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El Problema E Los Bombillos

jarajesus8 de Junio de 2013

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EL PELIGRO DE LOS BOMBILLOS

AHORRADORES

En los últimos años se han popularizado los llamados "bombillos ahorradores”, bombillos de bajo consumo o CFL (por sus siglas en inglés), y el principal argumento que tienen los vendedores para convencernos de su uso, es el bien que le hacemos al planeta al ahorrar energía. Sin embargo, lo que no nos cuentan es lo peligrosos que son para nuestra salud y lo contaminantes que pueden ser, paradójicamente, para ese planeta que tratamos de proteger.

Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado científicos e investigadores de todo el mundo al respecto:

1. Las bombillas de bajo consumo presentan emisiones radioeléctricas de alta frecuencia que generan campos electromagnéticos perjudiciales para la salud

Provocando entre otros, cáncer, problemas neurodegenerativos, trastornos vasculares, y alteraciones del sueño.

1. Las bombillas ahorradoras emiten radiación ultravioleta, por lo cual pueden producir trastornos en las personas con piel sensible.

2. Debido a la pobre iluminación de estas bombillas, aumenta el riesgo de caídas en personas con poca visión.

3. Cada bombilla contiene entre 3 y 5 mg de mercurio, que pueden causar graves problemas de salud en caso de tener contacto directo con el ser humano, y llegar a contaminar seriamente fuentes de agua en caso de no descartarse apropiadamente en recipientes para residuos tóxicos dentro del sistema de basuras de una ciudad.

Además de limitar su uso por las razones antes mencionadas, siga las siguientes indicaciones de la Agencia de Protección ambiental (EPA) de los Estados Unidos, si se le rompe un bombillo de bajo consumo o CFL:

1. Las personas y animales domésticos deben abandonar la habitación de inmediato sin tener contacto con los vidrios.

2. Abrir una ventana y abandonar la habitación por 15 minutos o más.

3. Si tiene aire acondicionado, apáguelo.

4. Después de pasado un tiempo, recoja los trozos de vidrio y polvo cuidadosamente usando un papel rígido o cartón, y colóquelos en un frasco de vidrio con tapa de metal o en una bolsa de plástico sellada.

5. Utilice cinta adhesiva para recoger los restos de los fragmentos de vidrio y polvo más pequeños.

6. Limpie el área afectada con toallas de papel húmedo o toallitas húmedas desechables y deposítelas en un frasco de vidrio o bolsa plástica-

7. No use aspiradora o escoba para limpiar la bombilla rota sobre superficies duras.

8. Si se rompió sobre la alfombra, realice los pasos anteriores y si requiere de aspiradora, pásela donde la bombilla se rompió, retirando al finalizar tanto el filtro como la bolsa de la aspiradora.

9. Si la ropa u otros materiales de tela entraron en contacto directo con la bombilla rota o el polvo de mercurio contenido en el interior de la bombilla, debe tirarla. No lave la ropa porque puede contaminar la lavadora y/o las aguas residuales.

10. Sí puede lavar la ropa y los utensilios que tuvieron contacto con el vapor de mercurio pero no los que estuvieron en contacto directo.

11. Si los zapatos entraron en contacto con los trozos de vidrio, límpielos con papel o toallitas húmedas y descártelos en frasco de vidrio o bolsa de plástico sellada.

12. Asegúrese que el recipiente en el que guardó los trozos de bombilla y los materiales de limpieza peligrosos son descartados de manera adecuada en contenedores apropiados para este tipo de residuos.

Distintos gobiernos están reglamentando el uso de los denominados "bombillos ahorradoras" como solución a la crisis energética. Aunque tales bombillas (CFL según la denominación internacional) produzcan una polución electromagnética notablemente mayor que las convencionales y muchas personas reaccionan a ellas con dolores de cabeza que, al cabo de muchas horas, pueden en casos extremos llegar a provocar convulsiones, náuseas e, incluso, reacciones más graves. Bombillas que además son del mismo tipo que las fluorescentes y tendrán que ser recicladas luego en contenedores especiales porque contienen ¡mercurio!

Tipos de Bombillos:

Si este reportaje versara sobre laboratorios que se dedican a investigar sustancias tóxicas o virus peligrosos a nadie le extrañaría leer como parte de las medidas a tomar en caso de ruptura del envase las advertencias de que es preciso “Desocupar la habitación y ventilarla durante al menos 15 minutos. No usar una aspiradora. Limpiar utilizando guantes de goma y evitar la creación e inhalación de polvo del aire. Recoger todas las partículas y fragmentos de vidrio y colocarlos en una bolsa de plástico. Limpiar el área con un paño húmedo y a continuación ponerlo en una bolsa y sellarla. La bolsa no se debe tirar a la basura. Todos los ayuntamientos tienen la obligación de disponer de las medidas necesarias para la eliminación de los residuos peligrosos”. Sin embargo tales instrucciones no son las medidas a tomar en un laboratorio de alta seguridad sino las aconsejadas por el Department for Environment, Food and Rural Affairs (DEFRA) encargado de la protección ambiental en el Reino Unido para el caso de que una bombilla -como la que “regala” a cada español el Ministerio de Industria- se rompa en pedazos accidentalmente ya que liberaría ¡polvo de mercurio! en el ambiente.

“Hay evidencias de que una iluminación baja puede dar lugar a un mayor número de caídas en personas con poca visión”, afirma Larry Benjamin. Palabras que no se corresponden con un fragmento de la película A ciegas basada en la novela de José Saramago sino que corresponden a la reflexión de un prestigioso miembro del Royal College of Ophthalmologists británico sobre las llamadas bombillas de bajo consumo porque lo que tampoco se cuenta es que ¡iluminan mucho peor!

“Estamos preocupados por los riesgos para los pacientes sensibles a la luz que tienen severos trastornos en la piel”. Y tampoco esta frase es el extracto de un relato de ciencia ficción sobre la pérdida de la capa de ozono en el planeta sino la respuesta de Harry Moseley -consultor científico en la escocesa Universidad de Dundee- a la pregunta que le hizo la BBC sobre sus efectos porque resulta que además ¡emiten radiación ultravioleta!

En suma, una vez más los políticos han situado el dinero por delante de nuestra salud. Porque la decisión de combatir el calentamiento global y la crisis económica con estas nuevas bombillas está ya tomada con el argumento de que consumen entre un 75% y un 80% menos de energía y su vida media es mucho mayor que la de las incandescentes. Lo que si bien puede ser cierto en el caso de una oficina no lo es en un hogar donde éstas se encienden y apagan continuamente porque eso acorta su vida. En cualquier caso lo realmente importante es que se está ocultando que tienen serios inconvenientes para la salud. Básicamente por tres razones: porque emiten radiofrecuencias biológicamente dañinas, porque emiten radiaciones ultravioletas peligrosas en distancias cortas y porque llevan mercurio –sustancia tóxica y cancerígena- con el peligro que eso supone en caso de ruptura (sin olvidar los problemas que acarrea su reciclaje). Además existen serias sospechas de que esas radiaciones y su centelleo -producto de las altas frecuencias generadas- puede provocar migrañas, fatiga, confusión, vértigo, zumbido en los oídos, problemas en los ojos, náuseas e irritaciones de la piel además de agravar la sintomatología de las personas sensibles a los campos electromagnéticos. Que son cada vez más, por cierto.

En cuanto al argumento de que resultan “más económicas a la larga” cabe añadir que eso será si no se nos rompen ya que además de los peligros para la salud cada “accidente” de ese tipo –bastante habitual porque basta dar un simple golpe a la bombilla para que ello pueda ocurrir como todos sabemos- nos saldrá por un ojo de la cara.

EL TÓXICO MERCURIO

En suma, las simples medidas de precaución que exige manejar estas bombillas hacen incomprensible la decisión de generalizar su uso entre la población. Porque cada CFL contiene entre 3 y 5 miligramos de mercurio, mineral altamente tóxico y peligroso cuando se libera en el medio ambiente. En especial para el cerebro, el sistema nervioso, el hígado y los riñones aunque igualmente puede dañar el aparato cardiovascular, el sistema reproductivo y el sistema inmune además de ser causa de temblores, inestabilidad emocional, pérdida de memoria, insomnio, problemas neuromusculares, dolores de cabeza, alzheimer y cáncer. Aunque son los fetos, bebés y lactantes los más vulnerables ya que su exposición al mercurio influye muy negativamente tanto en el desarrollo de su cerebro como del sistema nervioso.

Quienes tratan de restar importancia a este hecho argumentan que su presencia es “muy pequeña” pero o mienten o ignoran que no se ha establecido una “cantidad segura” de mercurio y que, de existir, estaría en el nivel de los microgramos y las CFL contienen entre ¡tres y cinco mil miligramos! (recordemos que un microgramo es la milésima parte de un miligramo).

“El límite del Canadian Water Quality (CWQG) para proteger la vida de agua dulce –señala la investigadora canadiense Magda Havas- es de 26 nanogramos de mercurio inorgánico por litro de agua. Lo que significa que una bombilla CFL puede contaminar 190.000 litros de agua a niveles que superan las directrices de calidad de nuestra agua!” (un nanogramo es la milésima parte de un microgramo y, por tanto, la millonésima

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