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Proyecto De Jesús

semadelatorre15 de Octubre de 2012

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EL PROYECTO DE JESÚS

¿Qué quería? El proyecto de Jesús

DESCRIPCIÓN

Para describir lo que quería Jesús hay que apoyarse a la vez en sus palabras y en sus actitudes, en aquello por lo que optó y en lo que rechazó. En este punto, más que en los demás, las primeras comunidades han retenido, subrayado y coloreado según sus necesidades, lo que ellas captaban del proyecto de Jesús: tendremos que mantenernos atentos a esta observación.

-Reunir a todos los hombres en el movimiento del Reino;

Jesús toma los medios más adecuados para reunir al mayor número posible de personas en el movimiento del Reino: proclama por todas partes la Buena Noticia 1, se dirige a las multitudes y no a un grupo de iniciados 2, quiere incidir en todas las categorías de su época; nadie queda excluido de su llamada a reunirse; más aún, El mismo se desplaza para llegar hasta los más maltratados, los que sufren bajo el peso de la vida o de sus pecados 3 y para lograr que también ellos entren en la reunión; dirige su invitación a los individuos que encuentra, pero también a las ciudades y pueblos tomados en conjunto y se extraña de su respuesta negativa 4.

Manifiesta, sin embargo, una paciencia a toda prueba y alienta a sus discípulos para que hagan lo mismo cuando les cuenta, por ejemplo la parábola del trigo y la cizaña 5 o la de la higuera estéril 6: antes de pronunciar un juicio definitivo hay que tener una enorme paciencia. Siempre con un mismo anhelo: expresarse de manera que todos puedan comprender; por eso las parábolas están sacadas, todas ellas, de la vida cotidiana.

Habla también por sus actos: curaciones y perdón hacen libre a la gente para que puedan unirse al Reino. La invitación está lanzada a todos los vientos, no se pueden diferir las decisiones para mañana: palabras incisivas, actos provocadores, todo incita a tomar partido ahora mismo. Esperando no se sabe a qué, en vez de decidirse, se corre el peligro de quedar fuera de la gran asamblea, fuera de la vida nueva ofrecida a todos. Por lo demás, este Reino es algo hecho de antemano: no es un lugar en el que estar, ni una recompensa que se puede ganar. Jesús rehúsa ser rey a la manera de los hombres 7; desconfía cuando se pretende dar al Reino contornos demasiado precisos en el espacio y en el tiempo 8: su Reino no es de este mundo 9.

Jesús subraya la idea de que el Reino es una realidad que hay que acoger; y a partir de ese momento un nuevo universo podrá construirse, pero habrá que romper con muchos egoísmos y superar muchos obstáculos para realizarlo. Por eso Jesús tiene conciencia de que su mensaje de unidad no traerá necesariamente la paz 10.

Iniciar los últimos tiempos de la humanidad Al

incitar a reunirse en el Reino, Jesús declara que con El se inaugura un período nuevo de la humanidad: «los últimos tiempos». Los testigos entendieron estas palabras como el anuncio de un final muy cercano: esperaban el advenimiento del mundo nuevo en aquella misma generación o en la siguiente 11, pero de hecho no sucedió como lo esperaban.

¿Que pasaba? Aparte de algunas alusiones poco claras durante la vida de Jesús, los Evangelios colocan estos anuncios en los últimos días de la vida de Jesús, en la época de sus más vivas discusiones con sus enemigos; se presentan, pues, como palabras de esperanza dirigidas a los discípulos 12. Evocan un cataclismo que afectará a todo el universo y que traerá consigo el establecimiento definitivo del Reino y la «vuelta» de Cristo triunfante entre los suyos. Estos «anuncios» requieren en el lector un particular esfuerzo de comprensión: tras las palabras hay un mensaje más profundo 13 que hay que descubrir. Sol y la luna se oscurecerán, las estrellas caerán, terremotos, guerras, hambres desolarán la tierra: es una manera habitual de expresarse en el pueblo judío de aquella época para manifestar su convencimiento de que Dios interviene en el mundo y que Dios es tan grande que su intervención provoca necesariamente un trastorno universal.

Muchos libros intentan describirlo. Jesús no hace más que usar las imágenes usuales entre las gentes cuando quieren decir que Dios les va a visitar y a traer la renovación total; y que esto sucederá con toda certeza. Toda la historia de los hombres puede entenderse a esta luz. Cuando todo quede transformado se verá claramente quién es la fuente de tal renovación: Cristo volverá habiendo reunido todo en torno a sí.

Por extrañas que hoy nos puedan parecer estas «predicciones», esclarecen diversos aspectos de lo que pretendía Cristo. En primer lugar, aparece claro que Jesús no propone a cada hombre como final un «cielo» como un lugar que cada uno alcanza individualmente tras su muerte. Su perspectiva es distinta: es, en primera instancia, colectiva, orientada a la construcción del universo nuevo de Dios en el que todos podrán, por fin, alcanzar su desarrollo integral, los unos mediante los otros.

Existe ya la posibilidad de trabajar en esa dirección porque el Espíritu de Dios ha penetrado el mundo de los hombres. Desde ahora se puede y se debe adoptar los nuevos modos de vivir propios del Reino.

IDENTIFICACION: En ese trabajo, el Reino está como en germen y jamás se le puede identificar con una determinada realización humana: está más allá de nuestros más bellos proyectos: aun éstos tienen siempre necesidad de salvación. Y la historia nos lo demuestra hasta la evidencia: ¡cuántos crímenes cometidos en nombre de los más bellos ideales! Finalmente, estos textos nos dicen que la victoria de toda la humanidad es segura, tanto a nivel de cada hombre como a nivel del universo en su conjunto. La muerte puede inducir a pensar momentáneamente que la victoria es del mal; pero de hecho, si se la

vive como lo hizo Jesús, es la ocasión de manifestar la plena confianza en el Padre que es fiel y que conoce los caminos que nos llevarán a todos a una vida nueva.

Los primeros testigos captaron esta perspectiva con una mentalidad fixista: para ellos las realidades del mundo eran inmutables. Para que se diera una transformación era necesario que se produjera un cataclismo radical que hiciera explotar a todo el conjunto: y así lo describen. La destrucción de Jerusalén el año 70, tras la insurrección de los judíos, fue para algunos la señal de que aquello estaba ya próximo, para otros la señal fue la persecución que empezaron a sufrir los cristianos. Hoy tenemos otra mentalidad: y necesariamente el proyecto de Cristo se nos presenta de un modo diferente. Hoy, y cada vez más, sabemos que los hombres pueden construir su destino; sabemos que todo tiene una causa y que podemos actuar sobre esas causas.

Certezas científicas y técnicas nos dan la seguridad de que podemos transformar este mundo. La «vuelta» de Cristo no se nos presenta como algo que hay que esperar pasivamente, sino como la meta a la que se orienta el trabajo por la construcción de una humanidad nueva. Construiremos el Cuerpo de Cristo, anhelaremos su retorno trabajando cada día en el alumbramiento del universo nuevo de Dios.

-Organizar el nuevo pueblo de Dios Jesús quiso desde el comienzo organizar en una comunidad viva a quienes se quisieran poner al servicio de este gran proyecto: no se conformó simplemente con que éste o aquél le siguieran individualmente; él mismo eligió discípulos y les invitó a seguirle. Lucas cuenta cómo les lanzó esta llamada tras una pesca sobreabundante 14: Jesús les había facilitado aquella pesca extraordinaria y les propuso

seguir aquel trabajo, pero con hombres y no con peces: reunir a los hombres en el movimiento del Reino será una «pesca» mucho más interesante y abundante. Entonces empieza a formarles para la acción, confiándoles tareas muy concretas: proclamar la Buena Noticia en otros pueblos y ciudades, curar y hacer retroceder al espíritu del mal 15; en una palabra: extender su propia acción 16. Al comienzo Jesús les envía nada más a los judíos 7, pero después de la resurrección les abre la perspectiva de una misión universal: «id, enseñad a todas las naciones...» 18.

Entre todos ellos distingue a los Doce: serán los cimientos del nuevo pueblo de Dios 19: su papel será el de conducirle como lo hacía El mismo, es decir, siendo los servidores de todos 20. Jesús dedica tiempo a darles explicaciones; vive comunitariamente con ellos y se sirve de los pequeños acontecimientos cotidianos para formarles en ese espíritu de servicio. Cambia a Simón el nombre y le da el papel de «roca» 21: deberá ser cimiento sólido y firme para sus hermanos 22, será la piedra sobre la que se asiente su «Iglesia» que reunirá a quienes respondan a la invitación misionera del Reino. En la última cena que tomaron juntos, después de darles a compartir el pan y el vino, su Cuerpo y su Sangre, les manda hacer aquello en memoria suya 23.

Ciertamente quería que renovaran aquellos gestos y aquellas palabras, pero sobre todo que renovaran lo que significaban: dad también vosotros vuestro cuerpo, verted vuestra sangre, no escatiméis vuestro sufrimiento por la vida del mundo 24. Con todos sus gestos, con todas sus palabras, Jesús pone los fundamentos de un pueblo nuevo, con elementos de organización y señales de identificación. Pero aquella comunidad no tomó verdadera consistencia hasta el día en que los discípulos experimentaron que el Espíritu de Jesús habitaba en ellos: habían recibido el aliento, la fuerza y el fuego de los que vivía Jesús. Sumergidos en este Espíritu, renovados desde el interior, fueron entrando cada vez más a fondo en el proyecto

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