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Cocinar Con Marihuana


Enviado por   •  4 de Marzo de 2014  •  2.002 Palabras (9 Páginas)  •  268 Visitas

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Cocinar con marihuana

Un ingrediente estrella

Bienvenido al Hotel Pimodan. Golpea tres veces la pesada puerta de madera. Si eres uno de los elegidos, te será concedido el viaje al otro lado. Estamos en París, hacia 1845. La puerta y el hotel cobijan reuniones mensuales de escritores, pintores, poetas, médicos célebres... Es el club del hachís. Sus reuniones son extrañas, secretas, y se celebran alrededor de una marmita que contiene una pasta verdosa. El inicio es siempre el mismo: una cucharada de la pasta verde por invitado. Se la comen. Así empieza. No se sabe cómo acaba, y el transcurso es delirante, sincopado, artístico, alucinógeno... Allí están Alejandro Dumas, Charles Baudelaire, Gustave Flaubert, Theophile Gautier. Años más tarde, otro hotel sería la guarida de un nuevo club de experimentadores del hachís: el Hotel des Étrangers, con el bello y aventurero Arthur Rimbaud como estrella.

El club del hachís, o los distintos clubes del hachís que han existido, acabó de fraguar una leyenda cuyo origen estaba ya en la secta de los haschichin -raíz de la palabra asesino-, guerrerros con fama de crueles que servían al Viejo de la Montaña, en el siglo XI, en la zona del actual Irán. En la historia, tal como nos ha llegado a Occidente, los asesinatos implacables de los guerreros se mezclan con la belleza del paraíso en el que vivían: jardines fecundos, mujeres bellas, frutos, manjares, agua fresca... ¿El secreto? La pasta de hachís con la que el Viejo alimentaba a sus hombres.

La receta del dawamesk del Hotel Pimodan

La receta de la pasta de hachís original probablemente no difiere mucho de la que se elaboraba en el Hotel Pimodan. Es el dawamesk. Y ésta es la receta:

Picar tres kilos de hachís y ponerlos en una caldera con agua, la suficiente como para que la droga flote. Poner a hervir la mezcla hasta que el volumen de líquido y hachís se reduzca a la mitad. Se añaden entonces tres kilos de mantequilla y se deja que hierva a fuego lento durante doce horas, añadiendo el agua que se vaya evaporando. Se cuela la mantequilla, que ya se habrá teñido de un tono verde, y se exprime bien. Se deja enfriar. La mantequilla se solidificará y flotará sobre el agua, que se puede desechar.

Conservamos la mantequilla. Es la base del dawamesk, que se sigue elaborando de la siguiente manera para conseguir el producto final. Ponemos en una olla 600 gramos de

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azúcar, 300 gramos de miel y cubrimos con agua. Se lleva a ebullición, removiendo hasta que quede un jarabe espeso. Entonces se vierten en la olla 200 gramos de mantequilla de hachís y un puñado de avellanas, almendras y piñones picados muy finamente. Se remueve bien y se aparta del fuego. Mientras se va enfriando hay que remover bien para que quede una pasta fina. Al final se le añaden unas gotas de agua de rosas para darle aroma.

Conseguir los ingredientes, sobre todo tal cantidad de hachís, puede ser complicado y peligroso hoy en día. Sin embargo, hay otras preparaciones más sencillas que podemos hacer fácilmente con menos cantidad y tiempo de elaboración, y mejor si es con hierba que hemos cultivado nosotros mismos. Con las indicaciones que te ofrecemos en este capítulo comprenderás cuál es la técnica básica de la cocina con marihuana. A partir de ahí puedes adaptar tus recetas favoritas o reinterpretar recetas clásicas como el dawamesk. Ten siempre cuidado con las dosis y trata de familiarizarte antes y poco a poco con los efectos del cannabis comido.

El efecto es diferente al de fumar

¿Qué diferencia hay entre liarse un porro y tomar una cucharada de pasta de hashish, o de mantequilla de marihuana? Pues varias. Por ejemplo, la rapidez con la que se nota el efecto psicoactivo de la hierba. Si fumamos un porro, enseguida notaremos los efectos, al cabo de diez minutos a lo sumo. La marihuana comida es más lenta en su reacción; puede pasar hasta una hora antes de que notemos el colocón. Pero, eso sí, una vez ha subido... Además de ser más potente, dura más; puede llegar a durar 4 o 5 horas. El efecto más álgido se da durante la primera hora después de notar los primeros efectos, es decir, unas dos horas después de haber comido la marihuana.

Otra de las diferencias entre fumar y comer marihuana: no sólo es el tiempo, sino el tipo de colocón. Hay quien asegura que el efecto de comer marihuana se parece más al de los ácidos que al de la hierba fumada, aunque eso puede depender de la dosis, un punto en el que hay que ser prudente.

Otra cuestión importante es que al comer marihuana en vez de fumarla nos evitamos todos los efectos nocivos de inhalar el humo. Esto es especialmente interesante para las personas que padecen de alguna enfermedad respiratoria. Hasta ahora, estas personas podían recurrir a los vaporizadores para obtener los efectos beneficiosos o psicoactivos del cannabis, pero es una opción poco placentera; ni se saborea la hierba liada, ni se aprovecha para elaborar una de las suculentas recetas que permite la cocina del cannabis.

Aparte de estos casos especiales en los que resultan evidentes las ventajas de comer marihuana 10

frente a fumarla, en general cualquier consumidor aprovechará más el cannabis comido que fumado. Se calcula que al fumar marihuana sólo de un 20 % a un 60 % del THC de la hierba llega a los pulmones. De esta cantidad, no toda puede retenerse; alguien muy habituado retendrá unas tres cuartas partes, pero el resto se pierde también. Así que entre una cosa y otra, al fumar marihuana se asimila realmente algo más de un tercio del THC. Al ingerir la planta, si se ha elaborado de forma adecuada, todos los componentes son absorbidos y pasan a la sangre a través de los intestinos. Algunas sustancias que se pierden al quemarse permanecen en la hierba cocinada.

Cómo integrarla en la cocina

Para cocinar pueden usarse las hojas de la planta. Una costumbre habitual de los cultivadores es guardar las flores de la planta para fumar (los cogollos) y usar las hojas para la cocina del cannabis. Incluso muchos cultivadores desprecian las hojas, y aunque éstas contienen mucho menos THC que los cogollos, también lo contienen y puede sacarse un gran partido de él en la cocina. Fumar las hojas, en cambio, no añadirá más que aspereza a un buen porro de hierba. Así pues, la olla parece su mejor fin.

De todos modos, los cogollos también

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