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El Perfil Del Hombre


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2012  •  1.307 Palabras (6 Páginas)  •  530 Visitas

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EL PERFIL DEL HOMBRE Y LA CULTURA EN MÉXICO

Autor: Samuel Ramos

Históricamente hablar del mexicano o de lo mexicano implicará cierto grado controversia. No sólo por el papel que ha desempeñado su cultura dentro del ámbito mundial, sino también por la concepción que los habitantes del mundo tienen sobre su personalidad y del proceder de sus acciones.

Samuel Ramos nos lleva a comprender el origen de los diferentes matices de esa personalidad mediante la explicación de un psicoanálisis de la cultura mexicana, realizado en la década de los 30’s y que a pesar de su lejanía temporal no ha perdido validez ni vigencia, pudiéndola considerar como un reflejo de la realidad actual.

Inicialmente aborda el hecho de que la cultura mexicana es una cultura “derivada”, definiendo éste término como la apropiación de rasgos característicos de otras culturas, principalmente de la española y más tarde de la francesa. Esta apropiación de rasgos se realiza primeramente por la imitación, aunque muchos de ellos sólo son de manera superficial; es decir, como un “disfraz”. Aquellos que llegan a persistir son considerados como rasgos de carácter asimilados, debido a que están más arraigados y son rectores del comportamiento. Sin embargo, ésta adquisición de cultura derivada tiene implícito un sentimiento de inferioridad o autodegradación del ser del mexicano.

El autor hace una retrospectiva de los hechos que han marcado la historia mexicana (justamente como un esfuerzo por entender de donde provienen esos sentimientos de inferioridad) a través de la conquista española, la independencia, la reforma, etc.; hallando una mezcla de pasividad, rebeldía, gusto por lo establecido, idealismo y falta de ejercicio en la toma de decisiones. Mas aún, explica que el hecho de haber tenido que adaptarse rápidamente a una civilización avanzada y desconocida, provoco cierta admiración y fascinación por lo europeo, principalmente por su ideología y estilo de vida.

Más adelante, se enfoca en la percepción de la figura del mexicano, aquel “pelado” que tiene que hacer alarde de la grandeza de su aparato reproductor para defenderse o vanagloriarse de sus actos, siendo esta actitud más un reflejo de su pobre autopercepción que de la realidad. Añade algunas otras características como su bravuconería y poca tolerancia hacia las críticas o comentarios. Otro tipo es el “mexicano de la ciudad”, un ser de naturaleza extremadamente desconfiada (aunque no tenga razones racionales) que vive de manera irreflexiva, que trabaja para el hoy y el mañana inmediato olvidándose del futuro, vive continuamente en la negación puesto que no cree en las ideas ni teorías debido a que las considera inútiles. Finalmente termina éste análisis con el “burgués mexicano” aquel que busca comportamientos más refinados y una exagerada amabilidad que automáticamente desaparecen al hacerlo perder los estribos.

También se profundiza en el libro sobre la tendencia a idealizar o inventar artificios de la vida nacional, creando una especie de “mexicanismo” elevado que muchas veces no corresponde a un verdadero amor, valorización o consideración de las limitaciones de lo mexicano.

Otro de los factores determinantes en la historia nacional ha sido la religiosidad, desde la conquista española hasta nuestros días. Muestra de ello son las distribuciones arquitectónicas que presentan diversas poblaciones rurales a lo largo de país, conformadas por el edificio de gobierno, mercado e iglesia situados todos en la misma zona, por ser los lugares que presentan mayor conglomeración. Del mismo modo, los primeros caudillos que tuvimos fueron sacerdotes que guiaban la conciencia popular y normaban la educación en ese momento y hasta la aparición del liberalismo que trajo consigo la educación laica y la separación de la iglesia del estado.

Con la educación surgieron los llamados “intelectuales mexicanos”, hombres cultos bajo la influencia de Europa, quienes conocían de Filosofía e Historia y que emprendieron todo un movimiento intelectual abanderados por las obras del “Ateneo de la juventud” y hombres sobresalientes como Justo Sierra y José Vasconcelos, entre otros. Fue precisamente José

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