Educación lingüística

La lengua, concebida por el estructuralismo como código o sistema, es, precisamente, un sistema de signos lingüísticos, conformado por la interacción comunicativa y cuyo fin es la comunicación misma.

A raíz de la consideración del texto como la unidad más adecuada para los estudios lingüísticos es que nace la lingüística textual; su objeto de estudio es el texto, elemento básico de manifestación del lenguaje. Ante ello subyace una teoría del lenguaje que lo considera no sólo un sistema de signos y sus combinaciones, sino una institución social: hallamos, entonces, un enfoque de la lingüística, que significa el paso de una gramática oracional a una gramática transoracional, la cual se encarga de la organización de los textos, de sus estructuras, de su coherencia y cohesión y de su adecuación, intenciones y situaciones comunicativas, y a su vez simboliza que los saberes acerca de la lengua y los textos se relacionan con sus aspectos comunicativos.

De tal forma, las personan se comunican a través de unidades de sentido, las cuales son denominadas textos. Esto referencia a la conciencia de los interlocutores; los seres humanos toman el sentido neto del texto que es enunciado o se le es enunciado, ya que al momento de entablar una comunicación las oraciones expuestas no son detalladamente analizadas, sino que es la pura significación la que es absorbida, no las unidades de estudio gramatical.

Ahora bien, si tomamos como objetivo de la educación lingüística el que los alumnos se apropien de la lengua como un lugar desde el cual enunciar la palabra propia, y que tal apropiación se manifieste en una mejora del desempeño comunicativo, es decir, lograr una correcta competencia discursiva (habilidad para elaborar textos, escritos u orales, de manera eficaz, adecuada y oportuna en diferentes tipos de contextos comunicativos), la apropiación sólo puede realizarse mediante una construcción interna de aquello no aprendido, no por una imitación del conocimiento. Acá entra en juego el estructuralismo, con su concepción de la lengua principalmente como forma, poniendo de manifiesto una teoría del aprendizaje como construcción, y desplazando, de tal manera, a las antiguas consignas conductistas.

Enseñar según una teoría constructivista del aprendizaje, que no es solamente una teoría piagetiana, consiste en tomar en cuenta varios puntos importantes, que referencian, sobretodo, en una reflexión de los aprendizajes adquiridos y los que se están adquiriendo, a la toma en cuenta de esquemas previos de conocimientos de los alumnos, a la oferta de actividades orientadas y con sentidos, y a la promoción de conocimientos significativos.

Otro elemento sustancial que aparece en relación a la producción y recepción de textos escritos es la teoría de la lectura y la escritura como procesos. La lectoescritura se trata de una actividad comunicativa continua del individuo en la sociedad, un desempeño de sus competencias comunicativas, que está siempre en vías de ser mejorado y ampliado; siempre está en juego, pues, la necesidad de adquirir nuevos conocimientos letrados, más allá de la habilidad de codificar o decodificar, lo que supone inequívocamente un hecho de alfabetización, desarrollo el cual dura toda la vida del individuo. Hallamos, entonces, que la educación lingüística es un trabajo permanente, constante de alfabetización, que se sirve de los procedimientos y las estrategias que brindan estas dos teorías de lectura y escritura como procesos para el uso de su enfoque.

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