LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
bag0113 de Febrero de 2014
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La sociedad del conocimiento
La información, la comunicación, la educación y el conocimiento son esenciales para la iniciativa, el progreso y el bienestar de las sociedades. A su vez, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que potencian esos cuatro conceptos, tienen inmensas repercusiones en prácticamente todas las dimensiones de nuestras vidas. La capacidad de las tecnologías digitales para superar o, en todo caso, reducir las consecuencias de muchos obstáculos tradicionales, especialmente los que suponen el tiempo y la distancia, ha propiciado que, por primera vez en la historia, el vasto potencial de estas tecnologías sea utilizado por millones de personas en todo el mundo y en beneficio de ellas.
En la Declaración de Principios de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (2003 y 2005) se señalaba que «debe promoverse el empleo de las TIC a todos los niveles en la educación, la formación y el perfeccionamiento de los recursos humanos… Los creadores, los editores y los productores, así como los profesores, instructores, archivistas, bibliotecarios y alumnos deberían desempeñar una función activa en la promoción de la sociedad de la información…». Medidas especiales como la formación continua y de adultos, la capacitación en otras disciplinas y el aprendizaje continuo, son claves a la hora de beneficiarse de las nuevas posibilidades ofrecidas por las TIC para los empleos tradicionales, las profesiones liberales y las nuevas profesiones.
En efecto, nos encontramos en la sociedad de la información, en la sociedad red, en la sociedad del aprendizaje, en la sociedad del conocimiento.
Bien sabemos que a través de la información surge el conocimiento, una vez que aquella ha dado significado a los datos, con el apoyo inexcusable de la educación, de las experiencias previas y de los valores asumidos. Cierto que el conocimiento se produce por una confluencia, entre otros, de dos factores sustanciales, la indicada información (búsqueda, procesamiento, almacenamiento…) y la comunicación (distribución e intercambio de información).
Y esos procesos se activan de forma sistemática a través de la educación para lo que entendemos que se hace preciso el uso adecuado de los recursos, herramientas, aplicaciones, redes y entornos tecnológicos que configuran elementos esenciales de esta sociedad.
Pero esas posibilidades no son universales, no todos disponen de ellas. Existe la brecha digital. Cuando el acceso a esas herramientas y soportes está limitado para determinados sectores de la población venimos hablando, en efecto, de brecha digital. Hemos de recordar que brecha, aunque no digital, la hubo siempre, por ejemplo, entre los que sabían y podían leer y los que no, entre los que sabían y podían escribir y los que no, entre los que iban a la escuela y los que no.
¿No eran éstas unas brechas tan dolorosas que marcaban nítidamente fronteras de desigualdades lacerantes?
¿Debe preocuparnos la brecha digital?, ¿cómo no?, pero no sólo esa, la referida a las posibilidades de acceso o no a las tecnologías digitales. Existen otras brechas, digitales también, en las sociedades desarrolladas. Por ejemplo, en el campo que nos ocupa, la brecha generacional con implicaciones, sin duda, en los centros educativos y aquella existente entre los ciudadanos que usan estas tecnologías de forma adecuada y aquellos otros que aun disponiendo de ellas o pudiendo acceder a las mismas sin grave dificultad, no lo hacen o no las usan adecuadamente. En este último caso la escuela tiene un buen reto por delante.
Bien sabemos que en los países desarrollados nuestros niños, adolescentes y jóvenes viven en la red o, al menos, rodeados de artefactos y artilugios digitales. Gran parte de ellos se engancharon a la red, en ocasiones en contra de las sugerencias que desde sus centros educativos se les marcaban o, en todo caso, en contra de las prácticas de esos centros docentes. Si además de la convivencia tradicional, la de las relaciones presenciales, nuestros alumnos viven en los ambientes y redes virtuales, ¿no sería bueno que en la escuela atendiéramos los dos ambientes de habitabilidad real de nuestros estudiantes y no sólo uno de ellos?
Sería de desear que en todos los países e instalaciones educativas (muchos están lejos de lograrlo) nuestros niños y adolescentes finalizasen sus estudios de enseñanza primaria, cuánto más de la secundaria, plenamente alfabetizados en la imprescindible lectoescritura, en el inevitable lenguaje audiovisual y en todo lo que suponen los nuevos códigos tecnológicos e informacionales de los sistemas digitales, cada vez más necesarios. Este último tipo de alfabetización, la digital, debería permitir a quienes salen de la escuela una relación y participación con los otros miembros que pueblan la red, utilizando las herramientas apropiadas para cada tipo de relación o actividad que se desee emprender. Los filtros que desde la escuela se pueden establecer, sin duda que enriquecerán el uso ideal de dispositivos, herramientas y aplicaciones digitales.
Pero no se trata sólo de introducir TIC en las escuelas, porque esas TIC pueden agregarse a la actividad ordinaria del centro como un recurso más para hacer lo mismo quizás de otra manera o, sin embargo, pueden integrarse en el procesos para hacer nuevas cosas con procedimientos también nuevos, es decir, utilizando las tecnologías digitales con nuevos enfoques metodológicos y extrayendo de ellas toda la riqueza que pueden aportarnos para alcanzar las finalidades educativas propuestas y otras valiosas que sin duda surgirán.
Sin embargo, parece que en ciertos sectores del ámbito educativo aún se sigue discutiendo sobre la utilidad de las tecnologías digitales, para que éstas sean integradas plenamente en las estrategias de enseñanza y en los procesos de aprendizaje en nuestros centros educativos. Mal nos irá si la educación se aísla, aún más, de lo que sucede en el entorno exterior al aula. La realidad exterior está inundada de lo digital. El presente y cuánto más el futuro son digitales, ¿cómo preparar a los ciudadanos del futuro si se ignora desde la escuela esta realidad? Cada vez el porcentaje de aprendizaje realizado fuera de los muros del recinto escolar se irá incrementando y así la escuela tradicional, si no rectifica, irá cavando su propia tumba. Resulta paradójico que organizaciones sociales que surgieron para la generación de aprendizajes sean tan lentas aprendiendo o, en el peor de los casos, se nieguen a aprender.
Y esto no es de ahora. Cualquier innovación pedagógica ha tardado decenas de años en asentarse en las aulas.
¿Dónde está ahora el acceso a las fuentes del conocimiento?, ¿cómo se busca, procesa y almacena?, ¿cómo se genera, se mezcla, se aprende y se divulga el conocimiento? De forma radicalmente diferente a la de hace, ¡sólo dos décadas! Los cambios, la transformación, es radical porque más allá de esas dos décadas y más allá de dos siglos los padres de la generación actual, los padres de éstos, sus abuelos y bisabuelos, prácticamente se educaron dentro de esa misma estructura de aula y escuela.
La conectividad, la interacción, la hipertextualidad, el hipermedia, están cambiando, tienen que cambiar profundamente la idea de escuela, la concepción del aula física, del recinto escolar y, naturalmente, del hacer de los docentes y del aprender de los alumnos. La escuela tiene que mediar para que la ingente información que llega pueda, una vez procesada, ordenada y bien seleccionada, convertirse en conocimiento.
No se aboga por la minusvaloración o arrinconamiento de la escuela como esa institución que preserva la cultura, pero sin duda hemos de repensarla y cambiarla drásticamente. Porque, grupos de edad que aprenden con el panorama de la coronilla del compañero que se sienta delante, que estudian lo mismo, en los mismos tiempos y espacios, con idéntico material, etc., con Internet en el aula esto sería, debería ser, impracticable. ¿Cómo encuentra el alumno el saber en Internet, quién se lo facilita, dentro de qué espacio y en qué momento?, ¿preguntamos la edad de quién aprende al otro lado de nuestra pantalla, su sexo, religión, costumbres, clase social?, ¿serán pares/iguales los que nos acompañan al otro lado? Los intereses y no la forzada estructura impuesta serán los que guían las relaciones fuera de la escuela.
Cierto que en muchos casos no conocemos a los que están al otro lado de la pantalla, a los que nos unimos por intereses, por afinidades, ¿pero qué sucede en el recinto escolar donde nos sentamos junto a iguales que pueden no interesarnos y con los que en muchos casos nada tenemos en común.
Ese docente bien preparado para estos nuevos tiempos, va a ser imprescindible dentro de nuestros sistemas educativos. Los interminables tiempos de explicación para todos los iguales dentro del aula y en el horario previsto, podrá dedicarlos ahora a la guía de forma individual y diferenciada de sus alumnos y grupos asignados. Ignorar el mundo digital en el que hoy se mueven nuestros estudiantes fuera de nuestras aulas será suicida. Si las tecnologías no penetran la escuela, los tiempos escolares serán un martirio para tantos alumnos que saben buscar y encontrar información puntual y actualizada a golpe de clic, que intentan aprender fuera de los muros del aula.
El docente habrá de propiciar la capacidad crítica que estos usos exigen y valorar lo que se gana y lo que se pierde y así fundamentar su toma de decisiones.
Cierto
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