ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La vigilancia de mi mismo


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2019  •  Tareas  •  2.405 Palabras (10 Páginas)  •  154 Visitas

Página 1 de 10

La Vigilancia que de mí Mismo Debe Tener. 1 Ti.4: 16.

Todo obrero sabe cuán necesario le es conservar su herramienta en buen estado, porque "si los instrumentos se embotasen y no los amolase, tendría que emplear más fuerzas." Si al obrero se le gastara el filo de su herramienta, sabe que se vería obligado a redoblar su esfuerzo, su obra saldría mal ejecutada. Ejemplificándonos de ese modo al Dios de la Gracia que con especial cuidado se adapta a sí a todo líder verdadero. Es verdad que el Señor puede trabajar sin el auxilio de instrumento alguno, conforme lo verifica a veces valiéndose de líderes indoctos para la conversión de las almas.

Uno de los hechos más palpables es que el Señor generalmente adapta los medios a los fines, en lo cual se nos da la lección de que es natural que trabajemos con tanto mayor éxito, cuanto mejor sea nuestra condición espiritual. En otras palabras: generalmente efectuaremos mejor la obra de nuestro Señor, cuando los dones y gracias que hemos recibido se hallen en buen orden; y lo haremos peor, cuando no lo estén. Esta es una verdad práctica para nuestra guía. Cuando el Señor hace excepciones, éstas no hacen más que probar la exactitud.

 

Somos, en cierto sentido, nuestros propios instrumentos, y por consiguiente,

Debemos conservarnos en buen estado. Si nos es menester predicar el Evangelio, no podremos hacer uso sino de nuestra propia voz. Y por tanto, debemos educar nuestros órganos vocales. No podemos pensar sino con nuestro propio cerebro, ni sentir sino con nuestro propio corazón, y en consecuencia, debemos cultivar nuestras facultades intelectuales y emocionales. No podemos llorar y sentir desfallecer de ternura por las almas, sino en nuestra propia naturaleza renovada,  y por tanto, debemos conservar cuidadosamente la ternura que por ellas abrigaba Cristo Jesús.

En vano nos será surtir la biblioteca, organizar sociedades, o proyectar estos o aquellos planes, si nos mostramos negligente en el cultivo de sí mismo; porque los libros, las agencias y los sistemas son los instrumentos de nuestra santa vocación: nuestro propio espíritu, alma y cuerpo son la maquinaria que tenemos a la mano para el servicio sagrado; las facultades espirituales y la vida interior son el hacha. Cuán diligentemente cuida el oficial de caballería de tener su sable limpio y afilado, frotándole con tal fin cualquiera mancha con el mayor cuidado. Recuerde que somos una espada de Dios, instrumento suyo,  y un vaso de elección para llevar su nombre.

En gran medida, según la pureza y la perfección del instrumento, será el éxito. No bendice Dios los grandes talentos tanto como la semejanza que se tiene con Jesús. Un líder santo es una arma poderosa en la mano de Dios." Para el heraldo del Evangelio, el estar espiritualmente desarreglado en su propia persona, es tanto para él mismo como para su trabajo, una verdadera calamidad;

 

El Principal Cuidados Debe Ser el que Nosotros Mismos Seamos Salvos

 El que un líder del Evangelio sea ante todo participante de él, es una verdad simple, pero al mismo tiempo una regla de la mayor importancia.

La Evidencia de Que su vocación les ha venido de lo alto Una piedad sincera y verdadera es necesaria como el primer requisito indispensable. Sea cual fuere el "llamamiento" que alguien pretenda haber Recibido, si no ha sido llamado a la santidad, puede asegurarse que no lo ha sido al ministerio. "Atavíate primero a ti mismo, y adorna después a tu hermano," dicen los rabinos. "La mano que trata de limpiar algo," dice Gregorio, "es menester que esté limpia." Si vuestra sal no Tiene sabor ¿cómo podréis sazonar con ella? La conversión es una cosa sine qua non en un ministro. Vosotros aspirantes a nuestros púlpitos, es menester que nazcáis de nuevo. Ni es la posesión de esta primera cualidad una cosa que pueda tenerse como concedida por cual quiera, porque hay una muy gran posibilidad de que nos engañemos acerca de si estamos convertidos o no. Creedme, no es juego de niños el que os aseguréis de vuestro llamamiento y elección. El mundo está lleno de imposturas, y abunda en seductores que explotan la presunción carnal y se agrupan en torno de los ministros con la avidez con que lo hacen los buitres en torno de los cuerpos en putrefacción. Nuestros corazones son engañosos, de manera que la verdad no se halla en la superficie, sino debe ser sacada de su más profundo interior. Debemos examinarnos a nosotros mismos muy afanosa y profundamente, no sea que por algún motivo después de haber predicado a los demás, resulte que nos hallamos en la línea de los réprobos. ¡Cuán horrible es ser predicador del Evangelio y no estar sin embargo convertido! Que cada uno se diga en secreto desde lo más recóndito de su alma: "¡Qué cosa tan terrible será para mí el vivir ignorante del poder dela verdad que me estoy preparando a proclamar!" Un líder inconversos en vuelve en sí la más patente contradicción. Un líder destituido de gracia es semejante a un ciego elegido para dar clase de óptica, que filosofara acerca de la luz y la visión, disertara sobre ese asunto, y tratara de hacer distinguir a los demás las delicadas sombras y matices de los colores del prisma, estando él sumergido en la más profunda oscuridad. Es un mudo nombrado profesor de canto; un sordo a quien se pide que juzgue sobre armonías. Es como un topo que pretendiera educar aguiluchos; como un leopardo elegido presidente de ángeles. Aun supuesto de tal naturaleza se le podrían aplicar las más absurdas metáforas, si el asunto de suyo no fuese tan solemne. Es una posición espantosa en la que se coloca un hombre que emprende una obra para la ejecución de la cuales entera y absolutamente inadecuado; pero su incapacidad no lo exime de Responsabilidades, puesto que deliberadamente las ha querido asumir. Sean cuales fuesen sus dotes naturales y sus facultades mentales, nunca será el ministro apropósito para una obra espiritual, si carece de vida espiritual; y en ese caso cumple a su deber cesar en sus funciones ministeriales mientras no adquiera la primera y más simple de las cualidades que para ello se han menester. El ministro inconversos asume un carácter igualmente horroroso en otro respecto. Si no ha recibido comisión, debe ser muy desgraciada la posición que tenga que ocupar. ¿Qué puede ver de lo que entre el pueblo pase que le dé consuelo? ¿Qué será lo que sienta cuando oiga los lamentos de los penitentes, o escuche sus ansiosas dudas y solemnes temores? Es natural que se admire al pensar que sus palabras deben haberse apropiado para conseguir tal fin. La palabra de un hombre inconversos puede ser bendecida para la conversión de las almas, puesto que el Señora la vez que desconoce a un hombre semejante, honrará con todo, su propia verdad. ¡Cuán perplejo debe sentirse un hombre así al ser consultado respecto de las dificultades que se3presenten a los cristianos maduros! Debe hallarse muy alejado del sendero por el cual han caminado sus oyentes regenerados. ¿Cómo podrá escuchar sus goces en el lecho mortuorio, o unirse a ellos en sus entusiastas regocijos cuando se congregan en torno de la mesa de su Señor? Muchas veces ha sucedido que los jóvenes destinados a un oficio que no cuadra con su carácter han huido al mar, prefiriendo esto a continuar en negocios para ellos enfadosos; pero ¿adónde huirá el que ha comprendido su vida toda a este santo llamamiento, y está sin embargo totalmente sustraído al poder de la piedad? ¿Cómo puede atraer diariamente los hombres a Cristo, si él mismo desconoce el ardiente amor del Salvador? Oh señores, esto debe ser seguramente una perpetua esclavitud. Un hombre

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (13.8 Kb)   pdf (88.5 Kb)   docx (12.7 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com