Desnutrición Infantil

Hace poco más de 50 años la mortalidad a causa de la desnutrición infantil puso en discusión una problemática que pocas veces ha sido abordada a nivel de campaña nacional. El hecho es que medio siglo atrás, los niveles de mortalidad infantil y desnutrición del país eran alarmantes. Según datos del INTA (Instituto de Nutrición y Tecnología de los alimentos), en 1960 el índice de niños y niñas en grado desnutrición era de un 37%. (1)

A causa de la gravedad de estas cifras se inició una campaña que pretendía cambiar la conciencia y mentalidad de los chilenos frente a la desnutrición y sus consecuencias, utilizando el apoyo gubernamental en la naciente organización del Servicio Nacional de Salud (SNS), y con medidas que propendían a fortalecer el apoyo a empresas de alimentos nacionales, como también al estímulo participativo de las universidades a favor de esta causa. (2)

Gracias a esta campaña la desnutrición infantil y su mortalidad tuvieron una disminución significativa, la mortandad bajo de 120 casos por cada 1000 en 1960 a 9,5 en 2002, convirtiendo a Chile en el país con los índices más bajos de mortalidad y desnutrición infantil en América Latina, así como en ejemplo para otras naciones que luchaban contra este flagelo.

Pero más allá del avance que tuvo en Chile esta campaña, la situación se volvió a la inversa, y hoy por hoy la problemática y la ofensiva en materias alimenticias está orientada a evitar la obesidad infantil. Y es que atrás quedaron aquellas consignas matemáticas de que “niño sanito = niño gordito”, hoy se pretende alimentar desde comidas libres de grasa y que permitan una nutrición saludable. Pero aun viéndolo desde la óptica más positiva, es triste ver cómo sólo se potencia la inversión del consumo de frutas y verduras o la realización de actividad física y no se avanza en la noción base de cualquier cambio en sociedad, es decir, la toma de conciencia de que esta problemática -al igual que la desnutrición en antaño- compete a todos los actores del entramado social.

Desde esa perspectiva, es importante reconocer que el cambio que tuvo la alimentación chilena es el mismo que tuvo su clase política y económica cuando asumieron la importación de un modelo desde los países industrializados. Es trascendente entonces, reconocer que el cambio estructural que sufrió la sociedad chilena afectó transversalmente a todos los actores involucrados. Será relevante mirar cómo los padres cambiaron la leche pura por la saborizada, o el cereal de trigo por el sabor de los azucarados y concluir con esta mirada, que el modelo alimenticio que la sociedad mundial creó hace 20 años, es un completo fracaso.

Como resultado de aquella derrota ya se han implementado diversas medidas de acción, más aun, tomando la gravedad que tiene el problema de la obesidad infantil en Chile. Basta con observar que la tasa de obesidad infantil se triplicó en 10 años, superando con creces a países como Estados Unidos o Japón donde una tasa similar demoró 30 años.

El crecimiento de la obesidad infantil es preocupante, y esto bien lo sabe el gobierno. Ya en el año 2005 Chile perdía alrededor de $230 millones de dólares a causa de esta enfermedad, y de mantenerse la escala de crecimiento a futuro “ni los presupuestos, ni los hospitales soportarán el exceso de diabetes, hipertensión o daño cardiaco” (3)

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Ante tal escenario, la estrategia utilizada por el gobierno hace hincapié en un cambio a nivel educacional destinado a ejercer medidas paliativas frente a un problema que debe involucrar a todos los eslabones de la sociedad, disposiciones que, a juicio de los expertos, sólo serán un derroche sin sentido (4)

No debe olvidarse que los altos índices de obesidad no sólo son por la mala alimentación o factor genético, sino también en gran medida

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