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Trabajo Sacerdotal

isabella16 de Febrero de 2012

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En virtud del Bautismo y de la Confirmación, todos los fieles participan del sacerdocio del Jesucristo. Pero los que reciben el sacramento del Orden tiene, además, el sacerdocio ministerial o jerárquico, que se diferencia del sacerdocio común de los fieles "esencialmente y no sólo en grado" (Lumen Gentium, 10).

Este sacramento del Orden consagra al que lo recibe, configurándolo de modo particular con Jesucristo y capacitándolo para actuar en la misma persona de Cristo para el bien de todo el pueblo de Dios.

¿Qué es el Orden sacerdotal?

Es el sacramento por el que algunos fieles son constituidos ministros sagrados, siendo cooperadores del Obispo con quien forman un presbiterio.

¿Por qué este sacramento se llama Orden?

Porque comprende varios grados subordinados entre sí.

¿Cuáles son las funciones principales de los sacerdotes?

Las funciones principales de los sacerdotes son: Celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, perdonar los pecados en la Confesión, administrar los demás sacramentos, predicar la Palabra de Dios y dirigir a los fieles en las cosas que se refieren a Dios.

¿Son necesarios los sacerdotes?

Los sacerdotes son necesarios e insustituibles, pues sin ellos no existiría la Iglesia tal como la fundó Jesucristo. Por eso todos los cristianos debemos colaborar en el fomento y formación de las vocaciones sacerdotales.

EL ORDEN SACERDOTAL

Su institución

Ya desde el principio de su vida pública, Nuestro Señor Jesucristo anunció a sus Apóstoles el hecho de que los llamaba para un ministerio muy especial, pues de pescadores de peces, los convertiría en "pescadores de hombres" (Mt.4,1 g).

"Llamó a los que El quiso y vinieron donde El. Instituyó doce para que estuvieran con El para enviarlos a predicar" (Me.3, 13-14)

Cumpliendo su promesa, en la ultima cena les confiere el prodigioso poder de transubstanciar el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre al decirles "Haced esto en memoria mía" (Lc.22,1 g).

Con esas mismas palabras les ordena ofrecer por la redención del mundo el sacrificio de su Cuerpo y Sangre, como El mismo acababa de hacer.

Tres días después, una vez resucitado, confiere a sus Apóstoles la altísima misión de perdonar los pecados: "Como el Padre me envió, así también yo os envío. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn.20, 21-22).

Les dio finalmente el poder y la misión de enseñar, de bautizar, de gobernar al pueblo cristiano con este explícito lenguaje: "A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt.28, 18-20).

Estos tres actos solemnísimos confieren a los Apóstoles la plenitud del sacerdocio, que no quedaría restringida a ellos si no que debería extenderse y prolongarse a todo el mundo y por todas las generaciones: "He aquí que yo estaré con vosotros, todos los días, hasta la consumación de los siglos" (Mt.28,20)

Por eso los Apóstoles, después de haber orado y ayunado, impusieron las manos a otros elegidos constituyéndolos como ministros de los sagrados misterios, sucesores apostólicos hasta nuestros días. (Hech.6,6; 14,22; 1 Tim.4,14, 11 Tim.1,6).

Esos doce elegidos son los que llamarnos Apóstoles y que es la palabra griega para designar a los "enviados". "Corno el Padre me envió, también yo os envío" (Jn.20,21). Por lo tanto su ministerio es la continuación de la misión del mismo Cristo. "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe" (Mt. 1 0,40)

Jesucristo tuvo miles de seguidores, muchos discípulos y de entre todos ellos eligió tan sólo a los Doce. Jesús mismo pues, establece una jerarquía y coloca a los Apóstoles en un rango distinto, dándoles una misión especial.

Los Apóstoles son conscientes de que están calificados por Dios como "ministros de una nueva alianza" (2 Cor.3,6), "ministros de Dios" (2 Cor.6,4), "embajadores de Cristo" (2 Cor. 5,20), "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Cor.4,1).

Transmisión del Orden Sacerdotal.

En el encargo dado a los Apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor y los fundamentos de su Iglesia. Pero hay también el aspecto de la permanencia de su misión ya que Jesús les prometió permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos (mt. 28,20). Siendo mortales los Apóstoles, esta misión divina tenía que perdurar por medio de sucesores y así lo hicieron por medio de la imposición de las manos. San Pablo, el Apóstol por excelencia, no era de los Doce pero fue incorporado al orden apostólico por dicha imposición.

Así como permanece el ministerio confiado personalmente a San Pedro, como Jefe de la Iglesia, ministerio que debía ser transmitidos sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles que debe ser ejercido por el orden sagrado de los obispos.

El Catecismo de la Iglesia Católica define el Sacramento del Orden con las siguientes palabras: "El Orden es el Sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos, es pues el Sacramento del ministerio apostólico". Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado

".

El nombre del Sacramento del Orden.

Por la imposición de las manos del Obispo, el cristiano es integrado a un cuerpo o grupo especial, estableciendo en el orden de aquellos que tienen a partir de ese momento el poder del Espíritu Santo para consagrar, perdonar, bendecir, etc. La ordenación es un acto sacramento que va más allá de una simple designación o delegación. No es la comunidad la que "ordena" y la que comunica los poderes sagrados, sino el Obispo por medio de este Sacramento. El sacerdocio solo puede venir de Jesucristo a través de la Iglesia. La imposición de las manos del Obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración.

El Sacerdocio del Antiguo Testamento.

En todas las culturas y en todos los tiempos de la historia, los hombres han tratado de comunicarse con Dios o sus divinidades por medio de sacerdotes, gurus, brujos, chamanes, videntes, etc... Hombres o mujeres expertos en toda clase de ritos que incluyen desde amuletos hasta danzas y signos secretos.

El sacerdocio en el pueblo de Israel se da de un modo completamente distinto: es Dios mismo el que toma la iniciativa y de entre las doce tribus escogió la de Leví para el servicio litúrgico: "No pases revista a la tribu de Leví ni hagas su padrón entre los demás Israelitas. Alista tu mismo a los levitas para el servicio de la morada de testimonio" (Núm.1,49).

Los levitas no tuvieron tierra en posesión para poderse dedicar por completo al culto y las demás tribus les daban el diezmo de sus cosechas y animales.

Como dice la carta a los hebreos, fueron establecidos para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios," para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb.5,1) Este sacerdocio de la antigua alianza era sin embargo incapaz de realizar la salvación, por lo cual tenían necesidad de repetir sin cesar los sacrificios sin alcanzar la santificación definitiva, que sólo podría ser lograda por el sacrificio de Cristo. (Hb.5,3; 7,27; 10, 1-4). Era prefiguración del sacerdocio de Cristo, comunicado a los hombres por el Sacramento del Orden

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El Sacerdocio de Cristo.

Jesús es "el único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tim.2,5). Toda la carta a los hebreos tiene como fin el demostrar que Jesús es el "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb.10,5), que "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados" (Hb.10,14). "Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos sumos sacerdotes, luego por los del pueblo; esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Heb.7,26-27). Todos los sacrificios de la antigua alianza, pasan a ser tan solo figuras o anuncios del único sacrificio capaz de redimir a la humanidad, el de Dios hecho hombre en Jesucristo. La única Sangre eficazmente redentora es la de Cristo que por ser Dios, "una sola gota bastaba para perdonar todos los pecados de la humanidad entera" según nos dice Sto. Tomás de Aquino en su hermosísimo himno "Adoro te Devote".

El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado de una vez por todas y no hace falta repetirlo. Pero Cristo murió hace 2000 años en un país particular, rodeado de un puñado de personas bien reducido. Para actualizar su sacrificio en todas las edades y en todos los lugares del mundo, instituyó la Eucaristía que no repite sino prolonga, actualiza, el Calvario en el mundo entero. La Santa Misa no vuelve a crucificar al Señor Jesús, sino que hace presente su crucifixión en el tiempo, hasta el fin del mundo.

Jesucristo es el Sumo y Eterno Sacerdote; los demás son ministros suyos. Los sacerdotes católicos hacen posible, en la Santa Misa, que la redención efectuada

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