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El asombro ante lo nuevo, borra el dolor anterior


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2015  •  Trabajos  •  1.184 Palabras (5 Páginas)  •  148 Visitas

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“El asombro ante lo nuevo, borra el dolor anterior”

Para los chicos, el verano es siempre hermoso, aunque la guerra esté a la vuelta de la esquina. El run run de los adultos, las discusiones en la calle, las caras preocupadas, quedan en segundo plano y no perturban la idea de una zambullida en el mar; y cuántas han pensado dar Antonio y su hermano, ahora que tienen los bolsos listos para marchar hacia Mallorca.

     “Mi familia estaba relativamente bien, así es que mi recuerdo de la infancia, hasta la crisis, es excelente. Pasábamos las vacaciones en la Costa Brava o en Mallorca, como aquel verano del 36 en que yo tenía diez años, y mi hermano Francisco, unos más. Esto sucedía en verano, ya que para navidad solo había una semana y nos quedábamos en casa, a descansar y pasar el frío.

     Mis tías habían alquilado una casa de veraneo y la guerra nos encontró allí, en Mallorca, de manera que en lugar de reunirnos con mis padres a la semana, recién lo hicimos a los tres meses. No había comunicación entre Mallorca y Barcelona. Mallorca estaba en manos de los franquistas y Barcelona se mantenía con los republicanos.

     Mis tías manejaban la situación con naturalidad, pero no podían sacar dinero del banco de manera que tomamos un barco hasta Francia gracias a los ahorros de Adela. Antes hubo que desalojar la casa, y un chofer de taxi nos prestó una muy amablemente, hasta que pudiésemos volver a Barcelona. Lo hizo de buena voluntad. Sabía que no le podíamos pagar nada y sin embargo fue muy gentil.

     De Francia volvimos a Barcelona, pero eso llevó meses. Durante ese tiempo nada supimos de mis padres ni ellos de nosotros.

     La vida familiar, antes de la guerra, transcurría con mamá atendiendo la casa y papá en su trabajo. Era ella la que nos contaba cuentos y aprendimos a gozar de la lectura gracias a eso.

     En Barcelona íbamos a un colegio alemán y cuando cerró, pasamos a otro, inglés, donde aprendí el cricket. El último colegio al que fuimos era estatal, y allí jugábamos a la pelota vasca, porque el fútbol no era tan importante como lo es ahora. En aquella época soñaba con ser aviador. Cada vez que abía una exposición, yo estaba en primera fila. En el diario había un dibujante que hacía caricaturas de los niños y les preguntaba: ¿Qué quieren ser?... Por ahí tengo el dibujo que dice “Antonio Monrós quiere ser aviador”, con la caricatura y el avioncito detrás. ¡Y cómo envidiaba a mi hermano cuando un aviador del gobierno, que hacía relevamiento aéreo de poblaciones, lo llevaba a él de paseo!” (ríe Antonio al compás del recuerdo).

     Antonio no necesita cerrar los ojos para recorrer aquel hogar que estaba pegado al de los otros parientes, en la misma cuadra. Una casa cómoda, donde se hablaba de todo, incluso de una posible guerra. Pero a él, qué más le daba, si cada vez que abría las ventanas de su cuarto podía ver toda Barcelona.

     “En el piso de arriba estaba el lavadero, la habitación de servicio y otras dos. En una de ellas mi padre –aficionado a los trabajos manuales- tenía un tallercito que compartía conmigo. Mi hermano en cambio siempre mostró mucho interés por las ciencias naturales y ya en ese entonces guardaba su colección de insectos en la otra habitación; y la cuidaba con mucho celo, tanto, que no me dejaba entrar.

     Barcelona era una ciudad encantadora, muy próspera. Había barrios a los que no se entraba, pero no recuerdo gente pidiendo, ni pobreza. Claro que lo digo con la vista de aquel niño que fui.

     A la hora de cenar estábamos todos juntos. La comida no era abundante pero sí muy variada: con entrada, primer plato, segundo, mucho pescado… Una infinidad de comida distinta, una tras otra… ¡Parece que teníamos un metabolismo especial!

     En proporción se comía mucho menos que acá.

     Claro que eso fue antes de la guerra. Después sí que pasamos hambre. Había racionamiento y colas; una actividad para los niños. Con mi hermano hacíamos cola para comprar el pan, la carne, la leche. Es decir, a la escuela por la mañana y a la tarde a las colas.

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