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Alimentos Genéticamente Modificados, un enfoque a los posibles riesgos


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2015  •  Apuntes  •  2.116 Palabras (9 Páginas)  •  128 Visitas

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Alimentos Genéticamente Modificados, un enfoque a los posibles riesgos

Los organismos genéticamente modificados (OGM) se definen como organismos (microorganismos, plantas o animales) en los cuales el material genético (ADN) ha sido modificado de una manera que no se puede producir en el apareamiento o en la recombinación natural. La tecnología que puede realizar estos cambios es conocida como "biotecnología moderna", "tecnología genética", "tecnología del ADN recombinante" o "ingeniería genética", la cual, permite seleccionar genes individuales para ser transferidos de un organismo a otro y también entre especies no relacionadas.[1] Los alimentos producidos a partir de o mediante organismos transgénicos se refieren a menudo como los alimentos genéticamente modificados (AGM).

Inicialmente desarrolladores de semillas genéticamente modificadas querían que sus productos fueran aceptados por los productores y se han concentrado en las innovaciones que traen beneficio directo a los agricultores y la industria alimentaria en general. Los alimentos transgénicos son desarrollados y comercializados porque existe una cierta ventaja ya sea para el productor o para el consumidor, dada por la intención de traducir en un producto con un precio más bajo, mayor beneficio en términos de durabilidad o valor nutricional, o ambos.

Uno de los objetivos para el desarrollo de plantas a base de OGM es la mejora de la protección de cultivos. Las técnicas de la biología vegetal moderna permiten identificar las funciones de los genes presentes en plantas,  bacterias y, en general, en cualquier ser vivo, e incorporarlos en una planta para conferirle nuevas propiedades.[2] Los cultivos transgénicos del mercado están dirigidos principalmente a un mayor nivel de protección de los mismos a través de la introducción de la resistencia contra las enfermedades de las plantas causadas por insectos o virus o mediante una mayor tolerancia hacia los herbicidas.1

En ninguna parte del mundo, incluido nuestro país, ha habido alguna oposición para aceptar las proteínas transgénicas derivadas de genes de bacterias, plantas o humanos, que llegan a la sangre inyectadas o tomadas como medicamentos. Es el caso de la insulina, los interferones, la hormona de crecimiento, entre otros.2 En cuanto a las plantas, la abundancia, colorido y tamaño de frutos y el de la planta misma, la resistencia a determinados insectos y hongos, a la falta de agua o al exceso de calor, o incluso el que la planta sea comestibles o no, todo esto tiene también origen en uno o varios genes de la planta.

Sin embargo, desde la primera introducción en el mercado a mediados de la década de 1990 de uno de los principales alimentos transgénicos (soja resistente a los herbicidas), ha habido preocupación por tales alimentos. A finales de 1980 y principios de 1990, los resultados de décadas de investigación molecular alcanzaron el dominio público. Hasta ese momento, los consumidores, no eran muy conscientes del potencial de esta investigación. En el caso de los alimentos, los consumidores empezaron a preguntarse acerca de la seguridad porque perciben que la biotecnología moderna está dando lugar a la creación de nuevas especies. La confianza del consumidor en la seguridad de los suministros de alimentos ha disminuido significativamente como resultado de una serie de escándalos alimentarios que tuvieron lugar en la segunda mitad de la década de 1990, ocasionando gran impacto en la aceptabilidad de los AGM.[3] Desde entonces, los consumidores han cuestionado la validez de las evaluaciones de riesgos, tanto en lo referente a la salud del ser humano como  el mantenimiento del ambiente, con especial énfasis en los efectos que puedan darse a largo plazo.

Generalmente los consumidores consideran que los alimentos convencionales  son seguros. Siempre que se desarrollan nuevas variedades de organismos para uso alimentario, utilizando los métodos tradicionales de cultivo que habían existido antes de la introducción de la tecnología genética, algunas de las características de los organismos pueden ser alteradas, ya sea de manera positiva o negativa.

A través de los años se han conocido diversas opiniones sobre los AGM. La defensa o ataque que se hace de estos, suele cambiar de acuerdo a las circunstancias; para negar las posibilidades de que la ingesta de estos alimentos pueda ocasionar alergias, efectos ambientales[4], resistencia a antibióticos, preocupaciones por el uso de virus en las modificaciones genéticas, alteraciones en el contenido nutritivo de los alimentos, e incluso la presencia de efectos tóxicos que pueden llegar a ser severos e inclusive letales[5], se afirma que el ADN y las proteínas modificadas introducidas se descomponen y, por lo tanto, no sobreviven ni pueden ser transmitidas.

Por otra parte, para promover el uso de organismos vegetales como fuente de vacunas u otro tipo de medicamentos, se argumenta que las proteínas modificadas son muy estables.[6] Debido a esto surgen cuestionamientos sobre el impacto que producen estas modificaciones genéticas en los organismos.

Consumir un gen o una proteína, aun en el caso de que no fueran nuevas sino que proviniesen de otra planta, requiere de una cuidadosa evaluación, incluida la eventualidad de ocasionar un cambio no intencional. Muchas plantas contienen de manera natural genes y proteínas que representan un riesgo para la salud, por ejemplo, las proteínas que causan alergias. Así, aunque esa proteína juegue un papel muy valioso en la planta silvestre por su calidad alimentaria, no se autoriza su uso en otra planta para mejorar su calidad proteica.[7] En contraste, la mayoría de las autoridades consideran que las evaluaciones específicas son necesarias para los AGM, que incluyan su impacto en la salud humana y en el medio ambiente. Para ello, el Departamento de Seguridad Alimentaria y Zoonosis de la OMS tiene por objeto ayudar a las autoridades nacionales en la identificación de los alimentos que deben ser objeto de evaluación de riesgos y así mismo, recomendar enfoques apropiados para la evaluación de la seguridad, para lo que sugiere el uso de las directrices del Codex Alimentarius.[8]

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