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Una reflexión filosófica de la educación en la práctica docente cotidiana de la Escuela Secundaria


Enviado por   •  20 de Diciembre de 2017  •  Informes  •  3.659 Palabras (15 Páginas)  •  265 Visitas

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Una reflexión filosófica de la educación en la práctica docente cotidiana de la Escuela Secundaria.[1]

Miguel Angel Zapotitla Pérez

Al mi maestro de vida y de carrera filosofo Ricardo Avilez Espejel. (RIP)

Quien me enseñó a filosofar desde la interioridad


Parte 1. El humano buscante.

Mi práctica docente me ha llevado a mirar una necesidad en la cotidianidad de las aulas: la reflexión filosófica constante sobre la práctica educativa. Esta reflexión debe llevar al docente a mirar su propia práctica como una obra de arte[2] en proceso de construcción sin dejar de mirarla con la rigurosidad científica de la pedagogía.

Este docente, ante todo humano debe partir de la pregunta obligada en una reflexión filosófica ¿qué somos los humanos? Una pregunta que debe mirarse indiscutiblemente en una labor reflexiva de un trabajo que se hace con humanos y para humanos, es decir, la docencia. Esta pregunta que sin duda es básica en cualquier ejercicio filosófico y no puede quedar de lado para este trabajo en pedagogía, qué somos los humanos docentes y qué son los humanos alumnos de una institución, en este particular caso adolescentes.

Debemos partir de rastrear una posibilidad intrínseca de responder. Me voy a un lado humano que no puede ignorarse y si se pretende comprender, al menos un poco lo humano de este trabajo hay que pensarse a uno mismo como el filósofo Ricardo Aviléz[3]lo plantea: “somos una búsqueda encarnada en un pellejo”[4], y como tal nuestro único movimiento real en la vida es buscar.

En esta afirmación hay muchos matices, el Dr. Aviléz la explica como sigue:

“a) Consiste básicamente en una inacabable búsqueda de bienes de todo tipo: biológicos, estéticos, artísticos, técnicos, económicos, políticos, culturales, religiosos, espirituales, etcétera.

b) Tal vida y existencia humana se convierte por ello en un deseo y búsqueda polimórficos frecuentemente caóticos.

c) Este deseo nunca queda plenamente satisfecho en la historia personal y social de los sujetos”[5]

Si lo más real que podemos ser es ser buscantes[6] entonces debemos aprender a buscar y ordenar nuestra búsqueda intrínseca, por lo que acudimos a las preguntas iniciales ordenadoras ¿cómo buscamos? ¿Qué exige una búsqueda humana? ¿Qué implica el buscar humano? ¿En este sentido, cuál es la labor del docente buscante y educador de humanos buscantes? ¿Será guiar al orden del caótico buscar humano del adolescente?

Las preguntas en sí mismas provocan una reflexión filosófica que nos lleva a mirarnos en una realidad humana de construcción, en sí misma desordenada, como encargados del aprendizaje de adolescentes, entendernos a nosotros mismos como sujetos inacabados y que se construyen mediante su propia búsqueda, y por lo tanto deben mirarse en la medida de esta y edificarse para dar líneas de aprendizaje significativo al otro llamado alumno.

Retomemos, con todo esto quiero decir que ser humanos implica ser buscadores de algo, pero nuestra humanidad cobra sentido en la medida en que esa búsqueda se hace consciente y sirve para la construcción humana en una constante búsqueda que sea humanizante.

Parte 2. El docente humano frente a otros humanos abiertos a la búsqueda y el aprendizaje (los adolescentes).

El camino de esta reflexión filosófica me lleva a buscar dentro de la relación que existe entre el humano docente y el humano adolescente, y quizá en un sentido de topus uranus platónico, mi planteamiento está en el ideal del deber ser docente, pero no un deber ser en el sentido institucional, sino más bien en la profundidad humana de las propias exigencias del ser, o sea, desde la autenticidad humana que lleva a ser el humano, más humano en relación con su ser más profundo.[7]

Entonces si entendemos que el humano es sí mismo es intrínsecamente buscante, entendemos que debe haber una búsqueda que profundice las exigencias más puras del humano, y que estas exigencias humanas que se manifiestan son siempre el resultado de la relación con el otro. Las exigencias más profundas son al mismo tiempo que de cada ser individual, sociales, porque determinan la relación moral con los otros que también son humanos buscantes.

Es aquí donde inicia el problema del profesor porque esta relación social no es una relación común, como el resto de las personas, pues están a su cargo una cantidad considerable de humanos iguales a él ¿qué implica y qué exige esta relación entre el docente-humano y el alumno-humano? 

Este es el punto medular de la reflexión pues ¿Qué necesita el docente ante esta labor?

Son varios puntos los que debo enlistar para cumplir lo más ampliamente posible esta función de enseñar:

  1. El docente debe reconocerse a sí mismo como buscador.
  2. Auto-apropiarse del concepto de sí conscientemente
  3. Generar un nivel alto de autoconciencia desde el cual mire su comportamiento constante y pueda reconocerse ante la necesidad de los alumnos
  4. Mirar a los alumnos como buscantes y saber que su labor con ellos es generar un buscar más amplio
  5. No perderse en el vaivén de humanos.
  6. Hacer que prevalezca una constante moral[8] entre el profesor y los alumnos
  7. Que el docente se reconozca autentico
  8. El actuar docente debe ser en cuanto a su propia autenticidad, es decir conforme a la exigencia de su ser profundo.
  9. Que el profesor se reconozca como inacabado y en proceso de búsqueda
  10. Entender que la búsqueda siempre es social y por lo tanto generar su propia búsqueda en la de sus alumnos

Se pretende que la actitud del docente no solo cambie para mejorar la práctica docente, sino que se asuma una actitud de vida en el educar, lo que se logra en la medida de que se sea consiente de sí mismo.

Los seres humanos somos los únicos animales capaces de mirarnos y reflexionarnos[9]somo el dasein (ser ahí) que Heidegger menciona en el libro el Ser y el Tiempo.

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