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INFORMATIZACION SANITARIA


Enviado por   •  31 de Agosto de 2013  •  1.626 Palabras (7 Páginas)  •  274 Visitas

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NINGÚN SISTEMA SANITARIO ES UNA ISLA

Hace unos años, un empleado novel de Microsoft fue llamado con urgencia a su pueblo porque su madre acababa de padecer una apoplejía de pronóstico menos grave. Cuando se recuperó lo suficiente para ser dada de alta, la señora Jones (apellido supuesto) se quedó a vivir con su hermana mientras el hijo se ocupaba de las gestJones para llevársela a vivir cerca de él, en el noroeste del país. La señora Jones se recobró bastante bien pero ya no pudo volver a llevar una vida independiente, y las temporadas de buena salud alternaron con estancias en el hospital a fin de atender complicacJones cada vez más agudas.

Los eventos médicos ocurridos durante los dos últimos años de vida de la señora Jones ilustran los mejores y los peores aspectos de nuestro sistema de salud. Fue correctamente atendida, incluyendo algunos procedimientos de los más avanzados actualmente disponibles, en tres hospitales de dos estados diferentes y por más de una docena de médicos. A medida que sus facultades físicas iban decayendo su familia de clase media no tuvo mayor dificultad para hallar residencias adecuadas donde fuesen atendidas sus crecientes necesidades de cuidados. El sistema Medicare y la aseguradora privada pagaron la mayor parte de las facturas, y la familia el resto. Los numerosos médicos, enfermeras y demás personal sanitario actuaron con invariable profesionalidad y amabilidad. Hasta el último momento la señora Jones tuvo una existencia digna, y falleció pacíficamente.

Con todo, nadie se atrevería a decir que el sistema no dejase que desear. Cuando la señora Jones fue dada de alta después de su primera hospitalización y fue a casa de su hermana, que estaba a cincuenta kilómetros, un fallo de comunicación entre los médicos determinó que se le siguiera administrando la medicación a plena dosis, cuando lo indicado habría sido ir rebajándola poco a poco. Cuando llegó al Noroeste los efectos secundarios de aquella dosificación tan fuerte obligaron a hospitalizarla de nuevo, y con urgencia. Como su historial no viajaba con ella, fue necesario repetir una serie de costosos análisis. Lo mismo sucedió cuando cambió de hospital un año más tarde. Y las tres semanas de hospitalización terminal costaron 25.000 dólares, pese a que no se le practicó ninguna intervención quirúrgica. En el último cambio de médico, el facultativo que la dejaba, mientras hablaba por teléfono con el sucesor, la confundió con otra paciente y comentó que sus hospitalizaciones recientes habían sido «abusar del sistema». Y esto se dijo menos de una semana antes de que la señora Jones falleciese.

Estos y otros problemas fueron continuos, y menos mal que la señora Jones podía contar con la ayuda de la familia a la hora de orientarse a través del laberinto de las opciones médicas y de los servicios sociales. Su hijo y su nuera se turnaron para hacer cola en las oficinas de tal agencia o ponerse al teléfono para hablar con tal otra. Y les costó un año persuadir a uno de los hospitales de que dejase de enviarles facturas por unos servicios que ya se habían pagado en su día.

Debido a los muchos hospitales, médicos, clínicas, farmacias, asistencias sanitarias y entidades públicas y privadas que intervinieron en el caso, el papeleo alcanzó proporciones increíbles.

«Durante las temporadas en que mamá hubo de permanecer interna, el montón de papeles crecía exactamente a razón de dos centímetros y medio al mes —comentó más tarde su hijo.»

En los desplazamientos de trabajo solía llevar un archivador más, con los papeles relativos a la enfermedad de su madre. Durante las horas muertas que no podía dedicar a sus propias tareas, se ponía a cotejar facturas con ayuda de notas adhesivas de distintos colores: azul si la factura estaba enviada a Medicare; amarilla si después de ser devuelta por Medicare se había cursado a la mutual privada; roja si la había devuelto por estar equivocada; verde si la factura había recorrido todo el trámite y él estaba conforme con firmar un cheque por el importe.

Consideremos cuánto personal representaba ese papeleo. Por cada médico y cada enfermera de los que trataron a su madre, docenas de empleados administrativos escribiendo papeles en un montón de organizaciones diferentes: el despacho de la clínica o del médico, la farmacia, la agencia sanitaria, la organización Medicare, la compañía de seguros. Como una campaña de las guerras napoleónicas: por cada combatiente, veinte hombres a retaguardia dedicados a la intendencia.

La mayoría de los expertos calcula que entre un 20 y un 30 por ciento del billón de dólares que cuesta todos los años el sistema sanitario de Estados Unidos se va en papeleo. En los centros médicos la cifra podría ascender al 40 o el 50 por ciento. Una hospitalización de una sola semana puede generar hasta un centenar de documentos. Y por si esto fuese poco, aproximadamente un 13 por ciento de los trámites de reembolso que en número de mil a dos mil millones se inician todos los años en Estados Unidos son objeto de devolución

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