En defensa de la Burocracia
mcajasTrabajo2 de Febrero de 2016
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En defensa de la Burocracia
Marco Tulio Cajas Lopez (*)
Burocracia no es una buena palabra hoy en dia. Implica en el pensar común, haraganería, lentitud y despilfarro. Sin embargo, si hacemos un detenido examen, nos daremos cuenta que todas esas desviaciones, que ciertamente son reales porque ¿quién de nosotros no ha sufrido la burocracia? , no deberían ocultar que en realidad se trata de un modelo de organización gubernamental que para decirlo rápido, ha funcionado.
Por el modelo burocrático de administración es que en los países desarrollados se proveen servicios de calidad a millones de personas en las ciudades, el capitalismo moderno encuentra un orden social que garantiza la propiedad y los contratos, al mismo tiempo que los ciudadanos se educan, trabajan y conviven en un ambiente de legitimidad y confianza en el Estado. No es un mundo perfecto, pero si mejor que el que vivimos aquí.
Muchas personas piensan que la ingobernabilidad y la corrupción son problemas de leyes. Y se afanan por judicializarlo todo como si las leyes en si mismas tuvieran poderes mágicos para transformar la realidad. Sin embargo, los recientes sucesos que han sacudido a la ciudadanía guatemalteca han indicado que no importa cuántas leyes tengamos, sino cuántos controles efectivos y castigos hay para quien ejerce la función publica, cómo la ejerce y cómo se le puede vigilar y sancionar para que no abuse ni robe del erario publico. Necesitamos mecanismos administrativos rígidos de selección y control del empleado publico, no discursos éticos.
Cansados de tener una Administración Publica que ha llegado a ser un “botín de guerra” para los políticos vencedores en las elecciones, el tiempo ha llegado para cambiar esta situación. No puede continuar la seguridad, la educación o la salud publica dependiendo de la voluntad de los funcionarios que llegando al poder contratan y despiden a su libre antojo no ya servidores públicos sino obedientes cortesanos prestos a firmar contratos y cheques en la soberana voluntad de ministros, secretarios, directos y gerentes. No es posible esperar eficiencia ni mucho menos integridad de esas dependencias que han llegado al colmo de cambiar hasta siete veces de jefe financiero en un año, como ha ocurrido recientemente.
Es tiempo entonces que la ciudadanía guatemalteca valorice la importancia que tiene para sus intereses, contar con una organización profesional, estable y bien remunerada que administre los recursos públicos, que le sea fiel al Estado, que resguarde los intereses generales y que como alguien ha dicho con propiedad: le ate las manos a los políticos. En otras palabras, una burocracia moderna, eficiente que controle pero que a su vez esté controlada por la ley y el sistema de justicia. La experiencia de los países avanzados confirma que si es posible.
Estas ideas no son novedosas en el mundo de las ciencias de la administración. Desde hace mas de cien años, se viene debatiendo el modelo burocrático-weberiano llamado asi en honor a la obra del gran teórico alemán Max Weber ( 1864-1920 ) que señalaba como características ideales de la burocracia la sujeción a la ley, la impersonalidad, la neutralidad y la racionalidad de las decisiones. Obviamente este modelo se ha criticado y redefinido ya muchas veces para adaptarlo a las exigencias de un mundo cambiante. Al modelo burocrático se le ha mejorado con elementos de gerencia publica y mecanismos de auditoria social y participación ciudadana. Sin embargo, en esencia continua vigente y útil.
Ahora que en Guatemala la reforma a la ley del Servicio Civil, que data de 1966, se ha convertido en tema de discusión en las plazas publicas dejando de ser asunto exclusivo de salones académicos, hay una oportunidad de oro para cambiar la administración pública desde sus raíces.
Son cambios que posiblemente no sean agradables para muchos de los burocratas enquistados cómodamente en sus puestos ni tampoco para los partidos tradicionales del botín, pero si deben ser motivo de la presión ciudadana. Son las familias, las empresas, las comunidades y los sectores sociales, quienes pagan y resultan siendo victimas de una mala administración. Porque mas allá de discutir si la burocracia es buena o mala, deberíamos ocuparnos de asegurar que quien vigila la seguridad, ejerce la justicia o evita las epidemias, tenga las mejores calificaciones profesionales y no le sea fiel al gobernante de turno sino al sistema democrático que es el que nos representa a todos. Nunca, como sociedad, tuvimos una mejor oportunidad de cambiar el manejo de los recursos de todos.
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