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Resumen , Virtudes Paciencia Y Altruismo


Enviado por   •  28 de Mayo de 2014  •  2.378 Palabras (10 Páginas)  •  244 Visitas

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Paciencia

El gran paciente es Dios. Él no tenía necesidad del mundo. Sin embargo, no sólo lo creo sino que lo mantiene y lo sostiene. El mundo al ser finito, medido y limitado, no basta para Dios, no puede bastar a su exigencia eterna. A pesar de todo, no se harta de él. Ésa es la primera paciencia: que Dios no rechace al mundo, sino que lo conserve en el ser, que lo mantenga en el honor, que le guarde fidelidad para siempre.

Dios le ha confiado al hombre (un ser que tiene conciencia, interioridad, espíritu y corazón) su mundo, para que este no sólo exista, sino que, sea vivido. El hombre ha de administrar el primer mundo y configurarlo en verdad y justicia, para que se convierta en el segundo, el verdadero: el que pretende Dios.

Dios no rechaza a la creación tan multiplemente corrompida ni crea otra nueva en su lugar, sino que sigue llevando adelante el mundo, sobrevellándolo a través del tiempo y de la eternidad.

La actitud de Dios con respecto al mundo es la paciencia absoluta; sólo posible porque Él es Omnipotente; porque Él es el verdadero señor; el Eterno, para quien no hay miedo ni prisa.

Dios podría ejercer la violencia, pero es indulgente porque es verdaderamente Señor, excelso y bondadoso.

De las criaturas, sólo el hombre es capaz de ser paciente o impaciente ya que es el único ser con la capacidad de elevarse por encima de lo real inmediato y querer lo que todavía no es. En la existencia de tiempo y finitud constantemente se presenta la tensión entre lo que es el hombre y lo que querría ser, lo que ya ha realizado y lo que todavía le queda por lograr.

La paciencia es lo que sobrelleva la tensión. Sobre todo, la paciencia que se nos da y nos toca en suerte con el destino. La circunstancia en la que vivimos nos está impuesta: nacemos dentro de ella. Podemos defendernos, podemos arreglar muchas cosas de acuerdo a nuestra voluntad, pero en el fondo hemos de aceptar lo que viene y nos es dado. Comprenderlo y conducirnos conforme a ello es paciencia. Quien no quiere esta en perpetuo conflicto con su existencia.

El hombre sólo al aceptar su destino es que le llega la fuerza para cambiarlo y darle forma.

También debemos tener paciencia con las personas con quienes estamos vinculados. Sean padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, quien sea, la vida responsable, mayor de edad, empieza al aceptar al hombre como es.

Puede ser muy difícil estar vinculado con una persona a la cual poco a poco se la conoce de memoria. Se querría eliminar a esa persona y tomar otra. Aquí la fidelidad es ante todo paciencia: con lo que la persona es, con cómo es y se comporta y cómo lo hace.

También hemos de tener paciencia con nosotros mismos. Sabemos cómo querríamos ser, pero pese a todo somos precisamente como somos con nuestros mismos defectos mezquindades y debilidades. El hastío ha si mismo ha invadido hasta a los mayores espíritus. Es aquí es donde hay que poner en juego la paciencia, aceptarse a sí mismo, sobrellevarse. Lo cual no implica aceptar por bueno lo que no lo es. Debe permanecer despierta una cierta insatisfacción ante la defectuosidad e insuficiencia de uno mismo: si no se perdería toda esa autocritica que constituye el supuesto previo a toda maduración moral. Toda sana critica debe ponerse en juego desde lo dado y continuar actuando desde ahí y sabiendo que será un proceso lento, muy lento. Pero esa misma lentitud constituye una garantía de que la transformación no se realiza de la fantasía, sino en la realidad.

Un autentico progreso moral, suponiendo que se hacen despiertos los actos de la comprensión y la adecuación, ocurre al tomar conciencia de lo que puede causar nuestra propia vehemencia, y así tratar evitar el dejarnos arrastrar por el impulso de sentir ,los que nos hace más libres , consiguiendo un punto de apoyo por encima del acontecer interior. No serian fantasías, sino auténticos avances en la vida interior, cambios en la relación mutua de los diversos actos, configuración de su carácter. Pero semejantes cosas sólo ocurren despacio, muy despacio.

El tener la paciencia que siempre empieza de nuevo es el supuesto previo para que ocurra realmente algo. Para adelantar se debe empezar siempre de nuevo Hay que sumergirse en el interior de lo vivo y elevarse desde él en nueva libertad, en ‘iniciativa’, en ‘potencia iniciadora’ para hacer real lo antes pensado: la prudencia, la mesura, la superación de sí mismo y todo lo que ha de llegar a ser.

Paciencia consigo mismo, no dejadez ni blandura sino en sentido realista, es el fundamento en todo esfuerzo.

La aceptación de la realidad, el soportarla y sostener lo que es, constituye la base de todo devenir y lograr.

A la virtud de la paciencia es necesario agregarle muchos otros elementos, ya que ninguna actitud que sea solo paciencia sino que las virtudes se manifiestan en conjunto.

Por ejemplo, no es posible ninguna paciencia sin comprensión: sin saber el modo como va la vida. Paciencia es sabiduría, comprensión de lo que significa: tengo esto, y nada más, soy así y no de otro modo, etc. Cierto que con tenaz esfuerzo es posible cambiar mucho, pero en un principio las cosas están así y hay que aceptarlo. La sabiduría es comprensión del modo como tiene lugar la realización; de cómo un pensamiento se hace real en la sustancia de la existencia partiendo de la imaginación; de qué lento es el proceso y cuantos sentidos hay involucrados; de qué fácilmente se engaña uno a sí mismo y va de la mano.

La paciencia comporta fuerza, mucha fuerza. La suprema paciencia descansa en la omnipotencia. Dios por ser Todopoderoso puede tener paciencia con el mundo. Sólo el hombre fuerte puede aplicar una paciencia viva, recibir en sí una y otra vez, lo que es; empezar de nuevo, una y otra vez. La paciencia sin fuerza es mera pasividad, superficial tolerancia, habituamiento a ser cosa.

El amor a la vida forma parte de la auténtica paciencia. Quien no ama a la vida no tiene paciencia con ella. Entonces vienen las vehemencias y las rebeldías, y hay heridas y roturas.

La paciencia viva es la persona entera que está en tensión permanente: el soportar la tensión y concentrarse siempre de nuevo, eso es paciencia. Así se puede decir, que la paciencia es la persona en devenir que se entiende adecuadamente.

Dondequiera que se nos pone vida en las manos, el trabajo en ella sólo puede prosperar de la mano de la paciencia; esa fuerza profunda y silenciosa bajo cuya custodia puede desplegarse la vida que nos está encomendada.

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