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La muerte eterna


Enviado por   •  6 de Junio de 2021  •  Tesis  •  6.925 Palabras (28 Páginas)  •  207 Visitas

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I. LA DOCTRINA BIBLICA

Nos proponemos tratar ampliamente el tema sobre la muerte eterna, tomando las enseñanzas de la Sagrada Escritura, sin limitarnos a los textos que tratan este tema, este enfoque, permitirá ubicar en el lugar teológico que debe situarse las referencias bíblicas sobre el infierno.

1.1  El Evangelio, mensaje de salvación

Al realizar un recorrido detenido de las lecturas del Antiguo Testamento sobresalen firmes razones que argumentan con certeza la bondad de DIOS y de sus obras:

“DIOS vio que era bueno cuanto había hecho”[1].

 “No ha creado para la muerte, ni aborrece nada de lo que existe”[2].

“No quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva[3]”.

El Nuevo Testamento especifica lisa y llanamente, DIOS es Amor[4], expresa el firme deseo que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad[5] y “No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión”[6].

«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»[7], con este anuncio inaugural da comienzo Jesús a su misión pública llamando a la penitencia y a la conversión, motivados por la proximidad del reino.

“En este pregón inicial, ni la exhortación a convertirse ni el anuncio del reino cercano son elementos originales: los profetas veterostestamentarios insistieron incansablemente en la necesidad de la conversión; el Bautista había proclamado la vecindad del eón nuevo[8] (Mt 3, 2). La originalidad de Jesús respecto a tales precedentes estriba en que su anuncio tiene un carácter exclusivamente salvífico y silencia la conminación del castigo presente, los antecedentes bíblicos mencionados”[9].

En el discurso en la sinagoga de Nazaret[10] provoca una violenta reacción en el auditorio:

“Jesús reitera el carácter no bivalente de la -salvación y/o condenación- de su programa, fijado en la oferta única de la salvación; a tal fin, trunca la cita de Isaías[11], suprimiendo de ella el anuncio de «el día de la venganza de nuestro DIOS». El suyo es, pues, un mensaje en el que no tiene cabida la idea del castigo, sino sólo «las palabras de gracia» lo que provoca en el auditorio una violenta reacción de rechazo y escándalo[12]: («todos testimoniaban con él»: emartyroun autó), hasta el punto de querer despeñar al que osaba modificar el sentido del oráculo veterotestamentario”[13].

“Porque DIOS no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él[14]”. El apóstol Pablo deja claro su pensamiento en relación al anuncio del Evangelio Juan descarta la ambivalencia de salvación y/o condenación «la palabra que os dirigimos no es sí y no”. Porque el Hijo de DIOS… no fue sí y no; en Él no hubo más que sí»[15]. San Pablo[16] nos presenta el Padre y al Hijo no como acusadores o condenadores sino como el que nos amó tanto hasta entregar a su Hijo por todos nosotros a la muerte en cruz, Él que resucitó, Él que está a la diestra de DIOS y que intercede por nosotros «nada podrá separarnos del amor de DIOS manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro»[17].

Si tenemos en cuenta los textos citados y muchos más que pueden exponerse, podemos afirmar con claridad que la doctrina de la muerte no pertenece al Evangelio, que literalmente significa «la buena noticia» el cual es anuncio de salvación y no de  condenación.

1.2. La revelación de la muerte eterna.

Teniendo en cuento lo expuesto hasta el momento donde se mantiene el sentido inequívoco de los pasajes mencionados, la Sagrada Escritura  nos habla también de otra posibilidad que versa directamente al fracaso absoluto del hombre. Algunos ejemplos de estas referencias las podemos encontrar en los siguientes textos en el Antiguo Testamento:

El scheol aparece como morada especializada de los impíos (describe a los pecadores como cadáveres perpetuamente atormentados por el gusano y el fuego, constituyendo este texto el antecedente próximo de las imágenes neotestamentarias del infierno (la gehena). También habla del oprobio para el horror eterno  y contiene un largo pasaje sobre el destino de los impíos.

“En el Nuevo Testamento la idea de la condenación se formula en una serie de expresiones que significan la negación de aquella comunión con DIOS en que consiste la Bienaventuranza”[18].

Mencionando algunas de ellas a continuación:

1) Perder la vida; 2) La perdición alma y cuerpo en la gehena; 3) El que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna; 4) “No ser conocido”[19]; 5) La frase “no sé de dónde son ustedes” equivale al “Jamás os conocí”; 6) “Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de DIOS, mientras a vosotros os echan afuera; 7) Entonces el rey dijo a los sirviente: “Atadles de pies y manos y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Las fórmulas expuestas hasta el momento:

“Tienen en común presentar el estado de condenación como consistente, ante todo, en la exclusión de aquel acceso inmediato a DIOS o a Cristo en el que estriba la vida eterna”[20].

 El acceso al infierno no se realiza en forma directa sino en una segunda instancia anteponiendo una negación a las descripciones de la salvación consumada:

“La revelación del infierno sólo es posible desde la revelación del cielo y como su imagen invertida, como la eventual frustración de lo anunciado en primer término. Al ser con Cristo responde el ser apartados de (o no ser conocidos por) Él; al entrar en el reino, el quedar fuera; al sentarse en el banquete, el ser arrojados de él, etc. Y así como el misterio de la salvación escatológica puede expresarse simplemente por la palabra vida (o vida eterna), el de la perdición alcanza su apelación más rotunda y concisa en la idea de muerte (o muerte eterna). Este estado de muerte es tan definitivo e irrevocable como el de la vida: la lógica del discurso impone la absoluta sinonimia del adjetivo eterno, tanto cuánto se aplica al estado de salvación como cuando califica el estado de perdición. El texto[21] que habla de tormento que dura «por los siglos de los siglos», certifica la eternidad (la definitividad) del infierno”[22].

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