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TRABAJO UCV


Enviado por   •  12 de Abril de 2013  •  1.007 Palabras (5 Páginas)  •  216 Visitas

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El evangelio es un tesoro para los cristianos, y, como tal, estamos llamados a compartirlo, nunca a guardarlo. Estamos invitados a compartir la maravilla que llevamos y vivimos. Dar cuenta de que vivimos el evangelio supone un estado de felicidad desbordante, no puede ser de otra manera. Ser feliz porque hemos encontrado el sentido máximo de nuestras vidas. El que conoce a Cristo vive, plena y conscientemente, el don que le ha sido dado. Predicar a Jesús con la propia felicidad es un estimulante efectivo para el que da y el que recibe el mensaje. No es la felicidad de carcajadas, sino de gozo interior y pleno. Si somos felices viviendo el evangelio, seremos buenos evangelizadores. No podemos hablar de Cristo llevando la pesada mochila de nuestra vida, sintiendo el peso de los años o el pesimismo del mundo en crisis.

Para los cristianos, no hay un futuro de temor o un mañana de incertidumbre. Somos conscientes de quién está con nosotros y por quién todo brilla en esperanza y sin confusión. Hay gente que vive temerosa del futuro o desconfiada de Dios, sólo la confianza del discípulo en su Padre puede alimentar y contagiar la esperanza en un mañana mejor. Para esto, estamos llamados, para inyectar, de esperanza y optimismo, el mundo. La primavera de la Iglesia es hoy y ahora, más que nunca.

Algunas personas se fanatizan con un ídolo del rock, otros con un equipo de futbol, nosotros vivimos apasionados por Cristo. En él, sólo en él, hay esperanza cierta y evidente. Si estamos convencidos de que haber encontrado a Cristo es lo mejor que nos pudo suceder en la vida, entonces, podremos ayudar a otros a encontrarlo. Muchos hombres y mujeres, especialmente jóvenes, andan por el mundo buscando algo que los anime, que les toque el corazón, que les dé sentido pleno a sus vidas, algo por lo cual valga la pena vivir. Nosotros hemos descubierto ese sentido, hemos sido bendecidos con la gracia del conocimiento de Cristo y no podemos esconderlo como un secreto, como una palabra que da miedo pronunciarla.

Hoy, la Iglesia ya no es tan creíble por sus imágenes o la publicidad de sus textos, íconos y símbolos. Hoy, el mundo espera un testimonio verificable, nos miran con desconfianza, porque esperan que lo dicho se viva a pleno y de manera fulgurante. Ese testimonio y esa verdad que ya se perdieron en muchos lugares, como la política, por ejemplo. La Iglesia debe ser reflejo de Jesús, pero no por sus altos templos y campanarios de oro, sino por su caridad y su esperanza.

El anuncio de Jesús ya no aguarda la sanación, porque hay buenos médicos y hospitales, no se ubica en la verdad, porque las ideologías, la literatura, la filosofía agnóstica satisfacen a varios. No demanda ni comida, ni milagros, ni espectáculos, porque el reino del mercado se las arregla para todo. Hoy, el mundo espera amor, altruismo, caridad, coherencia, valentía. No espera tantas devociones de moda para instalar un nuevo paganismo, espera la mano amiga, la cercanía, el ser bien atendidos. Necesitamos

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