Consitucion
samimuri14 de Abril de 2013
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A. EL DESPLAZAMIENTO DE LOS FACTORES REALES DE PODER
La Asamblea nacional debe preocuparse de hacer la Constitución, y no de andar importunando al Gobierno, con asuntos que son de la incumbencia del Poder ejecutivo, hacer la Constitución, y nada más que hacer la Constitución. El hacer una Constitución escrita era lo de menos, una Constitución escrita se hace, en caso de apuro, en veinticuatro horas, pero con hacerla nada se consigue, si es prematura.
La Asamblea nacional se encontró con que no la dejaban vagar para poner por escrito tranquilamente su Constitución: se encontró con que el Poder ejecutivo le daba un puntapié y la mandaba a casa, valiéndose de aquellas fuerzas que, con delicadeza exquisita, no le había querido menoscabar.
B) CAMBIOS EN EL PAPEL
Supongamos por un momento que la Asamblea Nacional no hubiera sido disuelta, sino que hubiera llegado, al término del viaje a elaborar y votar una Constitución. ¿qué habría cambiado sustancialmente en la marcha de las cosas? no habría cambiado absolutamente nada. Cierto es que la Asamblea nacional fue licenciada, pero el propio rey, proclamó una Constitución que en la mayoría de los puntos correspondía exactamente con aquella Constitución que de la propia Asamblea Constituyente hubiéramos podido esperar. Esta Constitución era él propio rey quien la proclamaba; no se le obligaba a aceptar, no se le imponía, la decretaba él voluntariamente, desde su plataforma de vencedor. A primera vista parece como si esta Constitución, por haber nacido así, hubiera de ser más viable y vigorosa. Pero no hay nada de eso. Ya pueden ustedes plantar en su huerto un manzano y colgarle un papel que diga: ''Este árbol es una higuera” ¿Bastará con que ustedes lo digan y lo proclamen para que se vuelva higuera y deje de ser manzano? No, y aunque congreguen ustedes a toda su servidumbre, a todos los vecinos de la comarca, y les hagan jurar a todos solemnemente aquello es una higuera, el árbol seguirá siendo lo que es, y a la cosecha próxima lo dirán bien alto sus frutos, que no serán higos, sino manzanas.
Pues lo mismo acontece con las Constituciones. De nada sirve lo que se escriba en una hoja de papel, si no se ajusta a la realidad. Se avenía a un gran número de concesiones, pero todas ellas chocaban contra la Constitución real, Y así, a pesar de haber sido aprobada por la Asamblea revisora la Constitución del 5 de diciembre de 1848. El rey no tardó en verse movido, sin que nadie se lo impidiese, a ponerle la primera cortapisa, con la ley electoral de 1849, por la cual se implanta en el censo la división tripartita de que más arriba hablábamos. La Cámara creada con ayuda de esta ley electoral era el instrumento con el cual podían introducirse en la Constitución las reformas más urgentes y sustanciales, para que el rey pudiese jurarla en el año 1850, y ya una vez jurada, seguir cortándola y menoscabándola sin ningún pudor. Desde 1850 no pasa un año en que no se ponga alguna cortapisa a la Carta constitucional. No hay bandera, por vieja y venerable que sea. Por cientos de batallas que haya presidido que presente tantos agujeros y jirones como nuestra famosa Constitución.
C) LA CONSTITUCIÓN VIGENTE DESAHUCIADA
Tercera consecuencia. Como saben ustedes, señores, hay en nuestra ciudad un partido cuyo órgano en la Prensa es el Volkische Zeitung, un partido que se agrupa con angustia febril y ardoroso celo en torno a ese guiñapo de bandera, en torno a nuestra agujereada Constitución, partido al que le gusta llamarse por esto mismo, el de los “leales a la Constitución” y cuyo grito de guerra es ¡Dejadnos nuestra Constitución, por lo que más queráis, la Constitución, nuestra Constitución, socorro, auxilio, fuego, fuego! Cuando ustedes, señores, donde y cuando quiera que ello sea, ven que se alza un partido que tiene por grito de guerra ese grito angustioso de “¡agruparse en torno de la Constitución!” ¿Qué piensan, qué debemos todos pensar? Al hacer a ustedes esta pregunta, señores, no apelo a sus deseos, no me dirijo a ustedes llamando a su voluntad. Les pregunto, pura y simplemente, como a hombres conscientes: ¿Qué inferirán ustedes, qué deberá necesariamente inferirse, de espectáculo semejante?
Estoy seguro, señores, de que, sin necesidad de ser profetas, dirán, cuando tal observen: esa Constitución está dando las boqueadas; ya podemos darla por muerta, unos cuantos años más y habrá dejado de existir. La razón es sencillísima. Cuando una Constitución escrita corresponde a los factores reales de poder que rigen en el país, no se oye nunca ese grito de angustia. Ya todos se cuidarán mucho de acercarse demasiado a semejante Constitución, de no guardarle el respeto debido. Con Constituciones de éstas, a nadie que este en su sano juicio se le ocurre jugar, si no quiere pasarlo mal. Con ellas no valen bromas. No, allí donde la Constitución escrita refleja los factores reales y efectivos de poder, no se dará jamás el espectáculo de un partido que tome por bandera el respeto a la Constitución. Mala señal que ese grito resuene, pues ello es indicio seguro e infalible de que es el miedo quien lo exhala, indicio infalible de que en la Constitución escrita hay algo que no se ajusta a la Constitución real, a la realidad, a los factores reales de poder. Y si esto sucede, si este divorcio existe, la Constitución está perdida, y no hay Dios ni hay grito capaz de salvarla. Esa Constitución podrá ser reformada radicalmente, girando a derecha o a izquierda, pero mantenida, nunca. Ya el solo hecho de que se grite que hay que salvarla es clara prueba de su caducidad, para cualquiera que sepa ver claro. Podrá desplazarse hacia la derecha, si el Gobierno cree necesaria esta transformación para oponer la Constitución escrita, aconsonantándola con los factores reales de poder, al poder organizado de la sociedad. Otras veces es el poder inorgánico de ésta el que se alza para demostrar una vez más que es superior al poder organizado. En este caso, la Constitución se transforma y se cancela girando a la izquierda, como antes en sentido derechista. Pero tanto en uno como en otro caso, la Constitución perece, está perdida y no hay quien la salve.
IV. -CONCLUSIONES PRACTICAS
Si ustedes, señores, no se han limitado a seguir y meditar cuidadosamente la conferencia que he tenido el honor de desarrollar aquí, sino que, llevando adelante las ideas que la animan, deducen de ellas todas las consecuencias que entrañan, se hallarán en posesión de todas las normas del arte y de la sabiduría constitucionales. Los problemas constitucionales no son, primariamente, problemas de derecho, sino de poder, la verdadera Constitución de un país sólo reside en los factores reales y efectivos de poder que en ese país rigen. Y las Constituciones escritas no tienen valor ni son duraderas más que cuando dan expresión fiel a los factores de poder imperantes en la realidad social: de allí los criterios fundamentales que deben ustedes retener. En esta conferencia me he limitado a desarrollarlos de un modo especial en relación con el Ejército. Por dos razones: la primera es que la premura del tiempo no me permitiría más, y la segunda que el Ejército constituye el más importante y decisivo de todos los resortes del poder organizado. Pero ya comprenderán ustedes, sin necesidad de que yo se los explique, que lo mismo que hemos dicho del Ejército acontece con la organización de los funcionarios de justicia, los empleados de la administración pública, etc.; también éstos son resortes orgánicos de poder de una sociedad. Si no olvidan ustedes esta conferencia, señores, y vuelven a verse alguna vez en el trance de tener que darse a si mismos una Constitución, espero que sabrán ustedes ya cómo se hacen estas cosas, y que no se limitarán a extender y firmar una hoja de papel, dejando intactas las fuerzas reales que mandan en el país.
Hasta que ese día llegue, y provisionalmente, para el uso diario, como si dijéramos, esta conferencia servirá también para abrirles los ojos, aunque yo no haya aludido a ello, acerca de la verdadera necesidad a que responden esos nuevos proyectos militares de aumentos de efectivos que reclaman su aprobación. Ustedes mismos, sin más que aplicar lo que han oído aquí, pondrán el dedo en la fuente recóndita de que brotan esas reformas solicitadas. La monarquía, señores, tiene servidores prácticos no retóricos y grandes oradores, servidores prácticos como yo los desearía para ustedes.
¿Y AHORA?
Segunda conferencia sobre problemas constitucionales
(Noviembre de 1862)
En mi anterior conferencia expuse ante ustedes, señores, lo que eran las Constituciones en general y la prusiana en particular. Demostré a ustedes que era necesario distinguir entre las Constituciones reales y las Constituciones meramente escritas u hojas de papel, haciéndoles ver que la verdadera Constitución de un país reside siempre y únicamente puede residir en los factores reales y efectivos de poder que rigen en esa sociedad.
Demostré a ustedes que las Constituciones
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