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Consitucion


Enviado por   •  14 de Abril de 2013  •  2.983 Palabras (12 Páginas)  •  357 Visitas

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A. EL DESPLAZAMIENTO DE LOS FACTORES REALES DE PODER

La Asamblea nacional debe preocuparse de hacer la Constitución, y no de andar importunando al Gobierno, con asuntos que son de la incumbencia del Poder ejecutivo, hacer la Constitución, y nada más que hacer la Constitución. El hacer una Constitución escrita era lo de menos, una Constitución escrita se hace, en caso de apuro, en veinticuatro horas, pero con hacerla nada se consigue, si es prematura.

La Asamblea nacional se encontró con que no la dejaban vagar para poner por escrito tranquilamente su Constitución: se encontró con que el Poder ejecutivo le daba un puntapié y la mandaba a casa, valiéndose de aquellas fuerzas que, con delicadeza exquisita, no le había querido menoscabar.

B) CAMBIOS EN EL PAPEL

Supongamos por un momento que la Asamblea Nacional no hubiera sido disuelta, sino que hubiera llegado, al término del viaje a elaborar y votar una Constitución. ¿qué habría cambiado sustancialmente en la marcha de las cosas? no habría cambiado absolutamente nada. Cierto es que la Asamblea nacional fue licenciada, pero el propio rey, proclamó una Constitución que en la mayoría de los puntos correspondía exactamente con aquella Constitución que de la propia Asamblea Constituyente hubiéramos podido esperar. Esta Constitución era él propio rey quien la proclamaba; no se le obligaba a aceptar, no se le imponía, la decretaba él voluntariamente, desde su plataforma de vencedor. A primera vista parece como si esta Constitución, por haber nacido así, hubiera de ser más viable y vigorosa. Pero no hay nada de eso. Ya pueden ustedes plantar en su huerto un manzano y colgarle un papel que diga: ''Este árbol es una higuera” ¿Bastará con que ustedes lo digan y lo proclamen para que se vuelva higuera y deje de ser manzano? No, y aunque congreguen ustedes a toda su servidumbre, a todos los vecinos de la comarca, y les hagan jurar a todos solemnemente aquello es una higuera, el árbol seguirá siendo lo que es, y a la cosecha próxima lo dirán bien alto sus frutos, que no serán higos, sino manzanas.

Pues lo mismo acontece con las Constituciones. De nada sirve lo que se escriba en una hoja de papel, si no se ajusta a la realidad. Se avenía a un gran número de concesiones, pero todas ellas chocaban contra la Constitución real, Y así, a pesar de haber sido aprobada por la Asamblea revisora la Constitución del 5 de diciembre de 1848. El rey no tardó en verse movido, sin que nadie se lo impidiese, a ponerle la primera cortapisa, con la ley electoral de 1849, por la cual se implanta en el censo la división tripartita de que más arriba hablábamos. La Cámara creada con ayuda de esta ley electoral era el instrumento con el cual podían introducirse en la Constitución las reformas más urgentes y sustanciales, para que el rey pudiese jurarla en el año 1850, y ya una vez jurada, seguir cortándola y menoscabándola sin ningún pudor. Desde 1850 no pasa un año en que no se ponga alguna cortapisa a la Carta constitucional. No hay bandera, por vieja y venerable que sea. Por cientos de batallas que haya presidido que presente tantos agujeros y jirones como nuestra famosa Constitución.

C) LA CONSTITUCIÓN VIGENTE DESAHUCIADA

Tercera consecuencia. Como saben ustedes, señores, hay en nuestra ciudad un partido cuyo órgano en la Prensa es el Volkische Zeitung, un partido que se agrupa con angustia febril y ardoroso celo en torno a ese guiñapo de bandera, en torno a nuestra agujereada Constitución, partido al que le gusta llamarse por esto mismo, el de los “leales a la Constitución” y cuyo grito de guerra es ¡Dejadnos nuestra Constitución, por lo que más queráis, la Constitución, nuestra Constitución, socorro, auxilio, fuego, fuego! Cuando ustedes, señores, donde y cuando quiera que ello sea, ven que se alza un partido que tiene por grito de guerra ese grito angustioso de “¡agruparse en torno de la Constitución!” ¿Qué piensan, qué debemos todos pensar? Al hacer a ustedes esta pregunta, señores, no apelo a sus deseos, no me dirijo a ustedes llamando a su voluntad. Les pregunto, pura y simplemente, como a hombres conscientes: ¿Qué inferirán ustedes, qué deberá necesariamente inferirse, de espectáculo semejante?

Estoy seguro, señores, de que, sin necesidad de ser profetas, dirán, cuando tal observen: esa Constitución está dando las boqueadas; ya podemos darla por muerta, unos cuantos años más y habrá dejado de existir. La razón es sencillísima. Cuando una Constitución escrita corresponde a los factores reales de poder que rigen en el país, no se oye nunca ese grito de angustia. Ya todos se cuidarán mucho de acercarse demasiado a semejante Constitución, de no guardarle el respeto debido. Con Constituciones de éstas, a nadie que este en su sano juicio se le ocurre jugar, si no quiere pasarlo mal. Con ellas no valen bromas. No, allí donde la Constitución escrita refleja los factores reales y efectivos de poder, no se dará jamás el espectáculo de un partido que tome por bandera el respeto a la Constitución. Mala señal que ese grito resuene, pues ello es indicio seguro e infalible de que es el miedo quien lo exhala, indicio infalible de que en la Constitución escrita hay algo que no se ajusta a la Constitución real, a la realidad, a los factores reales de poder. Y si esto sucede, si este divorcio existe, la Constitución está perdida, y no hay Dios ni hay grito capaz de salvarla. Esa Constitución podrá ser reformada radicalmente, girando a derecha o a izquierda, pero mantenida, nunca. Ya el solo hecho de que se grite que hay que salvarla es clara prueba de su caducidad, para cualquiera que sepa ver claro. Podrá desplazarse hacia la derecha, si el Gobierno cree necesaria esta transformación para oponer la Constitución escrita, aconsonantándola con los factores reales de poder, al poder organizado de la sociedad. Otras veces es el poder inorgánico de ésta el que se alza para demostrar una vez más que es superior al poder organizado. En este caso, la Constitución se transforma y se cancela girando a la izquierda, como antes en sentido derechista. Pero tanto en uno como en otro caso, la Constitución perece, está perdida y no hay quien la salve.

IV. -CONCLUSIONES PRACTICAS

Si ustedes, señores, no se han limitado a seguir y meditar cuidadosamente la conferencia que he tenido el honor de desarrollar aquí, sino que, llevando adelante las ideas que la animan, deducen de ellas todas las consecuencias que entrañan, se hallarán en posesión de todas las normas del arte y de la sabiduría constitucionales. Los problemas constitucionales no son, primariamente, problemas de derecho, sino de poder, la verdadera Constitución de un país sólo

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