todo el misterio de Jesucristo.
AT
La alianza (berit), antes de referirse a las relaciones de los hombres con Dios, pertenece a la experiencia social de los hombres. Éstos se ligan entre sí con pactos y contratos. Acuerdos entre grupos o individuos iguales que quieren prestarse ayuda: son las alianzas de paz Gen 14,13 21,22ss 26,28 31,43ss 1Re 5,26 15,19, las alianzas de hermanos Am 1,9, los pactos de amistad 1Sa 23,18, e incluso el matrimonio Mal 2,14. Tratados desiguales, en que el poderoso promete su protección al débil, mientras que éste se compromete a servirle: el antiguo Oriente practicaba corrientemente estos pactos de vasallaje, y la historia bíblica ofrece diversos ejemplos de ellos Jos 9,11-15 1Sa 11,1 2Sa 3,12 ss. En estos casos el inferior puede solicitar la alianza; pero el poderoso la otorga según su beneplácito y dicta sus condiciones Ez 17,13s. La conclusión del pacto se hace según un ritual consagrado por el uso. Las partes se comprometen con juramento. Se cortan animales en dos y se pasa por entre los trozos pronunciando imprecaciones contra los eventuales transgresores Jer 34,18. Finalmente, se establece un memorial: se planta un árbol o se erige una piedra, que en adelante serán los testigos del pacto Gen 21,33 31,48ss. Tal es la experiencia fundamental, a partir de la cual Israel se representó sus relaciones con Dios.
I. LA ALIANZA DEL SINAÍ
El tema de la alianza no tardó en introducirse en el AT: forma el punto de partida de todo el pensamiento religioso. En el Sinaí, el pueblo libertado entró en alianza con Yahveh y así fue como el culto de Yahveh vino a ser su religión nacional. Evidentemente, la alianza en cuestión no es un pacto entre iguales; es análoga a los tratados de vasallaje: Yahveh decide con soberana libertad otorgar su alianza a Israel y él mismo dicta sus condiciones. Sin embargo, no se lleva demasiado lejos la comparación, pues la alianza sinaítica, dado que es cosa de Dios, es de un orden particular: de golpe revela un aspecto esencial del designio divino.
1. La alianza en el designio de Dios.
Ya en la visión de la zarza que ardía reveló Yahveh a un mismo tiempo a Moisés su nombre y su designio para con Israel: quiere libertar a Israel de Egipto para asentarlo en la tierra de Canaán Ex 3,7-10.16s, pues Israel es «su pueblo» 3,10, al que quiere dar la tierra prometida a sus padres Gen 12,7 13,15. Esto supone ya que por parte de Dios es Israel objeto de elección y depositario de una promesa. El éxodo viene luego a confirmarla revelación del Horeb: al libertar Dios efectivamente a su pueblo muestra que es el Señor y que es capaz de imponer su voluntad; así, el pueblo libertado responde al acontecimiento con su fe Ex 14,31. Ahora, una vez adquirido este punto, puede Dios ya revelar su designio de alianza: «Si escucháis mi voz y observáis mi alianza, seréis mi propiedad entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada» Ex 19,5s. Estas palabras subrayan la gratuidad de la elección divina: Dios escogió a Israel sin méritos por su parte Dt 9,4ss, porque lo ama y quería mantener el juramento hecho a sus padres Dt 7,6ss. Habiéndolo separado de las naciones paganas, se lo reserva exclusivamente: Israel será su pueblo, le servirá con su culto, vendrá a ser su reino. Por su parte, Yahveh le garantiza ayuda y protección: ¿no lo había ya en tiempos del éxodo «llevado sobre alas de águila y traído a sí» Ex 19,4? Y ahora, frente al porvenir, le renueva sus promesas: el ángel de Yahveh caminará delante de él para facilitarle la conquista de la tierra prometida; allí le colmará Dios de sus bendiciones y le garantizará la vida y la paz Ex 23,20-31. La alianza, momento capital en el designio de Dios, domina así toda la evolución futura, cuyos detalles, sin embargo, no se revelan totalmente desde el comienzo.
2. Las cláusulas de la alianza.
Dios, al otorgar su afianza a Israel y hacerle promesas, le impone también condiciones que Israel deberá observar. Los relatos que se entrelazan en el Pentateuco ofrecen varias formulaciones de estas cláusulas que reglamentan el pacto y constituyen la ley. La primera concierne al culto del único Yahveh y la proscripción de la idolatría Ex 20,3ss Dt 5,7ss. De aquí se desprende inmediatamente la repulsa de toda alianza con las naciones paganas Ex 23,24 34,12-16. Pero también se sigue que Israel deberá aceptar todas las voluntades divinas, que envolverán su existencia entera en una red tupida de prescripciones: «Moisés expuso todo lo que le había prescrito Yahveh. Entonces todo el pue blo respondió: 'Todo lo que ha dicho Yahveh, lo observaremos'» Ex 19,7s. Compromiso solemne, cuyo respeto condicionará para siempre el destino histórico de Israel. El pueblo de Israel se halla en el cruee de los caminos. Si obedece, tiene aseguradas las bendiciones divinas; si falta a su palabra, él mismo se condena a las maldiciones Ex 23,20-33 Dt 28 Lev 26.
3. La conclusión de la alianza.
El relato complejo del Éxodo conserva dos rituales diferentes de la conclusión de la alianza. En el primero, Moisés, Aarón y los ancianos de Israel toman una comida sagrada en presencia de Yahveh, al que contemplan Ex 24,1s.9ss. El segundo parece reproducir una tradición litúrgica conservada en los santuarios del norte. Moisés erige doce estelas para las doce tribus y un altar para el sacrificio. Ofrece sacrificios, derrama parte de la sangre sobre el altar y rocía con ella al pueblo para indicar la unión que se establece entre Yahveh e Israel. Entonces el pueblo se compromete solemnemente a observar las cláusulas de la alianza Ex 24,3-8. La sangre de la alianza desempeña un papel esencial en este ritual.
Una vez concluido el pacto, diversos objetos perpetuarán su recuerdo, atestiguando a través de los siglos el compromiso inicial de Israel, El arca de la alianza es un escriño en el que se depositan las «tablas del testimonio» (es decir, de la ley); ella es el memorial de la alianza y el signo de la presencia de Dios en Israel Ex 25,10-22 Num 10,33-36. La tienda en que se la coloca, esbozo del templo futuro, es el lugar del encuentro de Yahveh y su pueblo Ex 33,7-11. Arca de alianza y tienda de la cita marcan el lugar de culto central, en el que la confederación de las tribus aporta a Yahveh el homenaje oficial del pueblo que él se ha escogido, sin perjuicio de los otros lugares de culto. Con esto se indica el enlace perpetuo del culto israelita con el acto inicial que fundó la nación: la alianza del Sinaí. Este enlace es el que da a los rituales israelitas su sentido particular, pese a todos los préstamos que en él se observan, así como la ley entera no tiene sentido sino en función de la alianza, cuyas cláusulas enuncia.
4. Sentido y límites de la alianza sinaítica.
La alianza sinaítica reveló en forma definitiva un aspecto esencial del designio de salvación: Dios quiere asociarse los hombres haciendo de ellos una comunidad cultual entregada a su servicio, regida por su ley, depositaria de sus promesas. El NT realizará en su plenitud este proyecto divino. En el Sinaí comienza la realización, pero en diversos aspectos queda todavía ambigua e imperfecta. Aun cuando la alianza es un libre don de Dios a Israel, su forma contractual parece ligar el designio de salud con el destino histórico de Israel y se expone a presentar la salvación como el salario de una fidelidad humana. Además, su limitación a una sola nación se compagina mal con el universalismo del designio de Dios, aunque por lo demás tan claramente afirmado. Finalmente, la garantía material temporal de las promesas divinas (la felicidad terrestre de Israel) podría también disimular el objetivo religioso de la alianza: el establecimiento del reinado de Dios en Israel, y por Israel en el mundo entero. A pesar de estos límites, la alianza sinaítica dominará la vida de Israel en lo sucesivo y el desarrollo ulterior de la revelación.
II. LA ALIANZA EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO DE ISRAEL
1. Las renovaciones de la alianza.
Sería imprudente afirmar que la alianza se renovaba anualmente en el culto israelita. Sin embargo, conserva fragmentos de una liturgia que supone una renovación de este género, con el enunciado de las maldiciones rituales Dt 27,2-26 y la lectura solemne de la ley Dt 31,9-13.24-27 32,45ss; pero este último punto está previsto solamente para cada siete años 31,10, y no hay modo de verificar su práctica en época antigua. Es más fácil comprobar una renovación efectiva de la alianza en ciertos puntos cruciales de la historia. Josué la renueva en Siquem, y el pueblo reitera su compromiso para con Yahveh Jos 8,30-35 24,1-28. El pacto de David con los ancianos de Israel 2Sa 5,3 va seguido de una promesa divina: Yahveh otorga su alianza a David y a su dinastía Sal 89,4ss.20-38 2Sa 7,8-16 23,5, a condición únicamente de que la alianza del Sinaí sea fielmente observada Sal 89,31ss 132,12 2Sa 7,14. La oración y la bendición de Salomón en el momento de la inauguración del templo enlazan a la vez con esta alianza davídica y con la del Sinaí, cuyo memorial conserva el templo 1Re 8,14-29.52-61. Las mismas renovaciones bajo Joás 2Re 11,17, y sobre todo bajo
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