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De dones convertidos en maldiciones(?)


Enviado por   •  9 de Mayo de 2017  •  Trabajos  •  841 Palabras (4 Páginas)  •  168 Visitas

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De dones convertidos en maldiciones(?)

Emilia había llegado a la cúspide de sus demonios. Ya se había hartado de aquella infame maldición que no la dejaba vivir. Maldición que, si fuese lo suficientemente egoísta, habría tornado en bendición. Un don inigualable, el cual ni Shakespeare ni Cervantes, ni Shelly ni Woolf habrían podido alcanzar, por más sueños, esperanzas y esfuerzos que hubiesen empeñado en ello. Emilia escribía, como nadie lo había hecho en su vida. Un estilo único, sutil, misceláneo y delicioso, cual fruto prohibido del paraíso.

Emilia había experimentado con cuanto estilo, tópico y movimiento literario existía; escribió poesía épica que nada tenía que envidiarle a “La Iliada” de Homero; teatro trágico en el que Hamlet estaría orgulloso de participar; novelas que calaban hasta los huesos, impregnadas de oscuros miedos dignos de Poe o Lovecraft; cantos y romances superiores al medieval “Poema del Mio Cid”; historias de amor que la harían pasar por una Brontë más. Había construido personalidades detectivescas de la talla de Holmes, Poirot o Dupin; plasmado lugares hermosos, casi idílicos, que solo su mente era capaz de imaginar; narró infinidades de aventuras en mundos vernianos, rió con la absurda cotidianeidad que abordaban sus personajes en las comedias, lloró con sus penas convertidas en verso  e hizo arte con cada nueva palabra que invadía su plumero.

Si, Emilia expiraba letras, palabras, historias… su vida era la literatura. Pero le faltó valentía, coraje, egocentrismo, apoyo. En el momento decisivo, su voz se apagó, se esfumó, se hizo inexistente en medio de su sueño. Cuando tuvo la oportunidad de inmiscuirse aún más en el que siempre había sido su universo, la realidad se lo negó. No existía la posibilidad de que, teniendo ese cerebro, inteligencia y sagacidad que le garantizaban un futuro repleto de triunfos, escogiese  el camino de los destinados al fracaso. Solo sería otra pobre escritora que creía que sus mundos ficticios ahora existían en esta dimensión, como si de un cuento de hadas tratase su vida.

Sus padres le negaron estudiar cualquier carrera universitaria relacionada con su más grande pasión. “No Emilia, tu vas a estudiar medicina, en la Universidad de Chile. Esta fuera de discusión”. Eso le dijo su padre, quién había roto el modelo de hombre perfecto que por tantos años cultivó su hija. Ella tampoco hizo mucho. No se negó a lo que el destino le tenía deparado; no quería ser una causa más de dolores de cabezas y discusiones sin fin. Así que acató las normas y, como todos se lo esperaban, obtuvo el puntaje necesario para cumplir los dichos y caprichos de su familia, siendo una brillante estudiante de medicina.

Su sueño se había eclipsado en la más densa bruma. Sin embargo, reaparecía siempre que tomaba un lápiz. Cuando debía concentrarse y escribir un reporte para sus asignaturas, solo conseguía concebir historias que trataba constantemente de suprimir. A menudo recordaba con pena ese Insuficiente que obtuvo en Biología celular porque no pudo más que narrar una historia acerca de vaqueros y amores imposibles, pero, a su favor, los personajes eran células, y todo este nuevo mundo se desarrollaba en medio de vasos sanguíneos y órganos vitales.

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