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MATODO ANALITICO A LA 1ª DE PEDRO


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  2.307 Palabras (10 Páginas)  •  413 Visitas

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MATODO ANALITICO A LA 1ª DE PEDRO

1.- NOMBRE DE LA CARTA: 1ª EPISTOLA UNIVERSAL DE PEDRO

2.- FECHA: 62 A 64 D.C.

3.- AUTOR: El autor dice que es “Pedro, apóstol de Jesucristo“(1:1) y “testigo de los sufrimientos de Cristo” (5:1). Escribe con la ayuda de Silas o Silvano, desde un lugar que llama “Babilonia”, donde su “hijo” Marcos le acompaña (5:12, 13). Así como aparece esta evidencia directa de que Pedro el apóstol fue el autor.

4.- DESTINATARIOS: Las iglesias del norte de Asia Menor, en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. La región descrita estaba en las provincias romanas del Asia Menor (la actual Turquía), al norte de las montañas Tauro. La posición social de los receptores probablemente reflejaba la de la mayoría de las iglesias de entonces, como si fuera representativa de la comunidad. Había esposos y esposas (3:1, 7), esclavos (2:18, aunque no hay referencia a amos como en Ef. 6:5–9; Col. 3:22–4:1), jóvenes (5:5) y un cuidado pastoral de ancianos (5:1–4). Algunas de las mujeres deben haber tenido un estilo de vida confortable (3:3). La descripción de la manera de vida precristiana (4:3, 4) sugiere que algunos de ellos deben haber estado envueltos en los gremios comerciales paganos del lugar. Pedro los llama “expatriados” (Dios Habla Hoy, “esparcidos por el mundo”; Biblia de Jerusalén, “que viven como extranjeros”) y este término técnico ha llevado a John H. Elliott a desarrollar la teoría de que eran “residentes extranjeros”.

5.- INTRODUCCIÓN: Pedro se dirige a los cristianos que viven en varios lugares de Asia Menor y que han sufrido el rechazo del mundo a causa de su obediencia a Cristo. Les recuerda que poseen una herencia celestial (1:3-5). El apóstol, al saber de las pruebas por las que atravesaban los destinatarios de sus cartas, se dirige a ellos como expatriados de la dispersión. La mayoría de ellos eran gentiles conversos. Su vida anterior había sido disipada, de borracheras e idolatría. Sus compatriotas estaban sorprendidos de que ahora vivieran en forma distinta, aunque sufrieran un aprueba de fuego, ahora, todavía no enfrentaban e martirio.

El núcleo principal de la carta son dos textos cristológicos el de (1 Pe 2,21-25) y el de (1 Pe 3,18-22) que constituyen una especie de primitivo credo cristiano, del que se entiende:

a) Hay que esperar confiado la salvación;

b) llevar una vida santa en cualquier situación o estado social;

c) no hay que acobardarse ante sufrimientos o dificultades.

Es fundamental en la carta la insistencia del autor en que la pasión de Cristo no desemboca en la muerte como última palabra, sino en la vida y es por tanto una fuente de esperanza segura.

La exhortación de (1 Pe 3,15): "estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones", es una de las expresiones más expresivas del Nuevo Testamento

6.- TRASFONDO HISTORICO: Pedro llama a los destinatarios «los expatriados de la dispersión» (1.1). Durante esa época, «dispersión» se refería a los judíos que vivían fuera de Palestina entre los gentiles (Jn 7.35; Stg 1.1) y por lo tanto varios opinan que los destinatarios de la epístola eran judíos convertidos al Mesías Jesús. Pero Pedro critica la vieja manera de vivir de sus lectores, denominándola «vana» (1.18), término conectado con la crítica de la práctica de la idolatría en la Septuaginta. Esta manera de vivir la recibieron de sus antepasados (1.18). La vida anterior de los destinatarios giraba alrededor del culto a los ídolos según 4.3, donde Pedro describe sus pecados pasados: «Basta ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías». Después del cautiverio, la comunidad judía abandonó por completo la práctica de la idolatría. La sorpresa de sus vecinos a su falta de participación en las fiestas tradicionales y en el culto de los templos solamente se puede explicar si los convertidos eran gentiles (4.4).

El problema que los cristianos en Asia Menor tenían que enfrentar era la persecución, pero no una persecución formal y programada sino diferentes formas de discriminación social. Ellos, que antes participaban completamente en la vida social y religiosa de sus comunidades, se mantenían apartados de tales actividades (4.3, 4). Habían abandonado por completo la religión ancestral (1.18) para creer en un Dios invisible (1.21) y seguidores de un judío del Oriente que había sido crucificado (2.24). Desde luego, habían creado una nueva alianza o «hermandad» entre sí (2.17).

Los incrédulos los rechazaban a causa de su conversión a la nueva religión y murmuraban contra ellos como de malhechores (2.12; 3.16), los maldecían (3.9), los calumniaban (3.16), los vituperaban (4.14) y denunciaban su fe en Dios (4.13). En el momento menos pensado los cristianos tenían que dar cuentas de su fe y de su conducta (3.15, 16).

La tensión era especialmente aguda donde existían relaciones sociales y legales muy estrechas, como entre la esposa y su marido o entre el esclavo y su amo (2.18–3.6). Siempre existía la posibilidad de encontrarse en apuros con las autoridades (2.13–17; 4.15). Aunque la persecución se manifestaba principalmente como rechazo social y abuso verbal (2.15), en ciertos casos existía la posibilidad de que la hostilidad llegara a ser física (2.20; 3.6; 4.1).

Al escudriñar el efecto de la persecución en las congregaciones, descubrimos que los cristianos estaban afligidos (1.6; 2.19) y tenían profundo temor (3.6, 14). El rechazo que padecían les causaba perplejidad (4.12) y los llenaba de ansiedad (5.7).

Pero el problema que Pedro trataba de corregir no tenía que ver simplemente con su estado emocional. Habían comenzado a avergonzarse de su fe (4.16). En sus padecimientos sentían la tentación de vengarse (3.9; cf. 2.23) y de conformarse a un estilo de vida más aceptable a sus vecinos inconversos (4.2, 3; 1.14). No solamente experimentaban la tentación de volver a los pecados que habían dejado cuando se convirtieron, sino también tenían que enfrentar la tentación máxima, la de la apostasía (5.8, 9). Por eso, el problema que Pedro enfrenta en esas congregaciones no era solamente el desánimo. La lucha era por su fe y ética evangélicas que estaban a punto de abandonar. Pedro les dice: «Os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta

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