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Enfoques y perspectivas del análisis cultural


Enviado por   •  26 de Octubre de 2018  •  Tutoriales  •  4.293 Palabras (18 Páginas)  •  88 Visitas

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Especialización en EstudiosSociales y Culturales                                   Cohorte 2014

Facultad de Humanidades

Universidad Nacional de Catamarca                                                Octubre 2015

Enfoques y perspectivas del análisis cultural

Docente                                                                Alumna: Carolina Ferraresi Curotto

Dr. Alejandro F. Haber                                                 Traductora y Profesora de Inglés

Universidad Nacional de Catamarca

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

  1. Cada estudiante del curso realizará una visita a una familia rural campesina permaneciendo al menos un día y un pernocte. Intentará registrar cada una de las actividades que se relacionen con la naturaleza, y cada una de las actividades que no se relacionen con la naturaleza, de cada miembro de la familia. Presentará un informe.

INFORME VISITA A MUTQUÍN - 24 y 25 de Mayo de 2015

Carolina Ferraresi Curotto

Primera dificultad: hoy es lunes 01 de junio. Yo volví de Mutquín el 25 de mayo. Todavía no quiero escribir nada porque siento que estoy faltándole el respeto a lo vivido y a la gente que me brindó su casa, su esencia… sigo una consigna en pos de la aprobación de un seminario de Especialidad.

Segunda dificultad: cómo. No sé redactar registros a la manera de un antropólogo, no sé qué estará bien observar y qué no. Sigo la consigna, dije, como pueda.

No tenía dónde quedarme. Sole me envía un mensaje la noche del 23 diciéndome que no había lugar en lo de A. Las casas de familia se llenan de parientes los fines de semana, y A. alquila cuartos, pero sólo cuando sus parientes no vienen. ¿Qué hacer, entonces? Vamos igual, le dije, en algún lado podré encontrar lugar donde tirar los huesos. Me dijo, “¡A la aventura, entonces!” Creo que nunca tan aventurera si ando con ambos o alguno de mis hijos.

Y ahí fuimos. Era mi primera vez manejando por la Cébila y los relatos de Sole me iban entreteniendo el viaje. Me contó cómo había terminado ella viviendo en Mutquín por 3 años, cómo se había hecho el Centro Cultural a pulmón, con muchos de sus vecinos ayudando, cómo se había enraizado en ese lugar. Era la primera vez que volvía desde que se había ido a vivir a la capital.

Mis temores pasaban por varios lados, por un lado, mi fisonomía y los prejuicios: siempre me tocó lidiar con ser porteña, rubia, de ojos claros y, encima, extrovertida y espontánea. Tenía mucho miedo de no caer bien, de molestar con mis modos, de “jetonear”. Mi prejuicio me iba acechando a medida que el camino avanzaba.

Ya en el departamento Pomán, en el camino vimos unos carteles que decían “Grupo Indalo. Atención, depósito de residuos”, a la vera de la ruta. Yo estaba esperando un basural, un contenedor, una planta de residuos. Nuestra sorpresa fue al darnos cuenta de que cada “depósito” era un tacho de 200 litros de aceite sostenido con dos hierros, puesto en la ruta para que la gente tire su basura allí. Muy cómico, me resultó tan cínico siendo que los grandes grupos vacían la tierra de recursos y la llenan de contaminación.

Anécdota aparte, decidimos tomar por el camino de arriba –esto es, por Pomán- para que yo conozca un poco más. Después de una vuelta, paramos en la plaza principal y Sole fue a la panadería. Se notó que le preocupaba no llegar con las manos vacías, que ofrendarle algo a P., quien tan gentilmente le había ofrecido quedarse allí, era algo importante.

Luego, pensando que quizá en Mutquín no encontraba dónde cargar combustible, fuimos por la estación de servicio.

La ruta asfaltada se convirtió en un camino de ripio muy pintoresco, con carteles que indicaban los distintos puestos y parajes que había cerro arriba y hacia los lados. En un momento, Sole me muestra al costado un ojo de agua y la pared de la montaña, que parecía erosionada, con distintos tonos de arcilla. Me explica que esto era lo que se usaba para los tintes de los cacharros y para teñir otros objetos, y que en esos lugares es notable la cantidad de cerámica que uno encuentra cuando va caminando. Dice que debe haber sido grande la población que habitaba esos lares, porque hay muchos rastros de ella, y no sólo cerámica, sino restos de casas, huellas en las piedras…

Subiendo y subiendo, comenzó a invadirnos la niebla apenas cruzamos el río, un río parecido al de El Rodeo, típico de montaña, con piedras muy grandes pero que en este lugar, a diferencia de la villa, no habían sido quitadas. Sole me cuenta que muchas veces las poblaciones, al llover mucho, quedan sin luz por dos o tres días, hasta que logran restablecer el servicio. Y entonces conecté con el campo, con la falta de luz, como cuando frecuentaba la casa de los Tatos, mis abuelos paternos, en el interior de la provincia de Buenos Aires, donde no había luz, donde el agua llegaba gracias a la bomba, donde se cocinaba en la cocina económica.

La niebla no nos iba a dejar ir así nomás, reinó en todo momento durante nuestra visita. Al final, pienso que aunque me hubiera gustado ver el paisaje completo, fue muy divertido ver de a partes y dejar que el resto de los sentidos nos guíen. Viviendo en la ciudad todo el año, me doy cuenta de que las más de las veces, sólo usamos la vista para sentir las cosas, como si anduviéramos por la vida viendo tele. Y encima me entero que Mutquín quiere decir “huelan”. Fue un descubrir de otra manera.

Paseamos un rato por el pueblo. Nos encontramos con C., a quien fuimos primero a buscar por su casa y estaba saliendo a vender tortilla. Fea la orientación de las calles, habían cambiado los sentidos hacía poco y era un lío para Sole orientarse.

En el camino hacia la casa de P., Sole se encontró con un nene que había aprendido a leer en el Centro Cultural que Sole había ayudado a fundar y activar. La emoción la embargaba.

Llegamos a lo de P. La casa no se veía desde la ruta, y creo que Sole se había desorientado un poco… Pero bueno, entramos. Un día con una bruma… frío y algo de lluvia, una casa de madera,  de tres habitaciones, donde la única puerta era la de la entrada. No había ninguna dentro de la casa, sino cortinas. Reinaban la pulcritud y el orden junto con los recuerdos de Jean Carlos y Marcelo Dupré, un cantante de la zona, y otros pósters y fotos.

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