Aparato Escolar Vs Trabajo Asalariado
rearvieweye6 de Mayo de 2015
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Para Bowles y Gintis, el funcionamiento del sistema escolar sólo puede comprenderse mediante un análisis sustantivo de las instituciones económicas; únicamente describiendo la estructura de la vida económica y la dinámica particular de las relaciones sociales de producción, es posible comprender la dinámica del cambio educativo. Plantean mirar las escuelas a la luz de las relaciones sociales y económicas, puesto que los aspectos primordiales de la organización educativa son una réplica de las relaciones de dominación y subordinación de la esfera productiva.
Las relaciones de dominación y subordinación capitalistas logran conservarse y perpetuarse principalmente por la forma en que está organizado el proceso de producción, cuyas particularidades deben reproducirse en otros entornos sociales –como la escuela– para que todas las relaciones sociales se desplieguen acordes con los principios de la vida económica.
Las organizaciones sociales del trabajo se caracterizan por ser jerárquicas y burocráticas, espacios donde la fragmentación, la rutinización y la falta total de control obrero sobre el proceso de trabajo son fundamentales para las ganancias burguesas y para la perpetuación de privilegios en una sociedad clasista. La desigualdad es parte central de la división jerárquica del trabajo, ésta se materializa en puestos de diferente autoridad, prestigio y responsabilidad –cuya asignación aparenta ser objetiva y eficiente y por consecuente, justa e igualitaria– asociado a un ingreso diferenciado que contribuye a legitimar la estructura de autoridad y reducir la solidaridad obrera, fortaleciendo la fragmentación y la competencia entre los trabajadores.
Así también, la organización vertical y el principio de autoridad en la escuela es una réplica de la división jerárquica del trabajo. En ella se producen las capacidades cognoscitivas y técnicas requeridas para desenvolverse en el mundo laboral, necesarias para contribuir a la rentabilidad de la empresa. Fomenta la idea del mérito como productor del éxito económico, responsabilizando al individuo/estudiante por su logro o fracaso en el sistema escolar y sus implicancias en la vida adulta, preparándolo a aceptar el lugar que se le ha asignado en la división social del trabajo. La escuela, además, clasifica, reproduce y recompensa determinadas características personales, convenientes con la distribución de puestos de trabajo, premiando la conciencia estratificada mediante la competencia institucionalizada entre los estudiantes, colaborando a la fragmentación de la clase subordinada y a la reproducción del trabajo fragmentado y alienado (Bowles y Gintis, 1985).
En resumen, el sistema educativo aporta a la reproducción de las relaciones sociales de producción, gestando una fuerza de trabajo fragmentada, enajenada y disciplinada, porque existe una correspondencia entre las relaciones sociales de la instrucción escolar con las del trabajo.
Aunque se reconoce que el sistema escolar tiene una dinámica propia, insisten en la determinación económica sobre las habilidades, hábitos, valores, normas y conocimientos que son adquiridos en el sistema escolar, sin enfatizar adecuadamente en el carácter dialéctico de la relación. Por tanto, los patrones cambiantes de la reforma educativa son determinados por los cambios en la organización social de la producción y los conflictos que en ella tienen lugar: Los lineamientos básicos del sistema educativo estadounidense y los conflictos que periódicamente cimbran sus bases, y vuelven a canalizar su desarrollo, pueden entenderse más claramente a través de un análisis de las fuerzas contradictorias que operan en el sistema. La lucha entre la clase obrera y el capital en la economía tiene su contrapartida en el conflicto educativo (Bowles y Gintis, 1985: 136).
En síntesis, mediante un amplio despliegue de fuentes estadísticas, descriptivas e históricas, Bowles y Gintis sostienen que la educación reproduce la diferenciación de la estructura social capitalista, porque es ésta la que determina el funcionamiento del sistema educativo. Los procesos de enseñanza/aprendizaje en las escuelas cumplen con preparar a los estudiantes/trabajadores para que puedan integrarse sin conflictos en la estructura jerárquica que define el modelo de relaciones laborales, porque son congruentes con las necesidades de la economía capitalista. Definitivamente, son las transformaciones del capital y su dinámica el motor de las reformas educativas; el sistema escolar va sufriendo modificaciones a medida que se producen los cambios en los procesos de producción o por la conflictividad laboral, propia de esos espacios.
Bowles y Gintis reconocen la función clasificatoria del aparato escolar, y sostienen que la correspondencia entre la instrucción escolar y las relaciones sociales de producción se materializa también en las jerarquías que organizan el sistema escolar en diferentes niveles de educación y centros de enseñanza.
El aparato escolar está organizado en su interior de forma equivalente a la división jerárquica del trabajo, así entonces, los diferentes niveles de educación se corresponden con los diferentes niveles de la estructura ocupacional. En los niveles más bajos de la jerarquía ocupacional se aprecia el respeto a las reglas; en los niveles medios, la dependencia y la capacidad de operar sin supervisión directa: y en los niveles altos se fomenta la interiorización de las normas de la empresa. De igual manera, están estructuradas las diferentes escuelas para encauzar determinadas normas comportamentales en los estudiantes en correspondencia con las jerarquías de producción; incluso, al interior de una misma escuela se dispone de un orden diferenciado. “Así, en el bachillerato, las ramas vocacionales y generales destacan el respeto por las reglas y la supervisión estrecha, mientras que la rama universitaria tiende a una atmósfera más abierta que destaca la interiorización de los normas” (Bowles y Gintis, 1985: 177).
El recorrido por los diferentes centros y niveles educativos está determinado no sólo por el origen de clase, también la desigualdad de los recursos financieros que las familias destinan en la educación de los hijos encauza el tipo de escuela y las relaciones sociales que en ella se afirman.
El sistema de relaciones de clase, raza y sexo que ha sido conformado y vuelto a conformar constantemente por la evolución de la estructura de la producción así como el desarrollo desigual de la economía capitalista ha quedado reflejado en la estructura segmentada, estructurada jerárquicamente, racista, sexista, nativista de la educación estadounidense (Bowles y Gintis, 1985:303).
Por su parte, Bowles y Gintis subrayan que el funcionamiento del sistema económico requiere para su estabilidad y viabilidad disponer de mecanismos explícitos que permitan conservar y sostener los patrones de dominación y subordinación existentes. Uno de los dispositivos fundamentales ha sido el recurso ideológico, porque contribuye a legitimar la estructura de clases y facilitar el buen funcionamiento de las instituciones económicas.
Según los autores, la fachada ideológica ha servido para justificar los patrones de privilegio, legitimando un orden social, logrando su estabilidad y permanencia mediante “el fomento entre individuos de una conciencia generalizada que evita la formación de nexos sociales y la compresión crítica mediante las cuales es posible la transformación de la realidad” (Bowles y Gintis, 1985: 139).
La reproducción de la conciencia, necesaria y fundamental para la reproducción de las clases sociales, no se transmite exclusivamente en los aparatos culturales, ésta se produce y reproduce en la experiencia cotidiana. De allí que los autores sostengan que todos los espacios y relaciones sociales –donde la experiencia cotidiana tiene lugar– están organizados concientemente a fin de facilitar la reproducción de la conciencia en función de un orden social capitalista (Bowles y Gintis, 1985). El sistema educativo –en conjunto con una serie de instituciones sociales estrechamente relacionadas con la formación de la personalidad y la conciencia– es estructurado mediante un simple principio de correspondencia para reproducir la conciencia de los estudiantes/trabajadores hacia una mayor armonía del sistema económico.
La educación, en su papel de legitimar la estructura de clases, la desigualdad económica y las relaciones de producción, fomenta formas de conciencia congruentes con la reproducción de clase. Impulsa la ideología de la igualdad de oportunidades educativas e interioriza la ideología tecnocrática-meritocrática, que ha servido para justificar la organización burocrática, las líneas jerárquicas de autoridad, la fragmentación de las tareas y las desigualdades remunerativas, características de la organización del trabajo en la sociedad capitalista, ayudando a considerarla como natural y legítima.
El sistema educativo facilita la aceptación de las relaciones sociales de producción, al propiciar un entorno competitivo en la escuela, al afirmar que el éxito escolar es producto de la capacidad y la perseverancia, la motivación y el sacrificio, y que el fracaso en el aula es resultado de la falta de atributos personales, reconciliando a los estudiantes con sus respectivas posiciones en la sociedad, justificando la estratificación social y las jerarquías laborales. En otras palabras, la escuela acostumbra a los jóvenes a una serie de relaciones sociales similares a las del trabajo, encauzando el desarrollo de las necesidades personales hacia los requerimientos del sistema: “(...) el sistema educativo da forma a los conceptos de sí mismo, a las aspiraciones y a las identificaciones
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