Diluvio Universal como Poder Punitivo
Fernando Quinteiro VilaMonografía9 de Abril de 2019
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Resumen.
Este es un estudio personal de análisis y argumentación sobre el diluvio universal como un castigo.
Pretende analizar a groso modo, las implicancias y los efectos que genera un castigo de los niveles del diluvio en la sociedad y los individuos que la conforman, así como también los aspectos que subyacen a aquel que dicta y ejecuta el castigo.
Siendo el que esta sanción proviene de Dios, merecerá un estudio particular. No son los hombres juzgando a los hombres o legislando para los hombres, sino un ser superior con el calificativo de Dios y lo que encierra ser una deidad creadora.
Para poder traer las nociones metafísicas o religiosas a tierra, el análisis se lleva a cabo mediante conocimientos que le son propios al hombre del siglo XXI. Lo jurídico, sociológico y psicológico juegan un papel importante al momento de analizar un evento que es un hito tanto en la liturgia judeo-cristiana, así como en la cultura popular.
Índice.
Introducción4
I. ¿Qué es el castigo?5
1. El Diluvio como una pena5
2. Dios y regente7
3. El precio lo pagan los inocentes7
II. Totalitarismo divino8
1. Castigo y matanza9
III. Un ejercicio razonable desde el derecho penal9
1. La privación de la libertad como alternativa11
2. Precedentes divinos12
3. La tierra, ese gran panóptico13
IV. Un mal necesario13
Conclusiones16
Introducción.
El concepto de castigo ha tenido una gran evolución a lo largo del tiempo y con ello se han concebido distintas teorías sobre lo que se supone es y deba ser.
Han surgido teorías retributivas, que pretendían equilibrar una situación, como si se tratase de una balanza que, ante un mal, el segundo mal le devolvía el equilibrio. Incluso los antiguos paganos hablaban de una ley de tres veces tres, donde todo lo bueno o malo que se haga se volverá por triplicado, hoy rescatado por las tradiciones neo-paganas de la Wicca (Martha Clover-Jones, 2000).
Conforme unas teorías eran criticadas por su ineficacia o por su brutalidad inhumana, otras surgían dando lugar a los castigos con un fin preventivo o disuasorio. Quedando el castigo físico relegado al destierro o a restricción de la libertad.
Más adelante se intentaría estudiar al delincuente como a un sujeto de experimento y cual enfermo curarlo o, en su defecto, dejarlo en cuarentena para toda la vida. Un castigo ya no para la mejora del que cometió la falta sino para la protección de los que podrían ser potenciales víctimas.
Pero todos estos análisis, incluso los de la era moderna y contemporánea ocurrieron eones después del evento conocido como el diluvio universal.
Los hombres habían comenzado a juntarse con las mujeres y entre ambos tener descendencia, poblar la vasta tierra que el todopoderoso había creado. Pero conforme el tiempo pasó, Dios empezó a notar que los hombres, ahora en cantidad, se volvían cada vez más malos, y junto con su maldad acarreaban la corrupción del mundo que habitaban. Fue tal lo que contempló que decidió cubrir el mundo con agua para borrar todo rastro de aquello, salvo por un solo hombre, Noe, a quien consideraba justo y pura a su descendencia. A él encomendó la tarea de repoblar el mundo con su estirpe; para salvarse del castigo divino le ordenó que construyese un arca con la cual atravesaría los días del diluvio. Una vez terminado el diluvio, bendijo a Noe y su familia para que repoblaran y se extendiesen a lo largo y ancho de la tierra.
- ¿Qué es el castigo?
Si nos proponemos hablar de castigo o castigar, es menester que tratemos de definir e individualizar el concepto. El diccionario lo define como: “Pena que se le impone al que ha cometido un delito o una falta” (Diccionario de las américas, 1980). Por otro lado, Wikipedia nos dice: “El castigo es una sanción o pena impuesta a una comunidad o individuo que causa molestias o padecimientos, motivo por lo que se ejecuta una acción, que puede ser física o verbal, directa o indirecta (…)” (Castigo, S.f.).
Pero además no solo nos referimos al castigo, sino al castigo impuesto por un ser superior o deidad; en este caso, la deidad suprema de la liturgia judeo-cristiana. He aquí donde radica lo complejo de esta cuestión. El diccionario entonces define también a Dios como: “Nombre sagrado del supremo ser”, mientras que Wikipedia lo define en parte como “el nombre que se le da en español a un ser supremo omnipotente, omnipresente, omnisciente” (Dios, s.f.)
Si juntamos ambos conceptos podemos entender que el diluvio, como castigo, es a priori la pena impuesta por el supremo ser, que goza de cualidades supra humanas. Pero, además, que es impuesta al hombre por sus faltas o delitos cometidos.
Ahora bien, la pena es a su vez un ejercicio de poder punitivo, en este caso esgrimido por Dios y que no requiere otra legitimación. Ahondaremos en eso más adelante. Por ahora exploraremos el primer concepto.
- El diluvio como una pena.
Ahora que sabemos que el diluvio universal es una pena, deberíamos hacer una aproximación a qué tipo de pena es, y cuál es el fin para aplicarla. Si partimos desde lo que dice el texto bíblico: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra […] Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Génesis 6:5), podemos afirmar que el fin es eliminar esta maldad desmedida y la corrupción de la tierra. El nexo entre la maldad y la corrupción es el hombre. En principio estamos ante una pena retributiva.
Immanuel Kant consideraba que la pena es la retribución por la culpabilidad del sujeto, que solo puede darse si este tiene libre albedrio (1797). Los hombres actuaron con total libertad y sus acciones los llevaron a la propia corrupción y a la de la tierra. Como consecuencia Dios debe castigarlos porque es lo correcto, lo justo. Si el hombre corrompe la tierra y la destruye, lo equivalente que satisfaga la justicia es destruir al hombre.
No obstante, el relato continua y Dios no solo destruye al hombre, sino que destruye todo lo demás con él. Inunda por completo la tierra y todos sus habitantes. Es ficticio entonces que la supresión del mal se haya logrado por esa pena retributiva, porque en realidad lo que Dios ha ocasionado es un segundo mal, quizás uno mayor.
Pero el texto bíblico nos dice algo más. Dios ve en la humanidad el mal y a la tierra corromperse a causa de ellos, pero destaca a alguien. Dios observa a Noe a quien considera un varón justo y perfecto en toda su descendencia. Lo comprende con una pureza tal y tan alejado de lo que considera el mal, que en él encomienda la mayor tarea. Repoblar con la misma descendencia la tierra, para evitar que una vez cubierta de agua y ahogado el mal, este pudiera volver a surgir y dañar su creación. Entonces también está utilizando esta pena como un medio preventivo, una suerte de prevención especial. Sigue ocasionando un mal, pero Dios lo ve como un bien en sí mismo; extirpa a los humanos corruptos como un cuerpo entero formado por células malignas que no pueden corregirse, pero a la vez protege las que considera sanas y que podrán perpetuarse.
Sin embargo, esta pena puede seguir siendo considerada desmedida, amén que nada asegura que tanto Noe o su estirpe no se corrompan y terminen siendo azotados por un nuevo castigo en forma de diluvio. De esta forma nos acercamos a un concepto negativo de la pena, ya que esta no repara, aún más, solo ocasiona un mal mayor. Y, paradójicamente, a un sentido agnóstico. Si para algo sirvió el diluvio es desconocido. En lo llevan de historia, los hombres no han dejado de cometer delitos o cometer actos propios del mal.
Por otro lado, cabe preguntarse: si Dios no hubiera castigado a los hombres con el diluvio, ¿no podría haber ocurrido que Noe, su estirpe, y cualquier otro hombre considerado de bien, perdiera fe en la deidad, en el poder que este ejerce sobre la vida de la humanidad? Entonces castigar se configura también una forma de mantener la fe en la administración de justicia divina y en quien sería, bajo estos conceptos, el gobernante del mundo, jefe supremo de un único y gran Estado.
- Dios y regente.
Entendamos entonces a Dios como una suerte de monarca absolutista divino. Ya no es dios quien le da al rey el poder como en el medioevo, ni Dios quien da el poder al pueblo y el pueblo al rey como en la modernidad. Corrido el velo, lo que queda es quien detenta en verdad el poder. Ejerce como legislador de la ley divina, que solo versa en lo que él considera bueno y justo, pero además es juez y ejecutor de la sentencia.
Como gobernante es mejor ser temido que ser amado, recita Niccolo Maquiavelo en su tratado El Príncipe (1532). Nunca más claro que en este ejercicio de poder que lleva acabo Dios. El diluvio, como castigo, promete más temor que amor de parte de sus súbditos. Incluso si considera a Noe un humano digno de su preservación en el mundo, esta medida también puede ser ejecutada para que este, por temor se mantenga dentro de los parámetros deseados del señor.
Pero Dios también hace algo más con Noe al momento de castigar a los hombres, le pide que construya un arca. Esta arca, aunque pareciera un concepto físico, es también un concepto abstracto, una suerte de inmunidad. Noe, varón justo, el único que a los ojos de Dios se mantiene puro en la debacle, encarna el epitome de la moral judeo-cristiana y por tanto se vuelve invulnerable al poder punitivo.
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