Doble Moral
auroraestefania214 de Julio de 2014
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de la etapa anterior, e incorporando a sus planteamientos mentales todos los conceptos morales que le han de acompañar a los largo de su vida. Será sobre las polaridades bueno-malo, aceptable-rechazable, que el sujeto condicione el desarrollo de su estructura moral, y el simple hecho de adquirir el niño una comprensión simbólica de estos conceptos servirá para modificar su actitud frente a los actos que ha de realizar en un futuro y que puedan implicar un comportamiento susceptible de ser juzgado bajo estos criterios por los demás. Fundamentalmente el niño tendrá muy en cuenta la reacción familiar y social que sus actos puedan tener en el mundo, y a partir de ello irá paulatinamente forjando su propia imagen del respeto por sí mismo y del respeto por los demás. Por ello, deberíamos considerar el yo moral, como aquella parte del yo psicológico donde el sujeto encierra la información relacionada con sus juicios de valor sobre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, así como el resultado que el entorno exterior espera de la aplicación conductual de estos juicios por el propio sujeto. Normalmente cada sujeto suele establecer su propio criterio más o menos flexible sobre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, aunque suele existir en toda cultura una moralidad más o menos imperante que finalmente acaba por condicionar la moralidad de los individuos que la componen. Desde luego no podemos olvidar que esta relación entre la moral y la cultura viene determinada por la naturaleza misma del simbolismo encerrado en los criterios que el niño aprende en torno a lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, ya que al ser estos polaridades que actúan sobre los comportamientos humanos y estar sujetos a la emisión de juicios de valor respecto de ellos, lo primero que el propio niño necesita, para poder no solo entenderlos si no también aplicarlos en su propia vida, es aprender en base a qué criterios se fundamenta esta polaridad, es decir, ¿en relación a qué lo bueno y lo malo?; ¿cuál es la norma o el criterio para señalar la bondad o la malicia de un acto? Por supuesto, el niño no puede acudir a sus propias fuentes para responder a estas preguntas, con lo cual se le hace necesario acudir a las fuentes externas que están representadas tanto en las respuestas familiares como en los valores sociales imperantes. De esta manera, una vez el niño acude a estas fuentes para implantar en su mente los criterios que determines las polaridades bueno-malo o aceptable-rechazable, el niño ha pasado a someterse moralmente a los elementos externos que finalmente será de quien acepte los efectos de los juicios que ellos mismos hagan sobre él. Por otro lado, el niño aprenderá también a juzgarse a sí mismo, pero siempre tomando como referente el juicio que previamente hayan establecido los demás sobre lo bueno o lo malo, lo aceptable o lo rechazable de una conducta. Por tanto, el desarrollo de la moralidad implica la aparición de lo que se suele denominar como “juicio de la consciencia”, que es una auto aplicación de la moralidad sobre los propios comportamientos del sujeto. Es obvio que este proceso de formación de la moralidad implica que no pueda existir un solo código de moralidad objetivo, ya que cada sujeto estará condicionado por la moralidad imperante en la cultura que le rodea, lo cual no implica que cada niño pueda decidir o cambiar, a su gusto y capricho, que es bueno o es malo y, consecuentemente, auto responderse así mismo qué es en realidad lo bueno y qué es en realidad lo malo. Los niños no tienen capacidad alguna para escoger la moralidad que han de auto implantarse para, de alguna manera, auto controlar los efectos de sus actos para consigo mismo y para con los demás. Los niños simplemente se limitan a incorporar la moralidad que le viene dada desde el entorno en que han de crecer y desenvolverse, sin cuestionar los motivos que se encierran detrás de estas pautas
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