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Religiosidad Misterica


Enviado por   •  4 de Octubre de 2013  •  2.123 Palabras (9 Páginas)  •  337 Visitas

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En la religiosidad mistérica, es el iniciado en cuanto individuo el que busca la unión con la divinidad, el que trata de alcanzarla por medio de diversos recursos de simpatía y la halla tras la muerte. Los misterios despolitizan la religión; nunca se emplea este término con tanto acierto como en este caso, si se lo entiende en todo su complejo valor etimológico (polis, ciudad-Estado) y semántico actual. Pocas veces encaja tan ajustadamente, aunque Plotino la use en un contexto diferente, la fórmula «huida del uno al Uno» (Enéadas 6,9,11). Esta fuga, apetencia de unión del individuo con el Uno entendido no en el sentido monoteísta del cristianismo, ni en el panteísta del neoplatonismo plotiniano, sino en el mistérico de unión con la pareja divina, antes de ser tema filosófico, fue experiencia sacral íntima e intensamente vivida por cuantos practicaron la religiosidad telúrico-mistérica; su piedad no discurre por cauces de suyo nacionales ni pretende el bienestar colectivo, sino la salvación de cada iniciado o, a lo más, de determinados grupos. Desde luego esta despolitización de la religiosidad mistérica no cae en el individualismo egoísta. Rompe los lazos políticos, pero el iniciado se siente unido a otros. Los vínculos son va exclusivamente religiosos y estrechan a cuantos, integrando la misma comunidad sacral mistérica, caminan hacia la fusión con la divinidad. Forman una sociedad esotérica similar, en cierto sentido, a la realidad eclesial del cristianismo.

Ritos de iniciación. El rito iniciático es la señal externa de adscripción a esta clase de religiosidad. En la religión étnico-política (v.) se nacía, a la telúrico-mistérica se llegaba mediante un rito especial, que suponía determinadas disposiciones interiores, una especie de bautismo (V. INICIACIÓN, RITOS DE).

Esoterismo. Cuando ahora hablamos de misterio, de ordinario resaltamos uno solo de los muchos aspectos que portaba la realidad mistérica e identificamos misterio y esóterico. Así nos hallamos en el estadio final de la secularización de este término, al considerarlo coleo expresivo del arcanurn, de lo oculto de una cosa. Pero los misterios inicialmente no eran ocultaciones ni una especie de sociedades secretas. Ciertamente había algo oculto, pero era una exigencia de su misma esencia marginal a la vida ordinaria. Los misterios partían de los ritos iniciáticos, que apartaban al iniciando del resto de los mortales, de los profanos, y lo inscribían en un círculo más reducido para juntos tender a la unión con la divinidad, separación que se prolongaba hasta después de la muerte por tener cementerios propios (p. ej., los órficos). Esta unión, que simbólicamente se operaba ya en el momento mismo de la iniciación, se iba incrementando mediante la celebración de fiestas cultuales. Casi todos los ritos mistéricos tenían categoría de símbolo, único modo de sugerir mejor la recóndita realidad del más allá y de cuanto el iniciado experimentaría tras la muerte. Mas el símbolo de estos ritos podía ser mal interpretado siempre que alguien se fijara sólo en el significante sin calar hasta el significado, único válido en el contexto misterial. Por eso casi todos los misterios terminaron por prohibir la divulgación de sus prácticas; hablar de ellas era profanarlas, sobre todo al quedar dominados por pueblos de religión étnico-política o celeste (los indoeuropeos). La única fuente de conocimiento era su celebración, su vivencia dentro del ambiente íntimo de la experiencia sacral. De este modo se impuso la ley del arcano y fue aumentándose el carácter oculto, esotérico, en las celebraciones iniciáticas. Y tan fuerte fue este matiz que misterio terminó por ser sinónimo de oculto, misterioso. Este esoterismo es culpable de la escasez de testimonios. Fue también la causa de una de las represiones más brutales conocidas (caso de las Bacanales en Roma). El estremecimiento de pasión religiosa que llevó al paroxismo el arcano de las celebraciones mistéricas y la comunión con la divinidad que se rumoreaba se hacía por la comida de víctimas inocentes, similar a la acusación posterior contra los cristianos (S. Justino, Diálogo con Trifón 10, etc.), provocó el encarcelamiento de millares de personas y el ajusticiamiento, según Tito Livio, de casi siete mil iniciados. El hecho de que nunca fueran hallados los cadáveres de las víctimas inocentes comidas por sanguinarias bacantes parece confirmar la naturaleza ritual de estas muertes, realizadas quizás a veces de una manera excesivamente realista (Tito Livio 29,8-19, y el Senatus Consultus, en Corpus Inscriptionum Latinarum 1,581).

Destino de salvación ultramundana. Todas las creencias y prácticas de la religiosidad mistérica están marcadas por el sello soteriológico y escatológico, y buscan la salvación de cada iniciado alcanzada de modo perfecto en el más allá de la muerte, momento en que se consuma la unión con la divinidad.

En todos los relatos míticos y realizaciones cultuales el iniciado, vinculado con la encarnación divina -joven dios o serpiente-, tiene derecho a un bien futuro. Este derecho es individual y compartido por cuantos participan de la misma iniciación. Tras el duelo y la muerte llegará también para él la alegría de una vida feliz, como llegó para el joven dios. Esta alegría está expresada en el culto de Cibele y Atis con la conocida fórmula: «Tened confianza, ¡iniciados!, vuestro dios está a salvo y tendréis salvación de vuestras aflicciones» (Fírmico Materno, De errore profanarum religionum, 3). La salvación y felicidad personal se gradúa de acuerdo con la intensidad de la simpatía, en su sentido etimológico o compasión (participación del pathos -pasión dolorosa o gozosa de otro), o sea en la medida en que se sientan las peripecias de la divinidad. Los actos cúlticos de los misterios están orientados a preparar y enseñar con vivencias que la muerte es tránsito de una vida a otra, que es necesario llevar una vida pura y portarse siempre conforme a las enseñanzas recibidas. El culto originariamente naturalista se impregnó de contenido ético y salvífico. Los misterios, en cuanto tales, no pertenecen a las religiones dogmáticas, carecen de un cuerpo de doctrina. Iban dirigidos al reducto afectivo del individuo más que a la inteligencia, tanto en las danzas báquicas de colectiva exaltación extática como en el acto individual e íntimo de la iniciación. Aristóteles (Apud Synes. oratio 48) afirma con acierto que el «iniciado nada tiene que aprender (mathein) sino que padecer (pathein) ». Este «padecer con el dios» condensa algo esencial de los misterios y nos ofrece la clave del alegrarse con él tras las penalidades

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