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El Hombre En Su Palabra


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2014  •  2.751 Palabras (12 Páginas)  •  235 Visitas

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INTRODUCCIÓN

El hombre es su palabra. Ella lo concreta y lo define. Es su retrato, su imagen fiel. Cada hombre nace con ella; con la suya precisamente. La palabra revela el color del alma; la naturaleza del pensamiento propio, la identificación de las emociones. Por la palabra se expresa el espíritu. Por eso el verbo es júbilo y el silencio tristeza, soledad y nostalgia.”

Ello, que es cierto para cualquier hombre, lo es también para cualquier pueblo, lo que en el caso nuestro adquiere una especial singularidad si recordamos el valor y el peso que damos a nuestras palabras.

El hombre es la medida de las cosas; pero la palabra, a su vez, es la medida del hombre. Es por ello que el hombre es su palabra, ella lo concreta y lo define, es su retrato; su imagen fiel y de ahí que surge el apotegma: El silencio es la sombra del sonido, como sombra es el silencio de la luz.

Por lo tanto la Oratoria se convierte en un arte, el arte de consumirse iluminando. El hombre – a la manera del maestro Zúñiga- es un animal que piensa; mejor aun el hombre es el único animal que habla. Podríamos conceder según los últimos descubrimientos de la ciencia, cierta inteligencia a determinados animales o que ciertos estados de conciencia son comunes al hombre, así como para algunos animales; pero no podríamos en ninguno de los casos conceder a ningún animal este maravilloso privilegio que nosotros disfrutamos y compartimos: la palabra, don extraordinario con el que corona su obra celular la naturaleza y en el que se hace sublime la más perfecta creación de Dios; y que no solo constituye la diferencia especifica y esencial de que nos enorgullecemos, sino el vehículo más poderoso de nuestro espíritu; la expresión más alta de nuestro ser, que por obra y gracia de la razón puesta en el cauce de la elocuencia vuélvase vitalmente fecunda, pues al volcarse sobre las anchas llanuras del mundo, todo lo fertiliza, todo lo embellece, todo lo transfigura, lo mismo que el agua multiforme cuya clara sangre, a través de la raíz hincada en la gleba, trasmuta el dolor de las células subterráneas, en la alegría de las espigas doradas, las panojas de seda y los frutos de almíbar.

DESARROLLO.

Seguramente dice la maestra Alicia- que quienes mejor se expresaron en la antigüedad fueron los conductores de la humanidad: consejeros, hechiceros, guías, y sacerdotes, mas tarde los políticos. Después, el hombre más fuerte; más tarde el más hábil y por último el que mejor hablaba, el que mejor pensaba, evolucionando del homo silvestres al homo sapiens.

Sin la palabra hablada o escrita, la civilización y la cultura habrían sido imposibles; no solo no habría Historia, Literatura, ni Religión, ni Estado. A través de la palabra Amo, ató el hombre su destino con la mujer e hizo posible la continuidad de la especie; con la palabra Creo, prendió el hombre alas en su espalda y se remonto hasta Dios, y así fue, como con la acción de estos verbos, la criatura efímera se hizo eterna en la tierra y en el cielo.

El espíritu no se concibe sin la palabra que lo expresa, lo explica o lo traduce; el pensamiento puede ser latencia, pero, solo es existencia, solo es potencia en la palabra; inútil es que la razón exista si es hermética y muda, cadáver, feto o despojo; nada significaría la idea si se quedase en nuestra cabeza, como en una vitrina de museo o en una cripta de cementerio, estaríamos vertiendo nuestro mejor vino en vasijas de barro.

Hablar, por esto, no constituye un ejercicio tangente a la vida, es la vida misma. ¿De qué nos serviría la inteligencia, que función representaría la sensibilidad, para que la emoción o la tristeza, incluso el odio o el amor, si no hubiera una forma de expresarlos?

Hablo, luego existo. Porque el pensamiento necesita de la palabra para manifestarse. Una emoción callada es una emoción suicida. De ahí que afirmemos lo que el maestro dictaba: La palabra es el cauce de la idea y de la imagen; es la que lleva el agua azul del cielo y la linfa iridiscente de la imaginación. Río luminoso que conduce, en sus ondas elásticas, el tulipán del sol, la magnolia de la luna y las azucenas de luz de las estrellas.

De ahí que no es casual para el Hombre que, antes de romper el silencio se sentirá morir de incertidumbre, paseará con los nervios encabritados, la imaginación en ascuas, el corazón en llamas; pero, luego, cuando ya está situado en la órbita del verbo, respirará optimista, liberado, sintiendo que trae un mundo sobre los hombros, un universo en la punta de la lengua que va a mostrar gloriosamente a los oyentes. Por eso cuando la Patria peligra… nos ponemos en pie entre la Patria y el peligro, ofrecemos nuestro pecho para que sobre el, se arroje la barbarie invasora y la crueldad de la zarpa enemiga no haga pedazos el pecho inmaculado de nuestra madre común, nuestra madre patria que vio sangrar sus entrañas para dejar surgir a sus mejores hombres, para cobijarlos sobre sus tierras abrazadas amorosamente por los mares colindantes…ya que morir no es nada, cuando por la patria se muere; pero recuerda joven orador que todos los hombres mueren, pero no todos viven realmente.

¡Saber! Sí, pero saber sin hablar lo que se sabe, es inútil; saber sin enseñar lo que se sabe es injusto. ¿Pero, podría saberse sin estudiar palabras escritas o lecciones de inteligencias que forzosamente se expresan con palabras?

¡Sentir! Si, ¿Pero, no requiere el sentimiento el límite de lo expresado? ¿No pugnan las sensaciones por encontrar sus símbolos? ¿No busca el amor, su signo verbal?... ¿Mudo el amor?

¡Mentira! El amor parece mudo porque está lleno de palabras, que en fuerza de querer decirlo todo, acaba por no decir nada, pues no es pobreza, sino plenitud que se ahoga en el caudal inagotable de su propia abundancia. Y el dolor… ¡lo mismo! Pero con signo contrario, este nos invade, nos sepulta en su soberana inmensidad, y de querer decir mucho, de tanto como queremos decir no decimos nada. Así como en el disco de Newton, el prodigio multicolor del espectro, truncase en la aparente negación de una blancura sin matices; así parece difuminarse en la nada la infinidad de la plenitud. Y así como un rayo de luz se descompone en un haz multicolor; así del silencio nace la voz.

De ahí que gracias a la elocuente palabra, en el amor o en el dolor y todos sus matices, debemos paginas inmortales; oraciones sublimes; evangelios incomparables. Y precisamente dicha elocuencia tiene el poder de transfigurar al bruto en arcángel; de trocar la pesuña en ala; de hacer del instinto vuelo y del grito canto, y del trueno aleluya, y de la sombra aurora, pues por la divina virtud del dolor y del amor hecho palabra, el hombre de las

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