El poder de la ficción del Conde para no dejar ir a Vera.
Bar.gvEnsayo1 de Diciembre de 2015
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Bárbara González Villegas
Segundo Semestre A
Narrativa y Contenido
21 de Octubre del 2015
El poder de la ficción del Conde para no dejar ir a Vera.
La ficción del Conde D’Athol mantuvo viva a Vera, hasta que se volvió su realidad.
La obra de Villiers de l’isle Adam “Cuentos crueles” se ubica en el año 1883, plena época del romanticismo, donde historias como “Vera” se dan mucho, una historia de amor y muerte, que contiene las características del romanticismo, tales como los colores, la sangre, la muerte, el ánimo sombrío, cementerios y la poca luz. Nos dejan ver que el amor es una ilusión.
La obra trata de una pareja de recién casados en donde la mujer (Vera) muere durante un acto de amor. El protagonista, no acepta la muerte de su esposa y por lo tanto crea en su mente la fantasía de traerla asegurándose de que su muerte no había sido algo definitivo. Si embargo, al pronunciar la palabra MUERTE, se da cuenta de que en realidad ella no esta viva y toda su fantasía (ficción) se desvanece y todo se torna gris.
Agonizando en dolor, descubre que la única manera de regresar a ella es muriendo también.
En este ensayo analizaremos el simbolismo en esta obra y como la ficción juega un papel importantísimo para mantener a Vera viva en el cuento, utilizaremos la hermenéutica como herramienta de interpretación en el lenguaje del cuento.
“Todo el tiempo a todas horas, no sólo percibimos nuestro entorno, si no que lo recreamos, lo manipulamos y lo reordenamos en el oscuro interior de nuestros cerebros.“[1] Es decir, todo el tiempo estamos interpretando, y cada cabeza es una realidad, mis vivencias son mi realidad y la manera en las que las interpreto, eso no quiere decir que la realidad de el otro no exista. Dentro de nuestra cabeza, en algún lugar existe un YO, que nos controla y hace ser quienes somos, el YO estructura mi vida. En el cuento de Vera podemos ver claramente que el Conde a través de sus pensamientos y sus ilusiones pretendía mantenerla con vida, su YO logró hacer que su ficción se volviera su realidad. Para el conde, Vera no estaba muerta, Vera se encontraba en cada uno de los artículos que alguna vez fueron de ella, él podía sentirla, seguir con ella, a través de sus objetos, gracias a la ficción él podía seguir con ella, a su manera.
Así como podemos darle vida a un personaje en un cuento, en una película, así como podemos sentirnos dentro de una historia, una obra, el sentimiento que causó leer la obra de Villiers de l’isle Adam, la ficción nos permite, por medio de palabras, vivir con pasión todo aquello que no es real en nuestra dimensión pero que de alguna manera existe porque lo estamos viviendo, es otra realidad. Es perspectiva, es poder, de mi dimensión, de mi punto de vista poder encontrar cosas nuevas viéndolo de otra manera y tener vivencias o experiencias tan reales como mi vida diaria, como lo tangible. Así como podemos darle vida a todo eso, el Conde D’Athol pudo a través de todos esos elementos seguir su día a día tan normal a lado de su amada, quien a pesar de no seguir latente, carnal, allí, para él ella estaba presente (viva) de alguna manera.
“Las ideas son igual que seres vivos.”[2] Generalmente consideramos que las ideas son abstracciones, pero una idea es una entidad vida, activa. Los efectos de una idea llegan hasta los más profundo de nuestro ser. Una idea puede transformarlo todo, no sólo en nosotros si no fuera de nosotros. Eso es algo que en el cuento de Vera podemos ver, el poder de una idea, de creer que esa idea es verdad, porque al fin y al cabo, lo es, es una realidad paralela a lo que estoy viviendo. Podemos observar lo maravilloso, ya que los personajes van naturalizando la muerte del personaje femenino, primero lo hace el Conde y luego su sirviente. Ambos viven como si nada hubiese ocurrido y lo maravilloso se hace presente, se admiten nuevas leyes, otra realidad.
Se puede ver como el amor llega de pronto y sin avisar, ambos personajes descubren el amor de manera instantánea, “¿No fue en el extranjero, en el baile de una embajada, donde la vio por primera vez? Sí, ese instante se recreaba ante sus ojos, pero de forma muy distinta. Ella se le apareció allí, radiante, deslumbrante. Aquella tarde sus miradas se habían encontrado. Ellos se habían reconocido íntimamente, sabiéndose de naturaleza igual, y en adelante se amaron para siempre.” [3] En Vera la historia ya comienza con el final del amor, es decir la muerte de Vera. Más allá de esto, este amor era un amor indudablemente pasional, era tan fuerte que lo espiritual penetraba en la carne y lo hacia carnal, además del hecho que ellos nunca dudaron el estar juntos. “Los propósitos engañosos, las sonrisas que observaban, las insinuaciones, todas las dificultades y problemas que opone el mundo para retrasar la inevitable felicidad de aquellos que se pertenecen, se desvanecía ante la certeza que ellos tuvieron, en aquel fugaz instante, de saberse el uno para el otro.” [4] Lo mágico de estas dos citas son como la interpretación de gestos, de miradas, de sonrisas, logró que dos personajes, tales como el Conde y Vera, solo con verse pudieran descifrar que debían estar juntos, que se pertenecían. Sabemos que la hermenéutica viene del verbo griego hermeneuien y de las funciones asignadas al Dios Hermes, a este le corresponde ser el mensajero que pone en comunicación a los Dioses y, sobre todo, transmitir la voluntad de éstos a los humanos.[5] Es como si los Dioses nos hubiesen dado la hermenéutica para seguir el hilo de un destino ya escrito. Como si ellos hubieran decidido desde antes que el Conde y Vera, por poner un ejemplo del cuento, tenían que estar juntos, y así ellos interpretaron gracias a la hermenéutica, la cual esta presente siempre, en todo momento, pudieron interpretar aquellos gestos que los unieron más allá de la muerte.
“Lo simbólico es la mediación universal del espíritu entre nosotros y lo real.” [6] Como seres humanos tenemos la necesidad de creer en algo, así como de sentir. Hay alguna razón por la cual cargamos las cosas de sentimientos, y le damos valor a las cosas por lo que nos recuerdan, hacemos que cosas ordinarias se vuelvan simbólicas para nosotros. El símbolo por si sólo, representa algo, pero el simbolismo es el sistema de símbolos con que se representan creencias, sucesos, conceptos, etc. El cuento de Vera esta cargado de simbolismo, no solo en cuanto a los objetos con los cuales el Conde recuerda a Vera, si no, todo lo que dice el cuento y no dice al mismo tiempo. Por ejemplo; “Concluía una tarde otoñal en París.”[7] ¿Por qué otoñal? ¿Por qué no primaveral? podemos interpretar que era otoñal porque el otoño representa algo que esta por terminar, esa alegre primavera que se está deshojando anticipando el frío invierno, algo melancólico, algo triste, tan triste como la muerte de Vera. ¿Por qué perlas? las perlas representan las lagrimas de la luna, “A través de la ventana, él contemplaba cómo la noche se insinuaba en los cielos. Y la noche se le apareció como algo personal. Tuvo la impresión de que era una reina marchando con melancolía en el exilio, y el broche de diamantes de su túnica de luto, Venus, sola, brillaba por encima de los árboles, perdida en el fondo oscuro. –Es Vera –pensó él.” [8] Con esta cita podríamos decir que para el Conde Vera siempre estaba presente porque la relacionaba con la luna, para el Conde Vera era la luna, y temía una presencia un tanto mística en la habitación, entonces las perlas eran sus lagrimas, y ¿por qué lloraba la luna, o mas bien Vera? por no poder estar con el Conde. “En todo signo un vehículo sensible es portador de la función significante que hace que valga por otra cosa”[9] Así como el Conde cargó de sentimiento todo aquel objeto que fue de Vera, para poder sentirse con ella, nosotros cargamos de simbolismo las palabras para poder entender entonces la obra en sí, lo que el autor quiso decirnos, en una palabra o dos, nos dijo bastante.
“Y allá, en la sombra, estaba el reloj de péndulo al que él había roto el resorte para que no sonasen más las horas.” [10] Evidentemente el parar el reloj, es una manera de evitar tu realidad, no porque pares el reloj, el tiempo va a dejar de correr, ya que el tiempo no es otra cosa mas que el movimiento mismo. Todo en el universo está en movimiento, por lo tanto todo dentro del universo es víctima del paso del tiempo. Nada permanece inmóvil porque nada puede permanecer inmóvil. Pero si para el Conde, evidentemente era doloroso pasar las horas sin su amada Vera, ver correr el reloj sabiendo que el tiempo pasaba ya sin ella ahí. El quiso frenar el tiempo, y creer dentro de su realidad que el tiempo no existía y que Vera seguía allí. “Así, pues, ella había partido... ¿Adónde? Vivir ahora, ¿para hacer qué? Era imposible, absurdo…”[11] La muerte es uno de los asuntos centrales del ser humano. Nadie puede dejar de pensar en ella y siempre hay alguna opinión diferente al respecto. De algo podemos estar seguros: nadie podrá librarse de ella, ni parando un reloj, la pregunta es, nuestro cuerpo deja de funcionar pero el ser ¿a dónde se va? la ficción puede ayudarnos a crear una respuesta, pero la hermenéutica nos va a cuestionar y hacer reflexionar ¿cómo sabemos que es verdad? que tal si el Conde y Vera estaban juntos en espíritu, de una manera no físicamente posible, yo pienso que alguien no muere mientras siga vivo en el corazón, pienso que hay gente muerta en vida, porque no ha de haber vivos que simplemente dejaron el mundo terrenal. Esa es la reflexión que a mi en lo personal, me deja el cuento Vera. La muerte no es más que un simbolismo que hasta el día de hoy no hemos podido descifrar. “El término símbolo parece conveniente para designar los instrumentos culturales de nuestra aprehensión de la realidad: lenguaje, religión, arte, ciencia, una filosofía de las formas simbólicas tiene por tarea arbitrar las pretensiones a lo absoluto de cada una de las funciones simbólicas y múltiples antinomias del concepto de cultura que resultan de ellas.”[12]
La hermenéutica se convierte en el arte de la prudencia y del buen juicio como bases universales, no de una teoría de la compasión, sino de un saber- estar compadeciendo.[13] Al conde no lo vemos con pena, o lastima, la ficción logra conmovernos, logra meternos en la historia, pero más allá de sentir pena, lo entendemos y podemos llegar a comprender el porqué de sus acciones, yo llegue a creer que Vera estaba realmente ahí con el, y en efecto, en la realidad del Conde, Vera no había muerto. El tema de la vida y la muerte en el romanticismo es la realidad adversa que hace que el romántico se refugie en su soledad y busque las evasiones, y por otra parte encuentre la angustia de vivir reposo en la muerte, la encuentra liberadora. “–¡Oh! –gimió él–. ¡Todo ha terminado! ¡La he perdido...! ¡Otra vez vuelve a estar sola...! ¿Cuál es ahora la ruta para llegar hasta ti..? ¡Indícame el camino que puede conducirme hasta ti! De pronto, como una respuesta, un objeto brillante cayó del lecho nupcial sobre la negra piel con un ruido metálico. Un rayo del tétrico día lo iluminó... El abandonado se inclinó. Lo cogió y una sonrisa sublime iluminó su rostro al reconocer aquel objeto. ¡Era la llave de la tumba! “ [14] Se entiende, que la solución para estar con ella, es la misma muerte, y así estar juntos para siempre.
El cuento comienza con una frase: “El amor es más fuerte que la muerte, ha dicho Salomón: su misterioso poder no tiene límites.”[15] Una de las evidencias del amor es la fuerza. El valor que mostramos para luchar por lo que amamos. La fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos. Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde descubrimos una fuerza y valor desconocidos, donde entra lo inexplicable, lo sobrenatural, donde podemos ver que el amor va más allá de nosotros, y el amor de el Conde y Vera era auténtico.
Si el puede seguirla amando sin ella estar ahí, entonces ella no había muerto aún…
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