Educacion Artistica
luisguti31611 de Marzo de 2013
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Políticas educativas y educación artística
Lucina Jiménez
EDUCACIÓN, ECONOMÍA Y FORMACIÓN ARTÍSTICA
La educación constituye un sector estratégico para Iberoamérica, porque el presente y el futuro de
la economía, de las relaciones sociales, la biodiversidad y el aprovechamiento sustentable del medio ambiente, así como el papel de nuestros países en el mundo global, dependen esencialmente
de la formación, los perfiles, competencias y capacidades de sus ciudadanos para interactuar,
moverse, relacionarse y participar de un mundo acelerado, rodeado de incertidumbre y fragmentación, y cuya geopolítica reclama el establecimiento de nuevos equilibrios.
El mundo contemporáneo vive el auge de la economía creativa, fincada en el valor de lo intangible, el capital intelectual, la capacidad de producir conocimiento e innovación en todos los
campos, no solo en la ciencia y la tecnología; así como en la posibilidad de actuar en contextos
interculturales e interdependientes, reales o virtuales, interconectados. La economía gira también
en torno al entretenimiento y al ocio, en el cual las industrias culturales movilizan recursos nada
despreciables.
Por otro lado, nuevos retos de convivencia y de participación social van aparejados al crecimiento
de sociedades fragmentadas, donde la vida urbana y los ambientes escolares enfrentan contextos multiculturales, desintegración familiar, pobreza y una tendencia creciente hacia la violencia;
asimismo, se encuentran ante una escuela en crisis y el poder de las nuevas comunidades de
aprendizaje en las que influyen de manera rotunda los medios de comunicación, las tecnologías
electrónicas y nuevas estrategias de acercamiento al conocimiento, la lectura y la escritura, además de una cultura visual saturada de imágenes.
Estos contextos impulsan profundas reflexiones en torno al perfil de egreso de los estudian-
tes en los diferentes niveles educativos, acerca del lugar y el cometido de la escuela básica, así
como en torno a los retos de la educación superior en la ciencia, la tecnología y otras ramas sociales o humanísticas. Es aquí donde la educación artística, bajo diferentes enfoques y concepciones,
ha comenzado a ganar mayor comprensión de su necesidad y de sus posibilidades en la educación
básica y también en otros niveles educativos.
En un diálogo con Enrique Villa, director general del Instituto Politécnico Nacional de México,
organismo público creado en los años treinta para la formación científico-técnica, donde los jó-
venes, en su mayoría de escasos recursos, estudian ingenierías, administración, robótica y física,
entre otros ámbitos, este sostenía, después de leer un ensayo sobre educación artística, que era
ineludible y urgente que los estudiantes de ese Instituto pudiesen acercarse a la literatura, a la
música, al teatro, a la danza y a otros lenguajes y conocimientos artísticos. “Tenemos los mejores
técnicos, los mejores ingenieros, los mejores físicos –comentó–, pero muchas veces no pueden
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expresarse, no pueden comunicarse, sus especialidades los encierran y les cuesta trabajo proyectar sus conocimientos y sus habilidades en contextos de diversidad cultural y de competencia
internacional con egresados de escuelas que tienen relación con las artes”.
La importancia de la educación artística en la economía ha ganado influencia en las políticas
educativas y aun en la inversión privada del mundo anglosajón. Durante la Conferencia Internacional sobre el Futuro de la Educación Artística en el Tercer Milenio, celebrada en Nueva
York en 1999, uno de los directivos de la IBM afirmó en su discurso que la empresa estaba
financiando programas de educación artística en diversas escuelas, ante el hecho contundente
de que la economía contemporánea se basa en la informática y que esta genera recursos no solo de
la venta de computadoras y periféricos, sino sobre todo pero sobre todo de la comercialización
del software.
Para desarrollar software –señaló–, se requiere tener pensamiento abstracto, y eso solo lo brinda
la educación artística. En Estados Unidos –concluyó–, el software no lo están diseñando estadounidenses, sino inmigrantes de América Latina o la India, es decir, profesionales que proceden de
países con una tradición artística y cultural milenaria. Entonces, invertir en educación artística
en Estados Unidos es pensar en la economía y en el fortalecimiento de los intereses de los americanos.
En su documento programático de campaña, Barack Obama establece como prioridad de la polí-
tica pública educativa el que los niños y jóvenes puedan tener educación artística en las escuelas
públicas. En su plataforma para las artes habla de incrementar la asociación entre escuelas y organizaciones artísticas, crear grupos de artistas que trabajen en escuelas pobres y sus comunidades.
Durante 2007, el sector artístico no lucrativo generó 166,2 mil millones de dólares y generó 5,7
millones de empleos de tiempo completo. La organización Americans for the Arts ha hecho llegar
ya su propuesta para enfrentar la crisis en el sector artístico y promueve ahora el voto ciudadano
para que el Congreso otorgue un presupuesto de 36,5 millones de dólares para la educación artística (http://artusa.org/get_involved).
Este enfoque de la educación artística para la atención de la economía impulsa a muchos países a
dar prioridad a esta formación y, sin menospreciar la importancia que esto tiene, lo cierto es que
hay muchas otras racionalidades que debieran orientar la presencia de las artes en la formación de
los ciudadanos, que van mucho más allá de la economía y que implican asumir una nueva manera
de relacionarse, de comunicar, de imaginar y de soñar.
Las políticas educativas enfrentan retos de gran magnitud, ya que tanto para la vida profesional
como para la vida misma ahora se requiere creatividad, capacidad de transformación, de adaptación, desarrollo de habilidades de comunicación y actuación en contextos translocales y de diversidad cultural, de innovación, etc., características que suponen un cambio radical de la definición
del sujeto de la educación y una reflexión en torno al tipo de saberes y de conocimientos que la
escuela promueve y legitima.
Pero también es cierto que el planeta necesita de seres humanos sensibles, capaces de conmoverse y sorprenderse, con conocimiento de su ser individual y social, porque solo de esa manera
tendrá un sentido humanista, capaz de solidarizarse, de generar empatía con los demás y de
preocuparse por la creación de un mundo mejor, más equilibrado y humano, libre de violencia
y de guerras.
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Lucina Jiménez
HACIA UNA REDEFINICIÓN DE LA ESCUELA Y DEL SUJETO
Las escuelas están pobladas de niños, adolescentes y jóvenes que ya no se mueven en contextos
identitarios autocontenidos, no son fieles seguidores de una sola práctica cultural, ni siquiera
de un gusto musical o de una sola moda, son portadores de diversas culturas visuales, auditivas, corporales y verbales que transitan de un ambiente a otro sin prejuicio de ningún tipo, se
familiarizan con lo efímero, lo intermitente, la no linealidad y que además, aunque no tengan
computadora, parece que han nacido con un “microchip” integrado, porque se familiarizan con
la tecnología de otra manera. Son los jóvenes quienes marcan las pautas del desarrollo de la
telefonía celular y quienes influyen en el mercado de los dispositivos que transportan música e
imagen.
Muchos de ellos consideran los contenidos y los modos de enseñanza de las escuelas como algo
“aburrido”. Y no hay peor cosa para un adolescente o un joven que el aburrimiento, porque establece un estado mental. Piensan que esos conocimientos no les “sirven” de gran cosa en un mundo donde aprenden ante la televisión y en el chat, en el mercado ambulante, en la juerga callejera o
en el antro, en sus muy diversas “comunidades de aprendizaje”, en las pantallas de los videojuegos
o en las redes electrónicas.
La escuela y la familia se han trasladado de un sitio de autoridad, certeza y protección, a uno inestable e incierto, porque en nuestros países estudiar ya no se ve como garantía de un buen empleo
y un salario. Los conflictos culturales y la ausencia de sentido de pertenencia, la simulación y la
incomunicación han terminado por crear un ambiente de rechazo hacia y por parte de los jóvenes, y de contención, presión y estrés para muchos docentes a quienes les cuesta trabajo zanjar la
distancia cultural y generacional.
En muchas ciudades latinoamericanas y europeas los jóvenes comienzan a cuestionar más severamente en público, o a partir de conductas provocativas y hasta retadoras, el sentido de la escuela
y de las instituciones educativas. No es poco el cansancio de algunos maestros frente a la batalla
cotidiana para que sus alumnos se dejen enseñar. Recuérdese la movilización de jóvenes en Chile,
denominada
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