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Un Dios de Relaciones


Enviado por   •  25 de Octubre de 2023  •  Ensayos  •  2.132 Palabras (9 Páginas)  •  21 Visitas

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Un Dios de relaciones

Observar a los niños que estaban jugando a las canicas y hacerles tres preguntas. Esas preguntas eran: ¿Cuántos años tienes? ¿De qué manera juegas a las canicas? ¿Cómo sabes que esa es la forma correcta de jugar?

Piaget llegó a una conclusión reveladora: en el juego de las canicas, los niños van pasando por diversas etapas. Comencé entonces a preguntarme: ¿Pueden estas etapas enseñarnos algo en relación con nuestra manera de vivir? ¿Pueden ayudarnos a entender cuál es nuestra forma de relacionarnos, o quizás de jugar, con Dios?

Jugar a las canicas con Dios

Ahora bien, ¿qué tiene que ver Dios con las canicas?

El propio Piaget sugiere que la actitud de los niños al jugar a las canicas es, en efecto, un modelo de nuestras actitudes como adultos hacia la autoridad y las normas.

Volvamos al niño que está en la primera etapa de Piaget. Él ve las reglas como algo que le ha sido legado por una autoridad superior incuestionable, y se relaciona con ellas como la palabra última y final en lo que respecta a la recepción de las recompensas del sistema.

¿Encaja alguno de los personajes de la parábola del hijo pródigo en esta primera etapa? Seguramente responderás que el hijo pródigo, pero piénsalo bien. Creo que no hace falta que te cuente la historia otra vez.  Lucas 15:28 al 30

Indignado, el hermano mayor se niega a entrar. Así que su padre sale a suplicarle que lo haga.

¿Entiendes lo que el hermano mayor le está diciendo a su padre? « ¡No te entiendo, papá! Mira lo que has hecho. Todos estos años he estado trabajando como un esclavo para ti. He cumplido absolutamente todas tus normas; jamás te he desobedecido. Nunca he cometido pecados graves, y siempre he asistido a la iglesia. Me he negado muchos placeres, y todo porque suponía que eso era lo que tú querías de mí. Me hubiera gustado darme algunos caprichos de vez en cuando, pero no lo hice porque era tu esclavo. ¿Y qué recibo a cambio de todos mis esfuerzos?

¿Soy yo el hermano mayor?

¿Te suena familiar este discurso? ¿Es posible que tú, o yo, en el pasado, nos hayamos expresado de manera similar a este hermano mayor? ¿Será que en algún rincón de tu corazón o del mío (o en gran parte de él) nos relacionamos con Dios basados en normas, así como el hermano mayor lo hizo con su padre? ¿Puede ser que hayamos crecido con una religión que nos ha enseñado a esperar recompensas y castigos de parte de Dios sobre la base de nuestra obediencia a sus leyes?

Ha conocido judíos que no pasaban el sábado en serenidad ni sentían una renovación espiritual, sino que estaba constantemente preocupados por si tal vez estaban haciendo algo prohibido, hasta que el día llegaba a convertirse en una dura prueba semanal que superar.

¿Te suena familiar? ¿Has estado jugando a ser el hermano mayor del hijo pródigo? ¿Tal vez has estado obedeciendo a Dios todos estos años como resultado de un compromiso gravoso, de una obediencia por temor que proclama una y otra vez: «Si no le obedezco, me va a sacar de su testamento»?

No estoy en contra de las leyes y los mandamientos que Dios nos ha dado. Un Dios de amor, al igual que todo padre amante, obviamente prescribe normas para nuestra protección. Sin embargo, ¿no habrán estado algunos cristianos obedeciendo a Dios todos estos años únicamente motivados por una pesada obligación, sintiendo que trabaja como esclavos para Dios porque están convencidos de que es la única manera de recibir su herencia?

Ese espíritu de sumisión quejosa es como hallarse atrapado en un callejón sin salida. Puede que un empeño constante en el cumplimiento de las reglas deje satisfecha a la máxima autoridad pero, en primer lugar, nunca podremos estar seguros, y en segundo, trabajar como un esclavo para él es demasiado costoso. No tenemos gozo, ni paz, ni alegría, ni libertad.

¿No te parece que esa sumisión resentida y sombría está muy cerca de la rebelión total? ¡Claro que sí! Porque llegará el día en que el hermano, o la hermana mayor descubra la verdad y explote por la carga de frustración y de rebelión. Y entonces también huirá del Padre. O quizá la hermana mayor jamás tenga suficiente valentía para dar muestras externas de que ha huido, aunque por dentro cultivará sentimientos de enojo y su corazón habrá abandonado al Padre.

¿Cómo podría haber algún tipo de paz o de gozo en una vida como esa? No es de extrañar que haya tantos rostros ceñudos en la iglesia. Hermanos mayores que jamás han huido de Dios, pero que en realidad han huido de la gracia, el amor y el gozo de la casa del Padre. Hermanos que oyen la música y las danzas que salen de la casa del Padre, pero rehúsan entrar. Lo único que saben hacer es trabajar como esclavos para Dios. Y todo porque en realidad no conocen la verdad sobre el Padre.

Los hijos pródigos

La segunda etapa del desarrollo se produce más o menos cuando se llega a la adolescencia. Un día los niños sienten que ya están cansados de tantas normas, por lo que deciden dejarlas de lado para tratar de jugar sin ellas o, al menos, hacerlo con las suyas propias. ¿Puedes encontrar algún rebelde de la segunda etapa en la parábola de Jesús? ¡Por supuesto! El hermano menor.          Lucas 15: 13

Estos hermanos menores de la segunda etapa han tomado la decisión de tirarlo todo por la borda, de desterrar de su vida la iglesia y, en realidad, todo tipo de religió organizada, o de por lo menos mantenerse un poco al margen, mirando de vez en cuando de refilón para compadecerse de los pobres que allí dentro siguen atados y sobrecargados de obligaciones.

Pero más allá de las etiquetas que se cuelgan el uno a los otros, ambos hermanos en realidad quieren lo mismo: ser libres. Ambos ven al padre como un personaje autoritario que solo se dedica a imponer normas. Como resultado de ellas, uno de los hermanos se va de la casa y se pierde; el otro se queda en la casa, pero también se pierde. Ambos están equivocados y ambos están perdidos, porque a ambos se les ha escapado la verdad sobre su padre.

¿Relaciones o normas?

Fíjate en que el padre sale corriendo de la casa para buscar a ambos muchachos.

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