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Enviado por   •  17 de Mayo de 2014  •  4.251 Palabras (18 Páginas)  •  262 Visitas

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CRIMINOLOGIA

La violencia es definida por la Organización Mundial de la Salud como el uso intencional de fuerza, poder físico, o amenazas, en contra de uno mismo, otra persona, o en contra de un grupo o comunidad, cuyo resultado desemboca con alta probabilidad en lesiones, muerte, secuelas psicológicas, o mal comportamiento. La violencia de género es un tipo de violencia física o psicológica ejercida contra cualquier persona sobre la base de su sexo o género que impacta de manera negativa su identidad y bienestar social, físico y psicológico.

La violencia contra la mujer engloba cualquier acto perjudicial perpetrado en contra de la voluntad de una persona y basado en las diferencias de atribución social (género) entre hombres y mujeres. Ha existido siempre, manifestándose de muy distintas maneras, convirtiéndose en uno de los problemas más trascendentales del mundo.

La violencia contra la mujer ha existido siempre, manifestándose de muy distintas maneras, convirtiéndose incluso en uno de los problemas más trascendentales del mundo. La explotación sexual y la mutilación genital son de las formas menos habladas de violencia, sin embargo son las más mantenidas en el tiempo.

La violencia de género puede estar presente en el hogar, la escuela, el trabajo, la comunidad, las instituciones y puede llegar a extremos como la muerte.

La violencia física representa el más común de los maltratos; sin embargo, existe otro tipo de violencia que no deja huellas evidentes; son torturas sin sangre, sin marcas físicas, el maltrato psíquico degrada lenta, pero progresivamente, la mente de la víctima. Esta violencia, unida o no a violencia física, va originando un deterioro psíquico progresivo que finaliza en lo que los expertos denominan “síndrome de la mujer maltratada”.

El abuso psíquico suele seguir una estrategia que ataca tres aspectos básicos convirtiéndola en un ser minúsculo al lado de su agresor y dependiente al máximo de él. A pesar de la falta de una definición legal del concepto de violencia psíquica y de una doctrina homogénea al respecto, existen múltiples aproximaciones desde disciplinas tan diversas como el Derecho, la Psicología, el Trabajo Social, la Sociología o la Medicina.

Violencia de Género

En el contexto de la violencia de género se señala que el maltrato psicológico y físico son los más comunes entre las mujeres. Sin embargo, el maltrato sexual, no desaparece de esta clasificación.

La violencia de género es un fenómeno multicausal que está sustentado en determinadas estructuras de poder y dominación en las que todos y todas estamos inmersos y que conforman el orden social-patriarcal del que se deriva, en lo esencial, la condición de inferioridad con la que se trata a las mujeres en ciertas familias y en la sociedad, tanto en la vida privada como en la pública.

El ministerio del Interior de España, definió los malos tratos psíquicos como «cualquier acto o conducta intencionada que produce desvalorización, sufrimiento o agresión psicológica a la mujer (insultos, vejaciones, crueldad mental...)». Lo que parece claro, a pesar de la diversidad de definiciones, es que el maltrato psíquico tiene una entidad propia, diferente del maltrato físico, a pesar de que ambos puedan darse de manera conjunta o de forma independiente. Es más, el maltrato psicológico aparece en un porcentaje más elevado de casos que el físico, aunque también es más difícil de detectar y de probar.

El problema surge al intentar definir las conductas subsumibles en el tipo penal, diferenciando aquellas que tienen entidad suficiente para ser sancionadas penalmente, de aquellas que no son lo suficientemente graves para provocar la intervención de la justicia.

No es insignificante este acotamiento del término, ya que una ampliación excesiva de su definición podría suponer, por un lado, un exceso de procedimientos judiciales por malos tratos y, por otro, una penalización de conductas leves que puedan formar parte de la vida familiar normalizada (pensemos en insultos durante una discusión, rupturas de la pareja traumáticas, etc.). Pero el otro extremo, el intento de restringir excesivamente las conductas de maltrato psíquico que merezcan una respuesta penal, puede suponer una despenalización de comportamientos violentos que se producen en el ámbito privado familiar y que no cuentan con testigos presenciales.

En este punto clave de la discusión se contraponen aquellas definiciones extensas de los malos tratos psíquicos, sobre todo expuestas desde la Psicología o el trabajo Social, y aquellas otras más restrictivas, que vienen de la mano del derecho penal, teniendo en cuenta su carácter de intervención mínima y este problema se agrava si tenemos en cuenta la compleja apreciación de la violencia psíquica, ya que los resultados no pueden apreciarse de forma externa y que la concreción de los daños sufridos no tiene un reflejo tan explícito como en el caso de la violencia física.

Maltrato Psicológico de la pareja

Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González (2007) han analizado la presencia de comportamientos violentos de carácter psicológico y físico en las relaciones de noviazgo en estudiantes universitarios. Los resultados destacan la alta prevalencia de ambos tipos de agresión en las relaciones interpersonales, encontrando diferencias importantes en cuanto a su tipología entre sexos. Así, la violencia de carácter psicológico (analizada por la presencia de agresiones verbales y comportamientos coercitivos y celosos) y la agresión física resultaron ser significativamente superiores en el caso de las mujeres, aunque las consecuencias para la salud derivadas de la misma son más negativas para ellas.

Asimismo, otros estudios han arrojado la relación entre la hostilidad y el estilo de afrontamiento, llegando a concluir la existencia de correlación entre ambos, es decir, entre ser víctima de agresiones verbales crónicas, de maltrato físico-psíquico o de abuso económico y utilizar mecanismos de afrontamiento pasivos y de evitación, encontrando que las víctimas de estos tipos de violencia, mostraban mayores tasa de agresividad en la escala de hostilidad y eran más propensas a tener este tipo de estilo de afrontamiento pasivos en lugar de utilizar estrategias activas de afrontamiento frente a los problemas , (Comijs, Jonker, Van Tilburg y Smit, 1999).

Los estudios de Birchler (1973), Gottman (1979) y Cáceres (1992, 2007) ponen de manifiesto que las parejas con tasas elevadas de conflictividad se comunican de manera diferente de las parejas armoniosas. Estas diferencias tienen que ver con lo que dicen, pero, especialmente, con cómo lo dicen, las

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