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La lectura espiritual


Enviado por   •  22 de Junio de 2014  •  3.649 Palabras (15 Páginas)  •  192 Visitas

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La lectura espiritual

152. Hay una forma concreta de escuchar lo

que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de

dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que

llamamos « lectio divina ». Consiste en la lectura de

la Palabra de Dios en un momento de oración

para permitirle que nos ilumine y nos renueve.

Esta lectura orante de la Biblia no está separada

del estudio que realiza el predicador para descubrir

el mensaje central del texto; al contrario,

debe partir de allí, para tratar de descubrir qué le

dice ese mismo mensaje a la propia vida. La lectura

espiritual de un texto debe partir de su sentido

literal. De otra manera, uno fácilmente le hará

decir a ese texto lo que le conviene, lo que le sirva

para confirmar sus propias decisiones, lo que se

adapta a sus propios esquemas mentales. Esto, en

definitiva, será utilizar algo sagrado para el propio

beneficio y trasladar esa confusión al Pueblo

de Dios. Nunca hay que olvidar que a veces « el

mismo Satanás se disfraza de ángel de luz » (2 Co

11,14).

153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada

del texto, es bueno preguntar, por ejemplo:

« Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué

quieres cambiar de mi vida con este mensaje?

¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no

me interesa? », o bien: « ¿Qué me agrada? ¿Qué

me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por

qué me atrae? ». Cuando uno intenta escuchar al

Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es

122

simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse;

otra tentación muy común es comenzar

a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar

aplicarlo a la propia vida. También sucede que

uno comienza a buscar excusas que le permitan

diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces

pensamos que Dios nos exige una decisión

demasiado grande, que no estamos todavía en

condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas

a perder el gozo en su encuentro con la

Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente

que el Padre Dios, que nadie comprende

y espera como Él. Invita siempre a dar un paso

más, pero no exige una respuesta plena si todavía

no hemos recorrido el camino que la hace posible.

Simplemente quiere que miremos con sinceridad

la propia existencia y la presentemos sin

mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos

a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que

todavía no podemos lograr.

Un oído en el pueblo

154. El predicador necesita también poner un

oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles

necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo

de la Palabra y también un contemplativo

del pueblo. De esa manera, descubre « las

aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras

de orar, de amar, de considerar la vida y

el mundo, que distinguen a tal o cual conjunto

humano », prestando atención « al pueblo concreto

123

con sus signos y símbolos, y respondiendo a las

cuestiones que plantea ».120 Se trata de conectar

el mensaje del texto bíblico con una situación

humana, con algo que ellos viven, con una experiencia

que necesite la luz de la Palabra. Esta

preocupación no responde a una actitud oportunista

o diplomática, sino que es profundamente

religiosa y pastoral. En el fondo es una « sensibilidad

espiritual para leer en los acontecimientos

el mensaje de Dios »121 y esto es mucho más que

encontrar algo interesante para decir. Lo que se

procura descubrir es « lo que el Señor desea decir en

una determinada circunstancia ».122 Entonces, la

preparación de la predicación se convierte en un

ejercicio de discernimiento evangélico, donde se intenta

reconocer —a la luz del Espíritu— « una

llamada que Dios hace oír en una situación histórica

determinada; en ella y por medio de ella Dios

llama al creyente ».123

155. En esta búsqueda es posible acudir simplemente

a alguna experiencia humana frecuente,

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